Sábado 29 de septiembre
El joven está sentado en el corredor de su casa. Mira distraído la calle y con la mano izquierda juega a dejar caer y subir un yo-yo que encontró allí donde tomó asiento. Cree que es de su hermanito, aunque no está seguro. También podría ser de alguno de los chiquillos que llegan a jugar con él. En todo caso, es algo que no le interesa.
No presta atención ni a la calle en la que fija su vista ni al yo-yo que desciende y asciende con un fluido movimiento de muñecas. Sí, es de su hermanito. El otro día se golpeó la cabeza al intentar hacer una vuelta al mundo. Poco faltó para que diera una vuelta por donde el médico.
En la esquina de calle que queda a su izquierda ve a una chica. La conoce. Se llama Daniela, vive una manzana atrás de su casa, y en alguna ocasión creyó estar enamorado de ella. Como de otras cincuenta.
Recuerda la primera vez que sintió la llama del amor, unos cinco años atrás.
Tenía trece años cuando se dio cuenta que su compañera de juegos dejaba de ser una niña. Conforme esto pasaba, la chica empezó a alejarse, pues ya no compartía su gusto por las diversiones de niño. Y conforme ella se alejaba, más tiempo quería pasar con ella; cayó en la cuenta de que estaba enamorado de la niña.
Cierto día se propuso pedirle que fuera su novia. Eran amigos desde siempre, así que supuso que la chica diría que sí y que entonces volverían a pasar tiempo juntos. Pero no, ella nunca lo vio más que como el muchachito que se saltaba la cerca para poder jugar. Con la característica crueldad de los niños, ella tenía doce años, le dijo que le gustaba un muchacho mayor, uno que ya tenía quince años.
Desde entonces detestaba a Matías.
Eso fue hace mucho tiempo. Posiblemente el chico nunca supo que su primer amor estuvo enamorada de él. Al siguiente año Matías se fue a estudiar a otro lado y la chica se hizo novia de un muchacho de otra zona. Naturalmente él nunca le volvió a hablar después de que lo rechazara. Estimaba mucho su orgullo.
Que la chica se hiciera novia de otro chico le demostró la naturaleza voluble de las mujeres, y que quizá al muchacho que había decidido odiar con todas fuerzas no fuera merecedor de ese odio. El punto es que ya lo detestaba y en eso no había marcha atrás.
Transcurrieron los años y apenas se acordaba de Matías. Hasta que regresó. Entonces descubrió que lo seguía detestando como siempre, sino más. Y cuando supo que estaba interesado en la chica que de tan mala forma se había negado siquiera a ser su amiga… el odio se volvió cerval.
Esa tarde de sábado 29 piensa en ello. No los ha visto, ni se propone hacerlo. Hizo algunos intentos por causarles malos ratos, suficiente incluso para que terminaran, pero nada ha dado resultado. Ni siquiera sabe si han discutido. Según parece, les va de maravilla. Piensa que ya hizo su intento. Su mismo orgullo le dice que es mejor mirar a otro lado.
Es lo que piensa hacer.
Enrolla el yo-yo y lo pone donde lo encontró. Está poniéndose de pie cuando ve que una motocicleta se detiene frente a la casa. Se trata de Marvin, el novio de su hermana mayor. Es un vago; un vago que cae bien a medio mundo.
Lo saluda con confianza, irradiando carisma. Rafael envidia esa gente que destella carisma por todos sus poros, a la vez que las detesta por poseer algo que él no.
―Mi hermana no está ―le dice―. Todavía no vuelve de la universidad.
―Es mi novia ¿recuerdas?
―¿A qué se debe el honor entonces?
―¿Recuerdas la chica que mencionaste el otro día?
Parte del dinero de la apuesta que ganó a su primo lo invirtió en invitar a unos tragos a algunas de esas amistades que se prestan casi para cualquier cosa. Sólo les pidió que mantuvieran los ojos abiertos respecto a una chica y su novio, que le habían jugado una mala pasada y quería devolverla.
―Olvídate de eso, ya cambié de opinión.
―¿En serio? Traía algo que pensé que te interesaría.
¿Será posible?, se pregunta. ¿La vida es tan retorcida que justo el día que decide retirarse, antes de que termine de arrastrar su orgullo, aparece algo para que no abandone? Piensa que no pasa nada con oír lo que Marvin tenga que decir.
―Anda, suelta.
Marvin cuenta que estuvo parte de la mañana en el balneario Yaxtunilá y que se encontró con la pareja que pidió vigilar. Que intentó hablar con la chica, solo para fastidiar, y que el muchachito se mostró tan celoso que optó por sacar a la chica del agua.