No me doblegaré #1 Saga Pasiones Ocultas

Capítulo 34: Verdades ocultas a la luz

a oscuridad mantenía a Cassandra ausente e inconsciente de la cruda realidad. Aún no había abierto los ojos tras el golpe que recibió en  la sien. Nada más sentía que un pequeño sordo dolor. Por lo demás, era silencio y un manto negro como la noche. Temía que cuando por fin abriera los ojos una nueva pesadilla se iba a presentar ante ella. No estaba equivocada.

 

En Londres.

Matthew no podía estarse quieto incluso cuando el duque le aconsejó que mantuviera la mente en frío. Pero era imposible cuando su ángel estaba a fuera, quizá en un lugar que no conocía de nada, secuestrada y en peligro. ¡Maldición! Era un estúpido, debería haberse asegurado ir con ella hasta en el interior del carruaje. Sentía por dentro morirse. Era como si alguien lo estuviera asfixiando. Pero nadie le estaba apretando el cuello.

Habían avisado a la policía del secuestro inmediatamente. No fue gran cosa, porque al momento de notificar el secuestro los habían despachado. Ahí, estaban en su casa sin saber ninguna noticia sobre ella. 

El duque había mandado una nota a Isabelle y al resto de sus amigos, avisándoles del secuestro de su hija. No tardaría que todos supieran ya de la desagradable noticia.

Piensa, Matthew, dónde podría estar. En ese instante que su cabeza no paraba de dar vueltas sobre el asunto alguien tocó la puerta asustándolo y pensado, unos breves segundos, que sería ella la que tocaba. Sin embargo, cuando abrió la puerta se topó con otra cara conocida que no era el de su amada. No puedo evitar recibir esa persona con una mueca.

- Lady Cortimer, ¿qué hace aquí?

La mujer se quedó muda de palabras porque no esperaba ver al duque allí mismo. Frunció el ceño al notar la voz tirante de su amante. ¿No estaba alegre por verla?

 - Acordamos que hoy te vería - era una mentira pero no pensó en alguna excusa factible.

- Lady  Cortimer, me tendrá que disculpar porque tengo visita y estoy ocupado.

El duque se sintió incómodo porque percibía una creciente tensión entre los dos amantes. 

- Querido, te noto agobiado, ¿ocurre algo? - colocó su mano en su pecho que él  apartó sin consideración.

Eso no le gustó para nada a la mujer. Es más, la enfureció.

- Está bien, ya me avisas cuando estás desocupado - dijo con retintín que evidenciaba su enfado con él.

Pero el hombre no se paró a responderle. Ni siquiera se alteró cuando su ex amante, para él ya lo era desde que le prometió fidelidad a Cassie, dio un portazo al salir de la casa. Tenía otras preocupaciones más importantes en la cabeza.

 ¿Amor mío, dónde estás?

Notó la mano de su tío en su espalda.

- Esa mujer no tenía culpa para que le contestaras de esa forma.

Matthew le hizo gracia el repentino gesto caballeresco de su tío. 

- Lo sé - suspiró y se sentó en el sofá del salón - Pero ahora mismo no me preocupan las formas, quiero encontrar a mi prima.

Impotente dio un silencio puñetazo contra el cojín.

- ¿Tienes alguna idea de quién podría? ¿Un ex-pretendiente celoso y despechado? ¿Alguien que ha tenido un pequeño percance?

Las preguntas hicieron que Matthew frunciera el ceño. Podría ser... Cada vez que lo pensaba, la idea se consolidaba. 

- No estoy muy seguro, tío. Pero me temo que sé quién es esa persona.

Rezaba que no fuera demasiado tarde.

 

A pesar que quería mantenerse en la absoluta oscuridad, el dolor se agudizó y eso la hizo despertar. Pestañeó porque apenas había luz en esa habitación, ¿dónde estaría? Sentía un calambre en las piernas, se dio cuenta al moverse que estaba encima de una ¿cama? Sí, era una cama. Tenía tanto las manos como los pies atados con una cuerda.

Un sudor frío se perló su piel. Tenía la boca tan seca que le costó preguntar por su doncella. Desde el momento que alguien le golpeó en el carruaje no sabía de ella. 

- ¿Sandy? - su voz sonó como un graznido.

- No pregunte por ella, malgasta saliva - esa voz sonó detrás de su espalda. 

Cerró los ojos con miedo. La voz de esa persona le sonaba remotamente familiar.

- ¿Dónde está? ¿Qué le ha hecho? - el tejido de la cuerda rozaba su piel provocándole un leve escozor.

La risa perturbada de aquel hombre la hizo encogerse sobre el colchón.

  - Su doncella no está aquí, está sana salva - no estaba segura de creer en su palabra - Pero basta de hablar de ella. ¿Por qué no hablamos de la razón de su presencia aquí?

- ¿Para qué?, ¿qué quiere de mí? - abrió los ojos e intentó ver entre las sombras alguna pista para descubrir la identidad del hombre. 

Escuchó como los pasos de unas botas se acercaban a ella.

- Lo que quiero de ti es muy sencillo - se estaba acercando más y pudo ver el bajo de su pantalón, ascendió la mirada y ahogó un jadeo al ver quién era -. La destrucción de tu familia.




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