No me doblegaré #1 Saga Pasiones Ocultas

Capítulo 25: Aléjate de ella

Cassandra regresó a la fiesta acompañada por la prometida de su hermano. Sentía un nudo de nervios en el estómago. Había estado ausente bastante tiempo y su reaparición daría que hablar. Efectivamente no se equivocó, cuando había vuelto, las alcahuetas de antes volvieron a chismorrear como un par de marujas. No era algo difícil de adivinar.

Su hermano Julian en cuanto la vio enarcó una ceja y le preguntaba con la mirada que le había pasado. Al igual que él, sus familiares se quedaron extrañados por su nueva vestimenta. Por supuesto, la duquesa de Werrington no se le había escapado el detalle que su sobrino estaba tardando en regresar. Suponía que las dos ausencias tenían que estar vinculadas. Y mantendría una conversación seria con Matthew porque no iba a permitir que comenzara a actuar de forma inapropiada con su hijastra.

El duque de Werrington, que estaba en ese instante intercambiando opiniones con el señor Howard y otros señores, se acercó a su hija preocupado.  No evitó echar un vistazo largo a la vestimenta de su hija.

-¿Qué le ha pasado a tu anterior vestido? - le tomó la mano,mientras Cassie le pitaban los oídos porque varios señores, que estaban cerca, hablaban de ella con un insultante descaro como si fuera una yegua de feria. Incluido el señor Howard.

Le dio repugnancia.

Se lamentó de haber escogido ese vestido, por desfortuna, su cuñada no le había sido de gran ayuda porque la mayoría de sus vestidos le quedaba grande de pecho y de hombros. El que llevaba puesto no era la excepción. Trataba con el chal de tapar el inapropiado escote. 

-Mmm, el vestido dices ... - sus mejillas se sonrojaron, no estaba acostumbrada mentir y menos a su padre -, lo he tenido que tirar porque he sufrido un percance.

Bajó la voz para que solamente la escuchara su padre.

-Cuñada - inquirió la señorita Howard -. No te avergüences. Verá que este vestido le ayudará a buscarse un marido. No se preocupe.

Tanto su padre como ella se quedaron mirándola con la boca abierta. Había dicho una mentira como la copa de un pino. Después lo que había pasado con Peter, su intención no era comprometerse de prisa y corriendo. No le entusiasmaba la idea, y más, cuando los hombres que estaban presentes en la fiesta no le atraían. Antes prefería vestirse con los hábitos de una novicia que dar su mano a uno de ellos. 

-Padre, no es cierto – estaba tan turbada que echó un vistazo por encima de su hombro si habían escuchado la última perla que había soltado por la boca de su futura cuñada. Por desgracia, sí la habían oído.

¡Cómo para no oírla, si cuando hablaba, gritaba a los cuatros vientos! Se echó una mano al rostro cansada de la situación vergonzosa que se había creado debido a su torpeza y a la buena intención samaritana de su futura cuñada.

-Ha sido un accidente, padre. Créeme que lo ha sido - le frustraba tener que justificarse, le estaba empezando a doler la cabeza -. Si me disculpáis, voy a hacia la casa. Empiezo a tener frío.

-Claro, hija, ve. Dentro de un rato, nosotros entraremos.

-No hace falta mucho tiempo para que comiencen la cena y la pequeña sorpresa que le tenemos preparados – añadió alegremente la señorita Howard, contenta y orgullosa de como se estaba desarrollando la velada.

Cassie tenía miedo sobre cual sería esa sorpresa. Ya no sabía lo que iba a esperarse de la joven. Gracias a la imprudencia de esta, parecía que le había puesto un cartel: "Desesperada y bien dispuesta para encontrar un marido". Eso le aterrorizaba y le daba asco por parte iguales.

 

Matthew, ignorante del percal que se había creado durante su ausencia, fue interceptado por la dama que antes su buen amigo Edward le había presentado, lady Cortirmer. Era viuda, con los cabellos negros y de piel porcelana, atractiva y con las curvas que él, en alguna ocasión anterior, le habrían atraído pero que ahora no le llamaban tanto la atención. Tenía que reconocer que el carácter de ella, espontáneo y descarado, podía volver loco de remate a un hombre.

-Edward y yo te echábamos de menos. Nuestro amigo había ido a buscarte al ver que no aparecías – Matthew detuvo el acercamiento delas manos de la mujer a su torso.

-No es el momento – le explicó al ver la desilusión en los ojos de gata de la mujer.

-Tienes razón – soltó una risa cantarina -. ¿Te preocupa demasiado las normas?

El hombre quiso por un momento no contestar pero no quería parecer maleducado.

-No son las normas lo que me preocupa, pero tengo a mi familia cercana y no quiero dar un ejemplo de comportamiento escandaloso.

-Claro – los ojos de la mujer brillaron con picardía -. Aún se habla de su última hazaña en la tienda de modas de Bellisemer.

-Del cual no estoy orgulloso – apostilló con la voz tensa.

-Uy, he tocado un tema espinoso – la dama se dio cuenta de la tensión que emanaba del cuerpo del hombre. No quería molestarlo, ni ofenderle, y más cuando estaba interesada en él desde la primera vez que lo vio y decidiera que Edward se lo presentara a toda costa-. Lo lamento de verdad, no tengo filtros en mi boca.




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