No me digas que me amas

Capítulo 4

—¿Qué dijiste?

—Lo que escuchaste, estoy embarazada.

—Pero... ¿no usaron protección? ¡Es un desconocido! No sabes si está enfermo de algo raro —en eso tenía razón.

—Claro que lo usamos...al menos...las primeras dos veces —Leyla me miró arqueando una ceja —¿Qué?

—¿Es guapo? —reprimí una risa, ella era así, no perdía la oportunidad cuando veía a un hombre atractivo.

—Bastante —sonreí inconsciente al recordar sus bellos ojos azules, su sonrisa, su voz, sus tonificados brazos y esos tatuajes sobre su torso…

—¿Sigues aquí? —los dedos de Leyla haciendo un pequeño chasquido frente a mí me sacaron de mis pensamientos. Asentí —Y...entonces ¿qué vas a hacer?

Esa era la pregunta del millón ¿qué iba a hacer? ¿Debería buscar a Chris y decirle que sería padre? Supongo que sí, era lo correcto y lo más sensato, pero…si no se lo decía él no tendría manera de saberlo y podría deshacerme de la bolita.

Con un mar de pensamientos salí del trabajo mucho antes de la hora de salida. Me era imposible concentrarme en los proyectos, por lo que me dirigí a casa, tenía mucho en que pensar.

Casi no dormí en toda la noche. Me dediqué a dar vueltas sobre el colchón hasta que me decidí a hacer una llamada. La voz adormilada de Miranda me provocó una punzada de pena al llamar a media noche, pero necesitaba ayuda.

—¿Sabes su nombre completo? —pregunté encendiendo la luz en mi mesita de noche.

—¿De quién?

—¡De Chris! —tomé mi laptop y corrí a abrir LinkedIn, Facebook, Google, cualquier sitio en dónde pudiera encontrar información sobre el padre del limón que tenía en el vientre.

—No sé, ¿no le pediste su número?

—No… —la escuché maldecir por lo bajo —No estaba, ni estoy lista para una relación. No estaba en mis planes volver a verlo.

—Es por…¿eso?

—Sí... —suspiré al sentir que un nudo empezaba a apretarme la garganta —Pero no importa, ahora necesito encontrar a Chris.

—¿Eso significa que tendrás al bebé?

—No lo sé —un sentimiento extraño se instaló en mi pecho al oír la palabra bebé. No sé si ya era un bebé o seguía siendo un grupo de células, pero no nos detuvimos a pensar en eso y nos dedicamos a buscar a Chris.

Miranda recordó haber escuchado que era abogado y yo recordé que le gustaba Led Zeppelin, eso y que su apellido empezaba con E. La investigación fue cómo buscar una aguja en un pajar, nos llevó horas, pero lo logramos.

Mi insomnio hizo de las suyas y antes de las 6:00 am ya estaba despierta, con unas horribles náuseas para variar. Fue increíble que la manzana que desayuné no la terminé por vomitar; mi ansiedad me estaba sobrepasando, me había empezado a doler el estómago por lo que haría una vez que saliera el sol.

A las 9 de la mañana ya estaba a las afueras de un gran edificio rojo con cientos de ventanas en South Boston Waterfront, solo esperaba que fuera la dirección correcta.

Hablé con la recepcionista que se encontraba en el lobby y muy amablemente me dijo que subiera al décimo piso. Ahí estaba el bufete de abogados.

Me sudaban las manos, el cuerpo me temblaba, mis pies golpeaban rítmicamente el piso del ascensor, poco me faltó para empezar a morderme las uñas. Todo paró cuando las puertas se abrieron y me dejaron ver el despacho de abogados. Pregunté por Chris con la recepcionista y me indicó que tomara asiento para esperarlo.

Me llevé una gran sorpresa al ver toda la oficina, era amplia, mucho más que el lugar en el que trabajaba, además todo parecía ser tan sobrio y elegante, adecuado para un bufete de abogados.

El estómago me pesó como plomo cuando la señorita llamó mi nombre. Apenas me puse de pie, comencé a temblar. Los nervios me carcomían sin piedad alguna.

Entré a la oficina que me había señalado. Era bastante amplia, tenía un gran escritorio frente a un par de sillas y un poco más atrás, a un costado de un gran ventanal, había una pequeña sala, todo en tonos fríos, bastante elegante.

Mientras miraba la oficina una voz a mis espaldas hizo que me sobresaltara.

—¿Sabes lo difícil que es encontrar a una Amelia decoradora de interiores en Boston? —su varonil voz hizo que se me erizara la piel. Volteé a verlo, tenía un traje de color azul marino, su camisa era de un azul un poco más claro y una corbata y ¡DIOS! se veía jodidamente guapo, además su perfecta sonrisa adornaba su rostro —Toma asiento, por favor.

Cerró la puerta detrás de él al mismo tiempo que me acercaba al escritorio y tomaba asiento. Mis piernas descansaron en cuanto mi trasero golpeó la silla.

—No me llamo Amelia —solté antes de que Chris pudiera sentarse frente a mí —Mi nombre es Allison Solano García, yo...mentí cuando nos conocimos —hablé mientras sus ojos estaban fijos en mí. Su ceño estaba fruncido en una clara mueca de confusión —No salgo mucho y bueno, cuando lo hago intento no darles mi nombre real, por seguridad...

—O para que no vuelvan a buscarte —aseguró.

—Si… —se pasó el dedo índice por los labios sin desviar la mirada de mí, me sentí intimidada en ese momento. Creo que era por la diferencia de edad que ahora podía ver, parecía estar sobre los 30 y pico, tal vez cerca de los 40. Esperaba un regaño o algo por empezar a sincerarme, tenía miedo de su reacción por mentirle sobre mi nombre. Las personas suelen hacer dramas por eso, por lo que no me extrañaría haber sido la protagonista de un nuevo drama por lo que estaba por decirle.

—Sabía que no te llamabas así, bueno, tenía mis sospechas —eso terminó por confundirme. Lo miré relajarse sobre el asiento recargando su espalda sobre la silla —Más cuando regresé al edificio donde te dejé aquella vez y pregunté por ti, pero me dijeron que no había nadie con ese nombre, además de que no era una empresa de arquitectura —una sonrisa cruzó por su rostro haciéndome sonreír también.

—Entonces lo sabías...

—Sí, además te entiendo, uno no sabe qué clase de loco anda suelto —ambos sonreímos. Eso fue lo mismo que pensé el día que nos conocimos —Pero bueno, dime qué te trae por aquí.




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