No me doblegaré #1 Saga Pasiones Ocultas

Capitulo 6: Un abrazo inocente, consecuencias desastrosas

El día anterior a la marcha de Julian y Matthew se respiraba un ambiente tenso. Diane no había hablado todo el día; la duquesa aún no estaba conforme con la decisión de su marido y Cassie estaba por un lado contenta en no ver más a Matthew; por otro lado, su hermano se iba al día siguiente. 

Diane, Julian y ella habían creado una amistad sólida en el poco tiempo que habían estado juntos. Eran tan buenos amigos que distanciarse ahora les daba cierta tristeza el pensar que dentro de un día no se verían por un tiempo largo. ¿Quién iba a pensar que hace unos meses atrás les diría que serían tan buenos amigos como hermanos? 

—Me prometes que no te olvidarás de nosotras —le dijo Diane  a Julian cuando estaban sentados los tres en el manto verde de la hierba, a pesar que sus ropas se podrían manchar.

— Nunca me olvidaré porque sois mis hermanas —las dos niñas asintieron emocionadas. 

—No hagas el tonto, Julian en Eton. Ni te metes en líos — parecía que Cassie había tomado el rol del hermano mayor provocando una sonrisa en los labios de su hermano. 

— Parece que también echaré de menos tus sermones, Cassie.

—Yo también, Julian —le dio un abrazo del cual se unió Diane dando todo su cariño en ese gesto. 

— Os escribiré cada semana — les prometió. 

Al otro lado, desde la biblioteca un joven observaba la escena. No podía evitar sentir envidia de la unión y complicidad que se tenían entre los hermanos Werrington y su prima Diane. Antes el antiguo Matthew hubiera querido participar en sus bromas y juegos. Sin embargo, ahora sentía un vacío en el interior que no podía llenar. 

— Matthew, no sientas —se dijo a sí mismo cerrando con fuerza los ojos - No sientas.

Se fue de allí sin que los demás se dieran cuenta que los estaba observando como un intruso.

***

Al día siguiente el duque acompañó a su sobrino como a su hijo en el trayecto hacia Eton. Diane lloró, se sentía que por dentro se rompía un poco su corazón al ver a Julian marcharse. Era el único chico que no le había importado su cojera. La había tratado como un igual. Además, era su amigo... y hermanastro. Aunque esta última palabra no estaba en su corazón. Porque lo quería más que un amigo. Lástima que se había dado cuenta tarde cuando lo veía entrar en el interior del carruaje y se despedía desde su asiento con la mano. 

Cassie cogió la mano de su hermana y  le dio dio un apretón. A lo contrario que las pequeñas, la duquesa estaba disgustada. Muy disgustada. No le agradaba quedarse a solas con la hija de su marido. Es más, la decisión que su sobrino estudiara para labrarse un oficio tampoco le agradaba mucho. Él tenía que casarse con una dama de alta cuna. Cuando regresara le haría desistir la idea de trabajar. Ninguno de su familia trabajaría como un burgués. No lo permitiría. 

Llamó a la nana de la pequeña para que se ocupara de Cassie. No estaba interesada estar pendiente de ella todo el día y los siguientes días. Uno de sus deberes era cuidarla, pero no quería hacerlo. No sentía a su hijastra como a su propia hija. Así que le importaba muy poco lo que le sucediera. Subió a su dormitorio, pretendía descansar en la cama. 

Tanto Diane como Cassie estaban tristes. 

— Vamos, mis niñas para la casa —les dijo su nana —. Está refrescando y os prepararé un delicioso chocolate que os sentirá de maravillas.

Las dos niñas asintieron y entraron cogidas de la mano.

—¿Cassie, tú tampoco te irás? — preguntó.

Se giró hacia su hermana extrañada por su pregunta. Había temor en su voz. Cuando la escuchó sintió un mal presentimiento recorriéndole por el cuerpo. Trató estar tranquila. 

— No, no me voy a ir ningún lado.

Diane asintió y sonrió contenta con su respuesta. 

Nadie sospechaba que la duquesa estaría moviendo ficha para que Cassandra estuviera lejos de Devonshire.

...

La duquesa recibió la invitación de los señores Perrowl para un té en su casa. También, estaban invitadas sus hijas. No le hacía mucha gracia ir a visitar a sus vecinos pero como estaba aburrida y su marido no había llegado, decidió ir.  Fue abuscar la nana para que prepararan a sus hijas a la merienda.

—No me apetece ir— se opuso Cassie ante la idea de ver a sus vecinos.

— Irás — dijo firme la duquesa sin perder esa altivez que la caracterizaba en su porte—. Mejor no hagas ninguna pataleta. Compórtate y no me avergüences más. 

Cassie se mordió el labio y miró impotente a su nana, que hizo caso a las órdenes de su señora. Ayudó a vestir a las niñas. Cuando estuvieron listas, fueron hacia el carruaje. 

La casa de los señores Perrowl no estaba lejos de donde vivían ellos. Cassie en el tiempo que creía recordar no había pisado en ningún momento los terrenos de los Perrowl aunque fueran vecinos desde hace mucho tiempo. Es más, estaba nerviosa por entrar en esa casa. Intuía que estarían los hijos de dichos señores, pero ese detalle no aligeraba su aprehensión.  A pesar que había mejorado su comportamiento Peter con ella, aún no se sentía cómoda. No podía olvidar que tenía como hermana a Ophelia, una niña que guardaba maldad por dentro.




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