No me doblegaré #1 Saga Pasiones Ocultas

Capítulo 38: Amándote

Estaba a punto de romperse. Era arcilla para las manos de él que la moldeaban a su antojo.  Soltó un suspiro que sonó ronco y roto cuando él empezó a acariciarla ahí abajo, humedeciéndola más. Su toque era ardiente y perverso. No lo soportaba más y gritó su nombre cuando el placer que se remolinaba en sus entrañas explotó dejándola en un sopor placentero.

Abrió los ojos y su corazón dio un vuelco cuando vio en sus ojos negros como las alas de un cuervo un hambre voraz.

—  No quiero hacerte daño — llegó a escuchar de sus labios. 

Cassie no fue consciente de ese momento, no supo si dijo algo. No lo recordaba con nitidez. Su mente se le nubló cuando la boca del hombre volvió a las andadas, besando las cimas de sus pechos. Gimió y jadeó cuando, nuevamente, olas de placer se estrellaban en su cuerpo. Lentamente,  él introdujo su miembro con suavidad e intentando no hacerle daño a su amada.  Ella soltó un quejido y él intentó calmarla acariciando con sus dedos la cúspide de su feminidad. Aunque sentía una punzada de dolor, poco a poco comenzaba a remitir mientras su cuerpo se llenaba de otras sensaciones más imperiosas. Necesitaba más de él.  Envueltos por la locura de la pasión, se besaron y sus cuerpos danzaron salvajemente hasta alcanzar el orgasmo. La joven gritó desbordada por la explosión de placer. Sintiendo tal intensidad en sus venas, arañó el cuerpo del hombre, inconsciente si le estaba produciendo dolor en la espalda con sus uñas. 

Matthew se apartó pero no demasiado. Como no quería aplastarla con su cuerpo se echó a un lado y la atrajo hacia él, en un abrazo cálido. Se fijó en su respiración pausada. Se había quedado dormida. La rodeó con sus brazos y apoyó la cabeza en su pecho. 

— Te amo —  le susurró antes de que se le cerraran los ojos y se uniera también en el mundo de los sueños. 

 

Los rayos que entraban por su ventana le hizo apretar los ojos. Aún no quería despertarse, se dio la vuelta para que no le molestara la luz. Se acurrucó más en las sábanas. Notó la presencia de él.

  — Mmmm —   su cuerpo fue envuelto por un contacto muy familiar.  Unos brazos la rodearon, atraiéndola. 

Su espalda chocó contra su pecho masculino. Se sentía tan cómoda y protegida en sus brazos que no quería despertar. Sus labios se curvaron una sonrisa cuando Matthew empezó a depositar besos por su hombro desnudo. Escalofríos recorrieron por su cuerpo. 

Permaneció con los ojos cerrados a la expectativa de lo que él iba a hacer. 

Más de un momento soltó un suspiro cuando él besó su espalda, su cadera... Si creyó que él iba a detenerse, se equivocó. Volvió a sentir esa magia especial que él hacía con sus manos y su boca. La amó de nuevo como lo hizo la anterior noche y ella estalló en mil pedazos. 

 

Cuando abrió los ojos por fin, supo que él se había ido. Una sonrisa se curvó en sus labios. Aunque no estaba ahí sabía que él no podía permanecer más tiempo en su habitación. Sino los pillarían y daría tema del que hablar a los sirvientes. Cogió la bata que estaba tirada en el suelo y soltó un gemido. Dios, estaba molida. Sabiendo la razón de ello, un rubor tiñó sus mejillas. Un montón de recuerdos agolparon en su mente, provocando un incesante hormigueo en su estómago. 

Se llevó un gran susto cuando su doncella abrió la puerta. Menos mal que no estaba Matthew.

—  Señorita, me comenzaba a preocupar que no saliera tan pronto de la cama.

—  Estaba... — se quedó en blanco. No sabía qué decir. Menos mal que Sandy no era consciente de ello. 

—  No se preocupe, ya el señor Matthew nos ha dicho que se encontraba indispuesta. Por eso no pudo bajar a desayunar.

Frunció el ceño mientras asentía. Intentó que su doncella no se acercara mucho a la cama. Tenía que cambiar las sábanas antes que alguien viera la prueba de su pérdida de virginidad. El rubor de sus mejillas se acentúo. 

Intentó fingir, aparentar que no había ocurrido nada en esas cuatro paredes cuando, realmente, su mundo había dado un giro de trescientos sesenta grados. 

  —  Sandy, preferiría descansar un rato más —  agradecía que su doncella siempre respetaba sus decisiones sin cuestionarlas.

— De acuerdo, volveré más tarde.

—  Gracias — su cuerpo se relajó. 

Una vez segura que no había nadie, comenzó a quitar la sábana sin detenerse en mirar la mancha roja que ocupaba una parte de la tela. Sin saber que hacer con ella, la escondió en un baúl. No era un lugar seguro pero era lo primero que había pensado. Suspiró más tranquila viendo que no estaba dicho objeto a la vista de los demás. Ordenó un poco la habitación y decidió esperar un poco antes de bajar y dar la cara. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.