Viernes 14 de septiembre
―Así que, así es como debería haber sido ―comenta Matías.
Su interlocutora sonríe con timidez, con esa sonrisa que le ha arrebatado parte del sueño las últimas semanas. La timidez la hace más hermosa aún. Le da un sorbo a su batido y lo mira. Simplemente lo mira con una sonrisa arrobadora que juguetea en la comisura de su boca. ¡Es preciosa!
―Así debería haber sido ¿qué?
―Esto… nosotros, solos, nuestra primera charla.
―Lo dices con un matiz que me eriza la piel.
―¿Eso es bueno o malo?
―Esa parte aún tengo que decidirla.
―Procuraré que sea para bien.
Un nuevo sorbito con la pajita. Más sonrisas. No han hablado mucho desde que dejaron el tema del fútbol. Tampoco es incómodo el silencio. Como si por ser la primera vez está bien que sólo se observen, crucen sus miradas y sonrían con azoramiento.
Hace más de media hora que están en una mesa de la esquina de un Helados Sarita. Cada uno tiene un batido, el de ella de chocolate y el de él, de fresa. En el centro de la mesa, una banana split, con dos cucharas para compartirla. No se le ocurrió otro lugar al que invitarla. El local en el que están está a sólo dos cuadras del estadio. Aun así, costó convencerla de ir con él.
Si el corazón puede salirse del pecho, sin duda la ocasión perfecta se presentó cuando detuvo la motocicleta a escasos metros de las dos jovencitas. Ni siquiera lo hace bien. Las manos le tiemblan al son de los latidos desbocados.
Francisco es el primero que se baja, sonriente, pero hasta su sonrisa es nerviosa. Matías quiere sonreír, pero no puede, mientras las manos le tiemblan, su rostro está paralizado en un rictus de sorpresa. La verdad es que está asustado. De todos los escenarios, el que menos esperaba era aquél.
―Hola ―logra decir al fin, apeándose del vehículo. Su voz es más que trémula.
Da unos pasos hasta quedar a un metro de las chicas. ¿Qué hace? Jamás se había sentido tan indefenso como se siente en esos momentos. ¡Es un niño asustado!
La que entra para salvar la situación, como no podía ser de otra manera, es Alejandra.
―¡Hola, guapo! ―Saluda de beso a Matías y luego a Francisco, a quien también le dice guapo.
A continuación la que se adelanta es Karolina. Los labios de la joven también tiemblan levemente cuando rozan la mejilla del joven. Eso le devuelve algo de seguridad a Matías. No es el único cachorrito asustado.
―¿Entramos? ―propone Alejandra, que de los cuatro es la más relajada, y sin duda la que más se está divirtiendo.
―No ―replica Matías, esta vez su voz casi ha recuperado el tono normal, es decir, el de alguien constipado según él mismo―. Bueno, lo que pretendo decir es que quiero invitar a Karolina a un helado. ―Nunca es tan osado, pero tras tantos reveses, no quiere que ahí adentro se le vaya la oportunidad de platicar con la chica.
―!Nuestro galán no pierde tiempo! ―Alejandra hace un exagerado gesto, luego da un pequeño codazo a su amiga―. Anda, ve.
―No ―susurra Karol―. Pedí permiso para venir al estadio. Y quiero ver los partidos.
―No será mucho tiempo ―promete Matías, que no va a negar que la negativa de la chica le duele.
Es Alejandra la que al final termina convenciendo a su amiga, eso y la promesa de Matías que no tardarán mucho.
―Bueno ―accede al final la joven―. Pero vamos al local de acá cerca. Tampoco quiero perderme los partidos. ―No es cierto, la verdad es que ese día el fútbol la trae sin cuidado. Pero no puede andar todo el día con un chico que no conoce, aunque esto último es sólo un pensar.
―Lo que My Lady ordene ―acata Matías haciendo una parodia de reverencia. Se siente ridículo, pero hace reír a Karol y él logra desprenderse de otra ración de nervios.
Precisamente fútbol es el primer tema del que hablan. Empiezan mientras se movilizan en la motocicleta y continúan cuando han pedido sus helados en Sarita. El fútbol forma parte de esa historia que empieza a escribirse, de manera que a ninguno le parece un recurso rebuscado como primer tema de conversación. Todo lo contrario, es un tema que les apasiona y contribuye, esta vez sí, a despejar de una vez por todas el nerviosismo.
Hablan sobre sus clubes favoritos, tanto a nivel nacional como internacional. Lo que agrega picante a la discusión es que mientras Matías es crema, Karol es roja; Matías le va al Madrid, la chica al Barsa; El joven al Dormund, ella al Bayer, de esa manera en varias ligas más. Aunque en el caso del Manchester United, el AC Milan y el Cruz Azul, a los que la joven apoya, también son equipos favoritos del joven, pero dice irle a otros para picar a la chica. Es impresionante la vehemencia con que defiende a los suyos y ataca a los rivales. Conoce a muy pocas chicas que sepan tanto de fútbol y se apasionen tanto por el deporte. Al final Matías suelta una carcajada y admite que con los últimos tres están parejos porque también son sus favoritos en esas ligas. La chica hace un mohín, pero no está enfadada.