No me doblegaré #1 Saga Pasiones Ocultas

Capítulo 24: Correr un tupido velo

Cuando despegó sus labios con los de él, el corazón le seguía latiendo sin freno. Más asustada de lo que estaba antes, se apartó de él haciendo que la distancia entre ellos fuera más grande. Recogió las faldas y se marchó sin mirar atrás. Quería correr, huir. Estaba siendo una cobarde y lo sabía pero no podía luchar con esas ganas de huir.

- ¡Cassie!- escuchó que él la llamaba, pero no podía quedarse. Estando él, no.

Haciendo caso omiso a su llamada, corrió lejos del lugar y de él.

No estaba preparada para enfrentarse a lo que había sentido. ¿Se había vuelto totalmente loca y desesperada por desear que el beso se hubiese alargado?, ¿por qué se había sentido tan viva? Quiso apartar esos pensamientos turbadores de su cabeza pero no podía, el beso seguía intacto en su mente. El cosquilleo que le recorrió desde la espina dorsal hasta sus pies no había desaparecido. Como tampoco el sabor prohibido de sus labios. ¡Dios, era Matthew! Su primo odioso que no había parado de hacerle la vida imposible desde que sus caminos se encontraron. 

Se detuvo para coger aire de sus pulmones una vez que salió del laberinto. Sentía peligrosamente el escozor de las lágrimas en sus ojos. No iba a llorar, no iba a pensar más en Matthew. Ni en sus ojos, ni sus labios... Nada. Un grito le hizo pegar un brinco y se giró con el susto metido en el cuerpo para ver solamente a su futura cuñada mirándola con expresión de horror. 

- Cassie - cerró los ojos porque se le vino a la mente otra voz, más seductora y grave, llamándola. Fue dos segundos y su voz desapareció de su mente-. ¿Qué te ha pasado?

La joven se echó un vistazo y se echó a reír. Evidentemente su aspecto no era muy halagüeño. Pero aquello no le importaba cuando su corazón estaba temblando aún por esos besos robados. 

- Fui un momento a despejarme y me adentré en el laberinto. Sin querer me resbalé y caí directa a la fuente- soltó de nuevo una carcajada, la otra joven no la creía.

- Soy muy torpe; tengo los tobillos flojos - no era del todo mentira.

La señorita Howard hizo un gesto con la mano restándole importancia y se acercó con cara compungida a ella.

- Ay, querida. No hacía falta que te cayeras; sé que deseas probarte uno de mis vestidos y yo encantada estaré que te lo pruebes. Me lo hubieses dicho,  así no te habrías mojado - Cassie la miró con los ojos abiertos ante la burrada que había dicho -. Ven, conmigo - chasqueó la lengua y le cogió de la mano-. En mi armario te puedes poner todos los vestidos que quieras, eso sí, menos los nuevos.

Le guiñó el ojo al hermana de Julian como si esta comprendiera lo que le estaba diciendo. Cassie se contuvo en no reírse, no quería ofender a la joven. Pero le parecía la sugerencia tan surrealista.

- Veo que te he dejado sin palabras. No quiero imaginar cuando veas mis vestidos. Te dejarán sin aliento. ¡Vamos! Te tienes que quitar la ropa sino te vas constipar y mis suegros me matarán por no haber cuidado a mi cuñada. Julian pondría el grito al cielo.

La  joven Werrington se preguntaba qué habría visto  su hermano en ella. Si era la dama más superficial,  y eso sin contar, a la hermana de Peter, lady Ophelia, que era la más mimada y banal que había todo en Londres. Aún seguía rechazando propuestas de matrimonio porque quería simplemente coquetear y sentirse apreciada por el sector masculino. Además, que seguía encaprichada por su hermano, aunque este respiraba más tranquilo cuando su padre decidió no querer saber más de ellos.

Al pensar en lady Ophelia, no tardó que en su mente viniera la imagen de Peter. No lo había visto. Parece ser que la visita de su padre a los Perrowl fue más que efectiva, porque los siguientes eventos, no habían coincidido. Eso le daba paz y tranquilidad en parte. Todavía tenía el resquemor del orgullo herido.

Suspiró y siguió a los pasos de la muchacha que parecía que tiraba de ella. Menos mal que la señorita Howard era algo de inteligente porque no la llevó por la zona donde estaría el resto de invitados. Si la vieran quizá se inventarían nuevos chismes y nada agradables, conociéndolos de primera mano. Al menos le tendría que agradecer ese detalle y el vestido que le iba a prestar, al menos le había puesto en bandeja la excusa perfecta por si la gente le atosigaba con preguntas aunque eso hiciera que el ego de la señorita Howard aumentara como el de un pavo real.

 

Matthew dibujó una mueca y su expresión se volvió taciturna al ver que cierto ángel se iba, huyendo de allí. Cada vez más lejos de él. El sonido de los tacones de la joven se dejó de escuchar. Salió de la fuente notando la humedad del agua en los pies y el bajo de los pantalones. Sus zapatos hicieron un ruido espantoso cuando pisó el suelo. Se sentó en un rincón y se entretuvo en sacarse los zapatos y tirar el agua que llevaban adentro. Esbozó otra mueca y miró con espanto al calzado, estaba hecho un desastre. Lo dejó a un lado con los calcetines. Sus ojos fueron hacia el punto donde ella se había ido. 




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