No me digas adiós

Capítulo 80

El miedo inicial se intensificó a medida que se acercaba a su destino. No por primera vez se arrepintió de sus actos, no solo de aquel que llevaba a cabo, sino de la cadena que desembocó en ese en concreto. Sin embargo, Karolina sabe que ya es tarde para echarse atrás.

Cuando supo a donde tenía que ir, la alarma interna se prendió. Le llamó a Alejandra, se sentiría más segura si esta la acompañaba, pero la joven no contestó. Se preguntaba dónde estaría. No se quedó mucho rato a cuestionarse por su amiga.

Como reza el dicho: a mal paso darle prisa. Fue lo que hizo. De modo que cerró la casa y se puso en marcha.

Ese día el cielo se presenta nublado, como si los ansiados aguaceros que suelen llegar a finales de agosto, después de más de un mes de retraso, por fin se hubieran acordado de la región. La lluvia podría caer en cualquier momento.

Quince minutos después de recibir el mensaje, la joven se planta frente al motel que Alfredo mencionó. Al preguntarle por qué ese sitio, aquel respondió que volvió tan tarde de Flores que no se atrevió a volver a casa.

La chica mira a los lados. Espera que pase un auto que suelta humo negro por el escape, respira hondo, y cruza la calle apresurada, la vista al suelo, consciente de que una chica decente no tiene por qué entrar en un sitio tan poco respetable. Pero es el último eslabón que la sacará de los problemas en que se metió por inconsciente, así que tiene que concluir.

¿No sabe que lo que hace es el acto más inconsciente de todos?

Son las 9:50 de la mañana.

*******

La foto lo deja en shock.

«¡No, no puede ser!»

Pero sí es. Le da zoom a la imagen. Es ella, indudablemente es ella.

La fotografía está tomada desde el interior del motel. En ella se ve a Karol; falda floreada con vuelo, blusa blanca de manga corta, cabello suelto sobre los hombros. El gesto de su rostro, no muy claro por la distancia desde la que fue tomada la fotografía, es de dubitación.

La joven está de pie en la calle, no en el interior del motel.

«Puede que solo pasara por la calle y mirara hacia al interior del motel», piensa. Pero algo le dice que la joven sí que iba a entrar a ese lugar. «Y la foto la tomó quien la espera dentro». El dolor en el pecho es acuciante.

«No, no. Es un truco». No responde a Desconocido, para qué iba a hacerlo.

Mientras avanza camino de casa de Karolina, el teléfono vibra en su bolsillo. Podría ser cualquiera, incluso un mensaje de Karolina diciendo cuánto lo ama; algo le dice que no es el caso.

“Cuando tu novia necesita dinero, vende placer”. La frase se repite en su mente como una maldición. La desesperación que lo agobia en cada ocasión es en extremo dolorosa.

Recuerda la fotografía, su blusa y su falda. En su mente se forman imágenes que logran que sus manos tiemblen de forma incontrolable. El temblor de sus manos se refleja incluso en el timón de la moto.

No entra al patio de casa de Karol, el falso está puesto y las puertas cerradas. «Hace una hora dijo que estaba aquí». La indignación y la rabia, y un miedo, un miedo atroz a que sea cierto lo que dijo Desconocido, son tal que una lágrima brota de sus ojos.

Saca su celular, la va a llamar, pero lo que ve es otro mensaje de Desconocido. Lo abre, como un masoquista que sufriendo todavía quiere más; se dice que lo hace porque quiere llegar al fondo de todo.

Desconocido: Si vienes al motel y esperas fuera, la verás salir, ya que no permitiré que nos veas disfrutar. ¿Para qué querías verlo? Sí te puedo decir que ahora mismo se está desvistiendo. ¿Quieres una foto?

Son las 9:55

*******

El lugar está prácticamente vacío, lo que debería ser un alivio, así corre menos riesgos de que alguien la reconozca. Resulta todo lo contrario; aquella soledad y el silencio la inquietan todavía más.

A su mente vienen las emboscadas sobre las que ha leído en alguna novela de fantasía. Recuerda el silencio ominoso que describen los héroes, el miedo latente, la necesidad de querer dar media vuelta y volver sobre sus pasos. Lo que siente ella es muy parecido.

Y como los héroes, no huye, permanece y continúa.

Aunque no entiende por qué está tan asustada. ¿Quién podría quererle hacer daño? Además, sólo está allí para recibir el dinero de Alfredo. Luego saldrá con pies ligeros.

En recepción pregunta por la habitación número 13. Ya le pidió a Alfredo que salga, pero este no ha leído sus mensajes. Así que no tiene otra que ir a la habitación que le indicó hace rato.




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