No me digas adiós

Capítulo 48

Sábado 15 de septiembre

No hablan mientras salen del predio del estadio. El joven tapona la nariz con un pañuelo de papel, del cual no tiene idea de dónde salió. Lleva un brazo sobre los hombros de la chica, que rodea a su vez la cintura del muchacho con el brazo derecho y sujeta con su izquierda la mano sobre sus hombros. En realidad, pasado el shock inicial, Matías no necesita ayuda para caminar. El punto es que le agrada aquél contacto.

La gente que ha visto el tumulto los observa, intrigados y algunos cuchichean en voz baja. Nada atípico en una situación así. Pero veinte metros más allá, la distracción que constituye el cerdo encebado, que por sus chillidos queda claro que está al límite de sus fuerzas, evitó que mucha más gente se diera cuenta del altercado entre dos muchachos. Apenas les prestan atención.

Una vez afuera, el joven se quita el tapón de la nariz, pero la sangre continúa manando.

―Tendrás que conducir tú. Sabes, ¿verdad?

Karolina mira, nerviosa, la motocicleta Suzuki color azul. Sí sabe, le enseñó Miguel, en una Honda, también color azul. Ha conducido en su mayoría motonetas, que es muy diferente a conducir una con clutch. Se retuerce las manos ¿podrá?

―Conduciría yo, mientras tú me taponas la nariz, pero sería muy incómodo. Pero si no puedes he visto a Francisco por allí, podría llamarlo, seguro él me lleva. Lo llamo ahora.

Busca su celular en el bolsillo del pantalón. Milagrosamente el aparato salió indemne.

―¡No! ―interrumpe la joven. Además, no quiere separarse de él, no todavía, no cuando lo golpearon por su culpa. Y porque hay un asunto pendiente―. Sí puedo. ¿Todas las velocidades van hacia abajo?

―Todas.

―Bien. Vamos.

Se acomoda el pantalón, saca la moto de manera que mire a la calle y se sube. La prende con el starter. La motocicleta prende al instante.

―¡Wow! La tiene bien cuidada joven Mati.

―Cuido todo lo que es valioso para mí.

La chica se sonroja. Por alguna razón siente que la respuesta no era por la moto.

―Sube. ¿Al centro de salud?

―¿Qué?, ¡No! No es para tanto. A casa, nomás pase la hemorragia estaré como nuevo.

La chica protesta, pero la decisión del joven se impone.

―¡Cómo te mueras por testarudo juro que te mato!

Mete primera y saca la motocicleta de modo titubeante. El timón tiembla en sus manos y Matías piensa con ironía que si un pleito no lo mató, probablemente la chica a la que quiere sí lo haga. La idea lo hace reír.

―¿Te ríes por cómo conduzco? ―Mete segunda y la moto empieza a coger estabilidad.

―¡Qué va! Pensaba en otra cosa. ¿No es irónico que la primera vez que me parten la nariz en una pelea esté contento?

―Hace un minuto estaba asustada, y ahora estoy feliz. ¡Eso sí es irónico!

―No, eso es ser bipolar.

―Ahora estoy molesta.

―¿No es de lo que hablo?

Y ríen, la una sin desconcentrarse de su labor de piloto y el otro sin aflojar el tapón en su nariz. Por muy raro que pueda parecer, están tan o más contentos que hace una hora. Hay un dicho que dice que cuando estás con tu otra mitad, ninguna dificultad es demasiado grande. ¿Será el caso de aquellos dos jóvenes?

Al cesar las risas, Matías se da cuenta que no van a su casa. Dijo casa, pero nunca mencionó dónde vivía. Va a rectificar, pero se arrepiente. Que la chica lo lleve a donde quiera. ¡Al infierno mismo si así desea!

No sabe lo premonitorio que puede resultar ese pensamiento.

Karol aparca en el patio de una casa sencilla, típica del municipio, tres hileras de block y el resto de madera, con techo de lámina, un corredor con pasamanos y macetas por doquier. Pintada a conciencia y cuidada con esmero. Es bonita y acogedora. Al joven le gusta desde el primer instante.

―¡Mamá! ¡Karol viene con un hombre!

La que grita es una niña que parece una versión en miniatura de Karol.

―Si se porta grosera, no le hagas mucho caso ―advierte la joven.

―¡Pero si es una preciosura!

―Hablo de mi mamá.

La susodicha no tarda en aparecer. Es una mujer de rostro severo, joven todavía. Examina a Matías de pies a cabeza, luego a su hija, con lo deduce que no se cayeron de la moto, pues el único que está sucio y pringado de sangre es el chico.




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