No me doblegaré #1 Saga Pasiones Ocultas

Capítulo 42: Lady cortirmer

La mujer de cabellos negros agarró bien fuerte al  hombre que tenía enfrente, incluso le clavó las uñas para que no se moviera. No iba a dejar que se fuera tan fácilmente de su lado cuando la había esquivado todo ese tiempo. Le disgustaba mucho haberlo encontrado con esa mocosa de Werrington. ¿Quién le diría que sería su mayor rival? Si no le hubiera advertido la duquesa de sus sospechas sobre ello, posiblemente podría haberlo perdido.

—Matthew, querido. ¿No pensarás en dejarme sola? -  preguntó con saña cuando advirtió la determinación en sus ojos de ir tras ella.

El hombre cerró los ojos atormentado.  Se notaba a mil leguas que pensaba en "ella" y eso le reventaba. Mucho. Sentía que la sangre le hervía.

—Lady Cortimer — inspiró y la miró con ojos "no muy amables" —, creía que habíamos acordado vernos esta tarde.

—  Pensé en darte una sorpresa  —no le importó que estuviera presente la secretaria para ponerse cariñosa con él aunque había que decir que Matthew pretendía mantener las distancias en todo momento.

—No me gustan las sorpresas —  lady Cortimer puso los ojos en blanco. 

—Querido, unas horas después o antes no tienen mucha importancia. Además, un pajarillo me dijo que estarías aquí y estaba tan deseosa por verte.

Pero no podía decir lo mismo por él. La miró con suspicacia.  Estaba pensando en matar ese pajarillo. Por culpa del chivato le había estropeado el momento con Cassie.

Recordarla era una brasa ardiente en su pecho. 

Ardía y dolía.

—Tienes razón, no importa —dijo lacónico y la miró sin sentimiento — . Ahora vamos a hablar, tú y yo. Creo que no va a ser aquí. 

No la agarró, ni se acercó. Le señaló con la mano el irse por la puerta.

—Perfecto — aunque Matthew no estaba respondiendo como ella le gustaría, estaba satisfecha porque estaría con él y eso le bastaba. Además, estaba el tema del embarazo.

Antes que los dos abandonaran el vestíbulo del bufete, se fijó que la dama de alto nivel, la viuda Werrington salía por una puerta. Se fijó en los dos y una sonrisa de orgullo se dibujó en sus labios. 

Contando como aliada a la duquesa no podía ir mal sus planes. 

 

Matthew no apartaba la mirada de la ventana. A fuera estaba lloviendo, las gotas se deslizaban como hilos de aguas por la superficie del cristal. A su espalda estaba la mujer que comenzaba a odiar. Sí, la odiaba pero no era un odio que quemaba por dentro, sino el que amargaba el alma. Aunque ella llevara dentro de su vientre su hijo, tenía sus sospechas. ¿Cómo podía saber la verdad? Edward la había perjurado que era verdad. ¿Si no lo fuera?, ¿Si ha habido más hombres en la cama de ella? 

Escuchó el frufrú de la falda, se tensó cuando notó la mano de la mujer deslizándose por su espalda. Se mantuvo 

—¿Por qué estás tan silencioso? 

 —Dímelo tú —se apartó de ella y caminó por el salón. Había decidido de llevarla a su casa, en su terreno —. No me esperaba de pronto que vaya a ser padre.

—Yo tampoco —la dama suspiró y se sentó de nuevo en el sofá, se puso una mano en el corazón afligida —. Cuando supe que tenía un retraso, se me vino el mundo abajo.

Matthew la miró sin creer aún lo que decía por su boca.

—Querido, esto no es fácil para mí. Estaba desesperada porque no sabía qué hacer o cómo actuar. Necesitaba que estuvieras a mi lado, apoyándome y hacerte cargo de este bebé.

Hizo un esfuerzo para no sacarla de su casa a patadas. Aún le parecía tan surrealista que le costaba pensar que fuera cierto. En su interior seguía latiendo una pequeña esperanza que todo fuera una pesadilla. 

—Lady Cortimer — no la tuteó, ella se dio cuenta no le gustó para nada como estaba girando la conversación —, nunca me desharía ni descuidaría a un hijo mío... y le prometo que no le faltará de nada, le daré mis apellidos pero no le haré mi esposa.

La mujer se levantó enfadada e inspiró fuertemente por las fosas nasales.

—Matthew no lo estás diciendo en serio. Estás bromeando —so no se lo esperaba, ni hablar, quería a Matthew a su lado como marido suyo, no le valía que se encargara del bebé —. Si no te casas conmigo, tu hijo será un bastardo para toda la vida.

El hombre se rio sin ápice de alegría.

—No me hace gracia —ni lo más mínimo.

—Tampoco a mí —cortó poniéndose serio e intimidante —. Ese bebé  que está en su vientre lo querré como a mi hijo que va a ser pero a usted, señora, no.

Lady Cortimer quería sacarle los ojos. No le podía estar pasando. La duquesa le aseguró que él le propondría matrimonio. Según ella, los ideales de él no le permitirían hacer lo contrario. Él era muy responsable y cumplía siempre con su deber. Pues parecía ser que se había equivocado completamente. Tenía que calmarse. Si se mostraba arisca, todo lo que había hecho no habría significado nada. Sería dos pasos atrás, en vez de, dos pasos adelante. Además, él estaba reticente a acercarse a ella. Si le daba el tiempo y espacio, posiblemente, él volvería a sus brazos. Lo deseaba tanto que no pensaba con coherencia. Lo quería y haría lo que sea para que él regresara en su lecho. No solamente como amante sino también como esposo. Así le demostraría a más de uno, mejor dicho, especialmente a una que Matthew sería suyo. Ni nadie, ni nada podía hacerle cambiar de idea.




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