No me digas adiós

Capítulo 33

Jueves 13 de septiembre

Se ha ido al estadio de fútbol y se ha tirado en las gradas de cemento tras terminar la jornada de trabajo. No ha querido irse directamente a casa pues sus sobrinos no lo dejarían en paz. Y en esos momentos desea estar solo. Al menos una veintena de chicos entrenan y practican fútbol en la cancha, pero no los conoce y está lo suficientemente lejos de ellos para que no perturben sus pensamientos.

El día ha ido normal, al menos en el trabajo, pero él no se ha sentido del todo bien. Una sensación de ahogo le ha acompañado siempre. En algunas ocasiones ha estado tentado de escribirle a Carmen, siquiera para preguntarle cómo va todo, pero teme terminar derrumbándose y confesando que se equivocó, aunque no está seguro de que haya sido así. Es un impulso del momento, de la soledad que lo agobia, de ese vacío en su ser.

Anoche, tras su enésimo fracaso en su intento por hablar con Karolina, se fue a tomar unas cervezas a una tienda del centro. Tras la primera apenas pudo probar la segunda, demasiado fastidiado para querer continuar. Terminó yéndose temprano a casa hasta que se quedó dormido después de derramar abundantes lágrimas. No todas eran lágrimas de un corazón roto, también las había por sentir que quizá se había precipitado en sus decisiones los últimos días, dejándose llevar demasiado por impulsos y emociones pasajeras.

Está tumbado en la parte alta de las gradas, las manos bajo la cabeza, lo inunda una especie de calma derrotista respecto a Karolina. La mayoría del tiempo ha estado convencido, como en esos momentos, que cualquier chance con la chica de la sonrisa mágica se ha esfumado para siempre. Al menos él, por su parte, no piensa intentar ya nada.

Ahora que ha tomado esa decisión sólo resta pasar página, tratar de pensar menos en la chica y que su recuerdo se difumine hasta convertirse en una anécdota. Más adelante, mientras comparta una cerveza con sus amigos, podrá reírse mientras cuenta cómo se enamoró de una chica con la que nunca pudo mantener una verdadera conversación pues siempre estaba con algún otro chico. Ahora parece improbable reírse de una situación que tanto pesar le ha causado, pero más adelante…

¡Y ese beso! La chica dando un saltito, el tipo apartando su cabello del rostro y estampándole un beso. ¿Fue en los labios? «Ya Mati, deja de pensar en ella. Para sacarla de tu corazón primero debes sacarla de la cabeza ¿entendido?, entendido».

Su celular ha sonado un par de veces en los últimos minutos. Es Andrea. La chica lo está saludando y le pregunta si irá al parque, los mensajes van acompañados de caritas sonrientes, excepto la última, que hace un puchero, ya que él no contesta. Sonríe y responde que no tiene muchos deseos de salir.

Han intercambiado algunos mensajes todos los días desde el domingo que la llamó estando ebrio y le contó lo de Carmen y Karolina. La chica se ha portado muy bien con él. Ha recalcado que puede contar con ella e incluso el martes hablaron algunos minutos. Llamada que Matías no quiso alargar pues le pareció injusto que la joven, tan jovial, tratara con un zombi.

La chica lee su mensaje y de inmediato una videollamada. Matías titubea, es la primera vez que la joven hace algo así, pero al final acepta. Le gana la curiosidad.

Para Matías es una videollamada más, no así para Andrea. Se hace videollamadas de continuo con Matilde, por lo general para perder el tiempo, para decirse cómo les queda tal o cual ropa o accesorio, para chismorrear. En menor grado lo hace con alguna otra amiga o algún pariente. Es la primera vez que lo hace con un chico. Y no cualquier chico, sino el que le gusta.

Durante los segundos que Matías duda en contestar, el pánico invade a la joven. ¿Y si está siendo muy pesada?, ¿qué derecho tiene para solicitar una videollamada?, ¿y si está con alguien? Pero el joven acepta y al ver su rostro medio tristón en la pantalla el pánico desaparece, no así el nerviosismo.

―Hola ―saluda la chica, trata de esbozar una gran sonrisa, pero el rostro apagado de su amigo se refleja en ella.

―Hola ―responde Matías.

La joven mira sus ojos, brillan, y no porque la vean a ella. «Ha estado llorando ―deduce―. Allí tienen su respuesta chicas que preguntan si los hombres lloran, lloran con tanto o más sentimiento que las mujeres».

―¿Sigues mal? ―Qué pregunta tan estúpida, se reprende, claro que sigue mal.

―Eh… ―el joven titubea―. Sí, para qué iba a mentirte, si ya fuiste mi confesionario. ―Sonríe, pero sólo hace una mueca.  

«¿Dónde está el chico risueño que habló conmigo acá en casa o el que se divirtió tanto en un partido de fútbol que hizo que la gente le aplaudiera?» Entiende que ese joven está tras esa máscara gris. Lo que daría por traerlo a flote, por ser ella quien lo sacara de ese agujero emocional en el que está metido. Pero no dirá nada que lo predisponga, seguro que lo que menos necesita es una niñita tonta que le diga que se ha enamorado de él. Amén de que nunca tendría el valor de confesárselo.




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