Para empezar, habíamos dejado una ventana abierta, unos cojines seguían tirados en el piso y habíamos roto un par de jarrones que se encontraban en la cocina, a decir verdad, creí que sería algo de lo que tendría que preocuparme.
—Seguramente entró un gato por la noche— me encogí de hombros intentando no reír —Vamos a trabajar— no le di importancia a lo que había pasado e iniciamos con los cambios.
Tal vez mi ética profesional era cuestionable después de haber llevado a un hombre a la futura casa de un cliente, pero nadie se enteraría de lo que había pasado, además los muebles se los llevarían a una bodega y muy posiblemente terminarían siendo rematados, así que no había problema.
Pasamos toda la tarde y parte de la noche sacando y trayendo cosas, cambiando muebles y accesorios. Pusimos las cortinas verde esmeralda para que combinaran con un espantoso sofá amarillo con estampado floral que el cliente eligió. Todo estaba bastante alejado de los colores neutros y el estilo contemporáneo que había elegido desde el principio, pero ya daba igual, no sería mi casa. Y como la alfombra también la querían cambiar, decidí quedarme con ella, era bastante bonita y me traía muy buenos recuerdos.
Cuando terminamos el largo día de trabajo agradecí a mi equipo y los despedí para que pudieran ir a casa.
Llamé a mi jefa para informarle que todo estaba terminado y tomé un taxi para ir a casa. En el camino recordé que aún no tomaba la píldora de emergencia, así que bajé en la primer farmacia que vi y la tomé de inmediato, aún estaba dentro de las 24 horas. Una vez que la tomé, regresé a casa más tranquila.
Estaba demasiado cansada para cocinar, así que pedí comida china a domicilio y una vez que llegó la comida me recosté en el sofá arropándome mientras veía "The Family Stone". Era de mis películas favoritas para esa época del año, pero fui interrumpida por una llamada por parte de Miranda.
—Esperaba que me llamaras desde la mañana, quiero saber cómo te fue con ese hombre— sabía que mi amiga estaba sonriendo del otro lado del teléfono.
—Me fue bien— sonreí —Pero no necesitaba de ningún sexy niñero que cuidara de mí.
—Sexy, eso significa que sí te gustó. Cuéntame todo, quiero detalles sucios— rodé los ojos al escuchar una risilla emocionada.
—No te los daré— reí —Solo necesitas saber que lo pasamos muy bien— Miranda soltó un gritito emocionado que casi me rompe el tímpano.
Platicamos un rato sobre Chris y su amigo, el chico que acompañó a Miranda a casa, pero con el que desgraciadamente no obtuvo ninguna diversión. Colgué el teléfono alrededor de la 1:00 am, tuve que cortar a mi amiga porque mis ojos empezaban a cerrarse por sí solos.
No supe en qué momento me quedé dormida hasta que la alarma en el teléfono me despertó. Me levanté sintiendo una horrible punzada en el cuello, eso me pasaba por dormir en el sofá.
Después de desayunar un tazón de cereal hice la misma rutina de todos los días, me bañé, alisté mis cosas y fui a la oficina. Por la tarde rechacé de nuevo la invitación de Miranda para ir por unos tragos y regresé a mi departamento. Encendí el televisor para ver otra película navideña mientras alistaba mi maleta para ir a casa para las fiestas.
3 meses después
Estaba vuelta loca, estaba segura de que había puesto unas muestras de telas sobre mi escritorio pero no las encontraba.
—¡Leyla!— grité a mi asistente desde adentro de mi oficina a la par que revolvía los papeles que tenía frente a mí intentando encontrar esas muestras.
—Dime.
—¿No has visto una...?— hice señas con las manos intentando simular la carpeta —Necesito unas telas para mostrarlas al cliente.
—¿Es una carpeta blanca?
—Sí.
—Ya entregamos las muestras al cliente. Las guardé en el librero— dijo señalando el mueble blanco que se encontraba en una esquina de la oficina.
—¿Y quién carajos te dijo que las guardaras?— la miré furiosa —¡Aún no termino con el proyecto y las necesito aquí!
—Tu me lo pediste ¿lo olvidaste?— su mirada desconcertada me hizo reaccionar. Me había portado mal con ella. Entonces hice memoria y recordé que le pedí que pusiera la carpeta en su lugar hace dos días.
—Cierto...— arrugué el ceño sin comprender el porqué me había molestado con Leyla cuando hizo lo que le pedí —Lo lamento, Leyla, es solo que...no sé lo que me pasa últimamente, creo que es tanto trabajo— me disculpé con una sonrisa sintiendo cómo mis ánimos se calmaban.
No sé qué me estaba pasando, pero últimamente mi estado de ánimo parecía estar en una montaña rusa, olvidaba las cosas, desde dónde había puesto las llaves de mi casa hasta no saber si había entregado papeles o informes de los proyectos en los que estábamos trabajando.
Una semana después me encontraba tirada en el pequeño sofá que tenía en mi oficina, me sentía muy mal, mi estómago estaba revuelto, no toleraba comer algo, mis pechos dolían y me sentía inflamada. Por la mañana apenas había desayunado un tazón de cereales cuando las náuseas se apoderaron de mi cuerpo y tuve que correr al baño a volver lo poco que había comido.
Un tenue ruido en mi puerta me hizo medio abrir los ojos.
—Adelante.
—Vaya, te ves muy mal— le di una mala mirada a Leyla antes de volver a cerrar los ojos.
—Gracias por decir lo obvio, ¿puedes cancelar lo haya en la agenda? Necesito ir al doctor— me incorporé lentamente del sofá pues todo me daba vueltas.
—¿Tan mal te sientes? ¿Será algo contagioso?— rodé los ojos al escucharla, si ya me sentía mal esa mujer terminaba de marearme de lo rápido que hablaba.
—Supongo que es una gastritis o una infección en el estómago— me puse de pie y tomé mi bolso —No tardaré mucho.
Bajé del edificio, subí al taxi que Leyla me había pedido y le indiqué que me llevara al médico más cercano.
Mientras llenaba la forma de ingreso a la clínica mi mente hizo un pequeño click. ¡Claro! era mi periodo, digo, aún no llegaba, pero el dolor de senos y la inflamación eran normales en mí, lo que no era tan normal eran las náuseas y el vómito por las mañanas.