No me doblegaré #1 Saga Pasiones Ocultas

Capítulo 43: Jaque mate a la reina (II)

Isabelle Werrington se despertó sin sospechar que la traidora de su doncella se había llevado su diario personal.  Ni siquiera lo intuyó hasta que fue demasiado tarde para ella. Lo iba a descubrir en sus propias carnes.

—Duquesa — llamó una de sus empleadas. Parecía preocupada.

Puso los ojos en blanco y continuó admirando su imagen en el espejo de su tocador. 

—Dime.

—Mary ha desaparecido.

Eso le llamó la atención, tanto que apartó la mirada del espejo para ver a la muchacha nerviosa. Se le notaba que temía su reacción. No andaba mal desencaminada. Más de uno de la  servidumbre tenía que aprender a obedecer y respetarla. Sino los castigaría a latigazos como le ocurrió la tonta de Mary. 

—¿Cómo que ha desaparecido? —esa noticia no le podía salir beneficiosa para ella. 

 —No la encontramos en la casa.

Isabelle soltó una maldición en voz baja.

 —Bueno, si ha desaparecido no nos importa. Ya no trabaja aquí.

— Pero... —se calló ante la mirada cortante de su señora —. Está bien.

No le preocupaba si la estúpida moría en la intemperie o por la infección de sus heridas. No podía acusarla de maltrato porque era la duquesa Werrington y su palabra valía más que otra persona.

 

Más tarde recibió la visita de lady Cortimer entre lágrimas y lamentos. Su visita no le pilló de sorpresa. Ya se imaginaba que su sobrino había descubierto la verdad. Gregory, quien trabajaba  para su sobrino,  había corrido muy rápido para contárselo. Si él supiera que su mujercita había pagado muy caro su torpeza, quizás lamentaría haber ido de chismoso. "Ojo por ojo; diente por diente". Si su empleada hubiera sido obediente, no lo habría dejado entrar, por tanto seguiría la farsa. Pero nada podía hacer para consolar a lady Cortimer. Se había acabado el juego para ella. Además, ya no le servía la mujer  para sus propósitos. Cassie estaba fuera de su camino y nada más importaba que eso.

— Tendrás que hacer caso a mi sobrino. Tu reputación caerá a pique en el instante que se publique tu confesión. 

La mujer no paraba de llorar y entre quejidos soltó:

— ¿Podrías hablar con tu sobrino? Podrías convencerlo en que desista.

La duquesa se rio ante la inverosímil petición. La otra mujer la miró con extrañeza. No era divertido lo que le estaba ocurriendo.

— Tú misma te los has buscado —dijo mordazmente — . No voy a ayudarte. No quiero que me salpiques en tus asuntos.

— Pensé que eras mi amiga — musitó incrédula.

La decepción la golpeó cuando escuchó fríamente los labios de la que creía que era su amiga.

—Deberías conocerme mejor — se paró para recalcar las siguientes palabras que dijo: — Yo no tengo amigos.

 

En esa noche, después que la dama se marchara, se preparó para el siguiente evento social en la que estaba invitada. A una cena en la casa de los señores Bridgerton. Aunque no le gustase vestir de luto, lo tenía que hacer para aparentar "la pobre y desconsolada viuda de Werrington". Más que nunca sus vecinos y sus pares la respetaban y la admiraban. Parecía ser que ser "viuda" una era más respetada que cuando estaba el duque. Nunca lo había pensado. Esa noche tenía que lucir más bella que nunca y ser la envidia de muchas mujeres.

Su vida antes de conocer al duque no fue fácil. Procedía de una familia pobre y tuvo que casarse para salir del infierno que era su hogar.  Pero no mejoró su vida cuando conoció a Fernand, su primera marido y el padre de Diane. Un baronet que la había engañado diciéndole que tendría una vida de reina. Fue todo lo contrario. No tenía ni un penique en sus bolsillos y era un adicto a la bebida.

 ¡Maldita fuera Fernand! . Realmente no duró mucho tiempo en vida. Nadie sabía que fue ella la principal responsable de su mala caída con el caballo. Ella se encargó que la montura estuviera suelta el día que él decidió cabalgar.

No le dio pena cuando le comunicaron que lo habían encontrado muerto y con el cuello roto. El pobre tenía que pasar a mejor vida tarde o temprano, ella había colaborado un poco para acelerar el proceso.

Por suerte conoció al duque y su vida mejoró ostentosamente. No se podía quejar. Lo había seducido, como hombre débil cayó en la trampa. 

Movió la cabeza dejando atrás los recuerdos y se concentró en la charla banal de la anfitriona. Estaba hablando de su nueva mascota, un yorkshire que su marido le había comprado como regalo para celebrar su aniversario. La duquesa desdeñó en silencio ese regalo. Podria haberle regalado joyas pero no un perro.

Hubo algo que paró la conversación interesante de la dama. De golpe y porrazo un silencio tenso se extendió por toda la sala. El silencio fue roto cuando se escuchó el grito indignante del señor Bridgerton. Estaba gritando a la... ¿Policía? Tres oficiales entraron en la sala provocando una fuerte conmoción entre los presentes. 




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