No me doblegaré #1 Saga Pasiones Ocultas

Capítulo 45: Nueva vida

El sonido del suave murmullo del agua chocando contra la orilla de la playa interrumpía el silencio que se había interpuesto entre los dos. 

Cassie se le había atascado las palabras, ¿qué hacía allí Matthew?, ¿no debería estar en Londres? Tenía tantas preguntas en la cabeza que no supo cuál decir la primera de ellas. Su corazón brincaba dichoso por verlo, por tenerlo cerca y tocarlo. 

Miró sus manos apoyadas en su torso. Sí, estaba con ella. No era una imaginación producto de su alocada mente. 

—Estás aquí — musitó apenas en un susurro. 

Matthew asintió y con delicadeza atrapó una de sus manos para llevársela a los labios. La joven tembló ante su contacto. 

—Sí, estoy aquí — tenía la voz casi rota por la emoción contenida —, y antes que quieras apartarme de tu lado, debo decirte que he venido para que me des otra oportunidad - esbozó una media sonrisa, cabeceó intentando mantener las lágrimas a raya y no romperse delante de ella. 

Tenía miedo que lo rechazara y volviera a Devonshire sin ella.

Había conseguido que su tía firmara las escrituras a nombre de su amada. Aún ella no lo sabía, ni siquiera la situación en la que se encontraba la duquesa, que seguía en prisión y permanecería  por un largo tiempo pagando por sus crímenes.  Su tía le había acusado de traición, y tenía razón. Había traicionado a su única familia que le quedaba, pero poco le importaba ese hecho comparado con saber que había hecho justicia y podía devolverle lo que le era por derecho legítimo a su amada. 

No había sido fácil encontrarla porque cuando tuvo la intención de ir a verla en casa de su amiga Amelia, esta le dijo que no estaba y no pudo decirle su nueva dirección. Lo entendía, ya que el último encuentro que tuvo con Cassandra no fue del todo agradable. Más tarde, se acordó el momento de la lectura del testamento cuando el abogado le comunicó que heredaba una nueva propiedad en Brighton. Podía equivocarse pero no podía desechar la posibilidad que estuviera. Dejó a Gregory en Londres a cuidado de Mary que seguía recuperándose de sus heridas mientras él preparó el viaje hacia esa ciudad costera. 

Ahora estaba allí entre sus brazos esperando que ella le diera otra oportunidad.

Cassie no se apartó como él temía que hiciera. Eso le daba una leve esperanza en medio de la oscuridad. 

  — ¿Por qué debería hacerlo?  — quería asegurarse que el corazón de él fuera únicamente suyo y no hubiera más lady Cortimer en sus vidas. Sin embargo, no podía olvidarse que ella iba a darle. ¿Cómo se enfrentaría a ello?

Pareció que Matthew leyó sus pensamientos.

  —  Cassie, lady Cortimer no forma parte de mi vida —  la joven abrió los ojos como platos y abrió la boca para preguntar pero él se encargó de responderle —. Me engañó, bueno, nos engañó, si tuvo un bebé en su vientre lo mató por egoísmo. Nunca la quise, mi ángel. Créeme.

  — Lo siento —  derramó más lágrimas  y Matthew, que no soportaba verla sufrir la abrazó a su cuerpo, meciéndola como si fuera una niña — . No creí que fuera a ser...

  —  Malvada y cínica —  notó el asentimiento de la cabeza — . Ambas cosas lo era, pero no hablemos más de ella —  se apartó para mirarla directamente a los ojos — . Me has preguntado el porqué deberías darme una oportunidad — hizo una mueca sabiendo que su historial de antecedentes no jugaba a su favor —. Aunque he sido un idiota que no supe quererte desde un principio como merecías, te amo y si me dices que no, lo aceptaré aunque me vaya roto de dolor. 

Cassie alargó un poco más su silencio haciendo sufrir un poco a su amado. Sabía cuál era la respuesta que le iba a dar desde que lo vio, ahí enfrente de ella. Lo observó como un guerrero esperando la última palabra de su reina. 

  — Matthew — lo quería, lo amaba — . Aún no te he perdonado —  se fijó como el brillo de los ojos del hombre se apagaba.

— Conseguiré que me perdones —  dijo con gravedad.

Ella lo sabía y, por primera vez, sonrió. 

  — No te pondré las cosas fáciles.

Él la miró con los ojos entrecerrados, de alguna manera entendió por fin sus intenciones. Una sonrisa traviesa se formó en sus labios.

— ¿Qué cosa tendré que hacer amada mía? —  atraiéndola más hacia su pecho.

La joven se puso de puntillas, apoyándose en los hombros de Matthew, le susurró a unos milímetros de sus labios:

  — Amarme todos los días como el primer día que lo hiciste.  




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