Domingo 16 de septiembre
Al despertar se siente agotada y la cabeza le palpita levemente. El día anterior se tomó dos cervezas, las primeras dos de su vida. Deben ser las causantes de ese malestar en las sienes.
Al regresar a casa se fue directo a la ducha y el resto de la tarde y noche se mantuvo a distancia de madre. Se cepilló los dientes y mascó una goma de mascar. Sopló su mano, no parecía que siguiera oliendo a alcohol, pero no por ello iba a arriesgar. Ya varias veces ha oído que ese olor no se va tan fácil. ¡Como llegara a sospechar su madre que había ingerido alcohol…! Menos mal que el momento en que se reía de todo ya había quedado atrás al regresar a casa.
¿O se quedó con Francisco? Es una pregunta que se plantea todavía esa mañana.
Si bien es cierto que se siente cansada anímica y físicamente, tampoco se siente fatal, al menos no cómo se sintió cuando vio a Matías con otra. No quiere sacar conclusiones apresuradas pensando que se debe a lo bien que se la pasó ayer tarde con Francisco. Bien pudo ser efecto de la cerveza, simplemente.
El chico que le amargó su cita con Matías la noche del jueves último es también el que llegó a animarla cuando siente que su mundo toca a su fin. Es un detalle que no pasa desapercibido para la joven. ¿Será posible que Matías le haya hablado de ella logrando despertar las simpatías del chico y que por ello, sabiendo que Matías gustaba de alguien más, se presentara la noche del jueves para impedir que la cita pasara a más? Es una posibilidad un tanto rocambolesca, pero plausible.
Tendría que preguntárselo, pero ahora que el efecto del alcohol ha pasado, la timidez reina de nuevo en su personalidad. Si ayer hubiera tenido cabeza para pensar en todo lo que ha pensado durante la noche, se lo hubiera preguntado con ese desparpajo que el alcohol suele provocar.
Quizá se lo hubiera preguntado luego, si el muchacho no hubiera tenido que marcharse apresurado.
Esa mañana de domingo no se atreve a enviarle un mensaje, y es que, aunque la pasó muy bien con el moreno muchacho, es más que claro que de quien sigue enamorada es de Matías. La cuestión es: ¿está esa mañana menos enamorada que el día de ayer? Se plantea tal cuestión debido a que no se siente tan devastada. Después de llorar anoche hasta quedarse dormida, su interior se encuentra apaciguado. Aunque por experiencia sabe que esto podría ser únicamente el efecto soporífero de las lágrimas de anoche.
Mira la hora en su smartphone, son las 5:47, temprano aún. Abre la aplicación de WhatsApp y pasa entre los chat. El de Matilde, cuya última conexión indica la una de la mañana, razón por la cual nunca se levanta antes de las siete. Pasa por el de Francisco, que se desconectó a las once. Podría enviarle un mensaje de buenos días, pero desiste. El de Matías, que está en línea.
Por un momento se queda estática. ¿Qué hace el chico conectado tan temprano? ¿Madrugan los dos tórtolos para hablar de su amor o el golpe que le dieron ayer no le deja dormir?
Francisco le contó durante la noche de forma vaga que se fue porque le contaron que Matías se había peleado con alguien. Nada serio al parecer. La chica no se imagina a Matías peleando con alguien, la sola idea le parece hasta ridícula. Sin embargo, parece que así fue.
¿Le pregunta cómo está? Pero no tiene ocasión de decidir porque es el joven quién envía el primer mensaje.
Mati: ―Hola. Vi que estás conectada y pensé en saludarte. (Una carita sonriente)
La chica no responde de inmediato. Es la primera vez que el chico le manda un mensaje desde el mediodía del viernes. Le alegra que le escriba, pero también le entristece. Casi puede palpar la alegría que transmite ese mensaje, alegría de la que ella no es causa.
Andrea: ―Hola ―saluda, incluso en su mente el saludo suena mesurado―. ¿Cómo estás?
Mati: ―Muy bien, excelente. ¿Recuerdas que te hablé que estaba hecho un lío por lo de Carmen y Karolina?
Es más de lo que puede soportar. Un torrente de lágrimas empuja contra la escotilla de sus ojos y fluyen, abundantes, hacia sus mejillas todavía surcadas por las de la noche última. ¡No soportará que le hable de lo feliz que está siendo con alguien más! ¿Está tan ciego para no darse cuenta que la lástima?
Andrea: ―No quiero que me hables de lo feliz que estás con Karolina. ¡Yo estoy enamorada de ti!
Sin pararse a pensar, porque si lo piensa seguro se arrepiente, pulsa “enviar”. La respuesta tarda más de dos minutos en llegar.