No me digas adiós

Capítulo 79

Sábado 6 de octubre

El joven tomó asiento en una de las sillas del banco, el pie derecho sobre la pierna izquierda. El asiento de su derecha lo ocupa un joven apenas mayor que él; a la izquierda una señora trata de mantener bajo control a un niño de unos tres años. En una de las esquinas, en la tv puesta en alto, están transmitiendo un programa de bromas, sin volumen.

Matías se lleva las manos a la nuca y se recuesta en el respaldo, luego las descansa en sus piernas, un minuto después, con la derecha se cerciora de que el cheque sigue en el bolsillo de la camisa.

Se encuentra vestido de uniforme pues únicamente se tomó la mañana libre para ir al banco, hacer el retiro y pagar la colegiatura, le irá a Karol con la sorpresa de que la deuda está saldada y luego se irá a trabajar.

Por alguna razón se descubre nervioso. No obstante, está seguro de estar haciendo lo correcto. Mira el ticket son su número de turno: 43. El tablero electrónico ubicado arriba de las ventanillas de caja marca el número 23. Un leve pitido, 24.

No llegó el primero, como hubiera sido su intención, ya que antes fue a la secretaría del instituto para confirmar que la deuda existe y averiguar si puede saldarla cualquiera o por ley tiene que ser la estudiante o sus tutores. El dinero es lo que vale, así que le dijeron que no importaba quien cancelara.

Al preguntarle la muchacha del otro lado del escritorio qué era de Karolina, él respondió que el novio, con una sonrisota.

Un leve pitido, 27.

La espera empieza a tornarse molesta. Acaban de dar las nueve de la mañana. ¿Cuánto más tendrá que esperar?

Anoche, cuando Alejandra terminó de contarle todo lo relativo a Karolina y el dinero extraviado, ya eran las nueve y media de la noche. La colocha no se guardó ninguna información, según pudo apreciar Matías.

Ale le contó que la primera opción de la joven fueron sus jefes de temporada; luego un tal Marcial, amigo de su padre y que era dueño de dos microbuses de transporte público; le siguió una de sus maestras de primaria y terminó con un tío, hermano de su madre, que se encuentra en Estados Unidos. No obtuvo la ayuda deseada con ninguno. En su desesperación, incluso se planteó pedir un préstamo a alguna entidad financiera, como si tal cosa fuera posible.

Al despedirse de Alejandra, ya sabía lo que iba a hacer. Y como necesitaba contar lo que había averiguado, le marcó a Francisco.

 

―No estarás poniéndote como una cuba, ¿o sí? ―es el saludo de Francisco.

―Bonita opinión tienes de mí.

―Considerando tus roces con Karol y la hora que es… espera, por tu tono percibo que estás contento.

―Se podría decir. ¿Tienes tiempo?

―Estaba quedándome dormido, así que sí, de lo contrario no vas a quedarte tranquilo.

Matías le refiere lo que le contó Alejandra. Mientras habla, va de un lado de la habitación al otro. Prende un cigarrillo, que tira tras dos caladas, se ha propuesto dejar de fumar, y vuelta a caminar. Al final, le informa que tiene intención de pagar, y que será una sorpresa.

―¿Estás seguro? ―cuestiona Francisco.

―Sí, después de todo, la culpa es mía. Si a mí no se me hubiera ocurrido la loca idea de ir al río, nada de esto habría pasado.

―Bueno, eso que ni qué ―concede Francisco―. Opino que deberías hablarle y decirle que ya lo sabes. No más secretos ni sorpresas, ¿no ves que es justo eso lo que los tiene donde están?

―Hay sorpresas y sorpresas, y esta no es mal intencionada.

―Pero ella no quería decirte para que no te sintieras obligado a responder por ella.

―No me siento obligado. ¡Si lo hago con gusto!

―Sigo pensando que deberías llamarle y decirle que te encargarás de todo. Que la pobre duerma tranquila ¿no? Al menos dale eso.

La reflexión de Francisco lo hace titubear. No obstante, se reafirma en su resolución.

―Después de esta noche no tendrá motivos para dormir agobiada, al menos no por mi culpa.

―Allá tú —claudica Francisco—. Espero de corazón que salga perfecto. ¿Tienes el dinero?

―Sí. No he tocado lo de mi Bono 14 y conservo algo del Aguinaldo.

Y como le parece ingrato marcarle sólo para contarle sus cosas, le pregunta cómo va con Andrea.

―Estoy contento ―responde Francisco. Que cambia su voz de consejero de amigos por la de chico enamorado―. No es como mis otros noviazgos. Apenas la veo, no chateamos todo el tiempo, la dejan salir poco y se la pasa ocupada todo el tiempo. Pero me encanta, cada momento se atesora más. Verás, el otro día…




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