No me digas adiós

Capítulo 52

Domingo 16 de septiembre

―¿No crees que es demasiado pronto? ―pregunta el joven.

―Lo deseo ya. ¿Tú no?

―Por supuesto, pero creo que deberíamos esperar un poco más. Podría acarrear consecuencias nada gratas.

―¿De verdad tomas en serio eso de “si no esperas el tiempo suficiente…”?

―Fue lo que me enseñaron mis padres. ¿A ti no?

―Son tan buenos padres como los tuyos. Pero mira, Alejandra y su novio no esperaron tanto tiempo.

―Tienes razón, pero como me agarre un calambre te tendré toda la tarde haciéndome masajes.

―Pensé que los deportistas rara vez sufrían calambres.

El chico suelta una carcajada.

―¿Y quién dijo que soy deportista?

―Juegas fútbol, ¿no?

―Me uní al equipo con la esperanza de no jugar jamás ―confiesa Matías―. Se supone que mi nombre iría en la nómina y yo a la banca. Al final me tocó jugar. Pero no soy un practicante asiduo del fútbol ―matiza.

―Pero sabes mucho sobre fútbol y ese día, ¡wow!, ese día te saltaste la barda.

El chico hace un gesto de azoramiento.

―Pretendía impresionarte ―dice, una mano de la chica entre las suyas. A veces es incapaz de dejar de mirar ese rostro que lo hipnotiza, como es el caso de ese momento―. Me gustaste desde ese primer instante en que te vi el otro día a la salida del instituto, y luego estabas allí, en las gradas, y yo sabía que iba a hacer el ridículo, pero pensé que el ridículo estaba asegurado, así que todo lo demás que pudiera hacer era ganancia. Me deshice de mis complejos, un poco de suerte y salió lo que salió.

―Y luego me hablaste…

―Y tú me propusiste ese trato absurdo…

―Y luego la cagaste.

Ambos chicos ríen ante la expresión poco educada de la joven.

―Sí. Pero no me arrepiento ―señala, después de que las risas cesan―. Muchas veces el camino es tan importante como el objetivo. No estoy seguro pero se me figura a veces que si el proceso hasta llegar a ti no hubiera sido tan tortuoso, tan lleno de sinsabores y momentos aciagos, luego, cuando por fin se me concedió estar a tu lado, no habría abrazado con tanta fuerza y desesperación el momento cumbre cuando por fin pude llamarte mi amor. Es solo un pensamiento, no quiero decir que de otro modo te querría menos…

―Shhh ―la joven pone su dedo índice sobre los labios del chico―. ¡En mi vida había escuchado algo tan hermoso! No lo arruines divagando.

Matías sonríe con torpeza. La joven se inclina sobre él y lo besa. Un beso cargado de amor, de esa desesperación que hace instantes mencionó el chico, con ansias de demostrar que esos momentos agrios que amenazaban con echar a perder todo, sirvieron para fortalecer esa historia de amor que apenas empieza.

―¿Estás listo? ―pregunta la chica en su oído, el murmullo de su voz le eriza la piel.

―Sí. Creo que ya es tiempo.

El joven se quita la playera, para no mojarla. La chica se encuentra en shorts y top, ya que antes se fue a cambiar a los bañaderos junto con Alejandra mientras los chicos tendían el mantel para almorzar. Está preciosa con un short de lona minúsculo y un top que deja libre su vientre plano. El joven utiliza simplemente pantaloneta. Nunca se había sentido muy seguro mostrando su torso flaco como palo, excepto con ella. ¡Es que al lado de su chica de la sonrisa mágica no hay manera de que se sienta cohibido!

La chica silba y suelta un halago.

―¿Sarcasmo?

―¡Si estás guapísimo!

Lo abraza por la cintura, le da un piquito en los labios y recuesta la cabeza sobre el pecho del chico, que también la envuelve en sus brazos y la abraza con fuerza. Lo que quiere decirle con ese abrazo es que no quiere que se vaya de su vida nunca. ¡Nunca!

―De los dos tú eres la guapa ―musita al oído de la joven. Es un poco más alto que la chica, aunque no por mucho.

―¡Ey, ustedes! ¿Piensan venir o qué? ―grita Alejandra desde la orilla del balneario, una suerte de nacimiento de agua cristalina que inunda una cuenca más larga que ancha antes de seguir su curso como tributario de un río mucho más grande.

―¡Ya vamos! Es que Mati tenía miedo de un calambre.

―¿Por la comida? ―La chica asiente―. ¡Eso es una soberana estupidez! Nosotros venimos diez minutos después de comer y ¿han visto que suframos vómitos o calambres?




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