Sábado 15 de septiembre
Mati: ―Sin lugar a dudas eres la más guapa del desfile.
Karolina lee el mensaje y sonríe. No termina de comprender cómo ese chico consigue sonrojarla con un único mensaje.
Karol: ―Es pecado mentir. Para los mentirosos está reservado el lugar más ardiente del infierno.
Mati: ―Yo me lo sabía de otro modo. Igual, no me preocupa. No miento. ¡Eres la más hermosa!
Karolina no lo cree así. No es falsa modestia, es simple verdad. Tampoco se considera fea, es bonita, y no es exceso de confianza. El punto es que las hay mucho más bonitas, eso que ni qué. De todas maneras le enternece que el chico le diga que es la más guapa.
Karol: Creo que me confundes con una de las cheerleaders. Son muy guapas y no dejan nada a la imaginación.
Mati: Creerás que ni me he dado cuenta que tienen bonitas piernas ni que llevan chones azules.
Karol: (Una carita de sorprendida) Ajá, con que esas tenemos. Supongo que también te sabes el color de los chones de las bailarinas de los colegios que nos han precedido y memorizarás el de las que nos siguen.
Mati: Jaja. No soy tan pervertido.
Karol: Ah, pero lo eres.
Mati: Dedúcelo tú, llevo un kilómetro siguiendo a la misma chica.
Karolina alza la vista y le sonríe. Es cierto. El chico prácticamente desfila con ella. Apareció hace rato, y desde que se vieron el joven la ha seguido, escurriéndose entre los espectadores. La chica se siente halagada, aunque le parece un tanto exagerado y hasta ridículo.
Karol: Para el caso te pedía un uniforme y te unías a nosotros.
Mati: Lo conservo, aunque no creo que me viera muy guapo con un pantalón a la altura de los tobillos.
Y así continúan buena parte de la mañana, casi hasta el final del desfile. No es un intercambio de mensajes continuo, transcurren minutos entre mensaje y mensaje, pero está bien, eso los entretiene durante más tiempo.
Cuando llegan al parque municipal, lugar donde concluirá el desfile, el chico dice que se quedará allí. El desfile continuará un rato más, calzada adelante, regresará por la vía contraria hasta morir en el parque. La chica acepta y le dice que se verán al término del recorrido.
Matías se queda solo en medio de un mar de gente, la mayoría desconocidos, aunque gracias a su trabajo de vendedor, que lo lleva a recorrer todas las cuadras del municipio, varios se le hacen conocidos. Todavía se sorprende del ingente número de personas que viven en el municipio. No recuerda si el número era tal cuando se marchó cinco años atrás.
De todas maneras no se siente muy a gusto. De pronto se siente observado, como si supieran que estuvo zigzagueando entre ellos para tener siempre a la vista a la misma chica. ¿Será a partir de ese día su chica? Es lo que más quiere, pero, a pesar de lo bien que parece que va todo, no las tiene todas consigo. Nota que se está poniendo nervioso, cosa que se da cada que piensa que en el transcurso del día le pedirá a Karolina que sea su novia.
Precisamente por eso es que se ha quedado cerca del parque, contiguo al cual está el mercado municipal. En lo que el desfile termina piensa en ir a dar una vuelta a las tiendas. Desea, necesita, comprar un regalo para la joven. Luego, luego le pedirá que sea su novia. Pero, ¿qué le compra? Lo tradicional son flores, chocolates, peluches, bisutería, alguna joya, el punto es que esos son obsequios muy trillados. Necesita algo original. Será un dolor de cabeza encontrar el obsequio adecuado. No es algo que lo haga desistir de la misión que tiene por delante.
Está a punto de darse la vuelta para ir al mercado, cuando la pancarta, que cinco estudiantes mantienen visible, le anuncia que el colegio que sigue en el desfile es el Colegio Adventista. ¡Es el colegio de Andrea! Si espera unos minutos, seguro que la ve. No sabe nada de la chica desde el mensaje que le puso ayer al mediodía. Él tampoco le ha escrito, lo que lo hace sentir culpable. Después del apretón de manos de la noche de jueves no se han dicho nada.
Lucha unos momentos entre irse o quedarse, de tal manera que cuando decide ir por el regalo para Karol, ya tiene a Andrea a la vista. Está dando media vuelta cuando la joven lo ve. No le sonríe, lo mira con fijeza uno, dos… cinco segundos, vista al frente y no se vuelve ni una sola vez. Una especie de desolación invade al chico, que se siente fatal. ¿Por qué lo miró de esa manera? Y sus ojos ¿estaban llorosos?
En un instante de clarividencia, comprende, como pocas veces, que en serio le gusta a Andrea, que ella esperaba una explicación y que incluso se esperanzó tras la noche que la tomó de la mano. Luego no le escribió, ni la llamó y medio le contestó un mensaje ayer. Es lógico que la chica esté sentida.