Editora: VaniSisters
Unas horas antes
En cada familia hay varios tipos de tíos; está la tía linda que tiene el esposo perfecto, no tiene hipotecas y es la más estudiada; está el tío que es borracho y que su exesposa le tiene una pensión (y eso que no tiene hijos), está la tía soltera pero con mucho dinero y que colecciona gatos como si fueran obras de arte.
En la familia Johansson son tres mujeres y un hombre. Mi tío Artur es el hermano mayor, luego sigue mi mamá (que es la insoportable), mi tía Megan que es la mujer más puta que puede haber en la tierra, claro, después de mi abuela, que los abandonó por irse detrás de un miembro viril.
Para las que no saben, un miembro viril es una verga, un pito, una pinga, un pipi, un pene...qué sé yo, como le quieran llamar.
—¡Ey! Ty ¿Acaso no puedes dejar ese teléfono para comer? —escuché decir a mi tía Sadie, pero antes de poder responder mi madre salió a seguirle la corriente.
—No Sadie —expuso—. Ni insistas que esa mujer no suelta su celular ni para ir al baño. —La mujer de cabello corto ni se atrevió a mirarme y eso que se hace llamar mi madre.
Mi tía Megan negó un par de veces y dijo:
—Así está Maya. ¡Yo no sé qué tanto se la pasan haciendo en ese aparato! Lo único que hace es ponerlas estúpidas. —Emilia se sentó a mi lado y me miró con el ceño fruncido.
—Apaga eso ya. ¡Ya hablé! Y es una orden Tara. —La voz ronca de mi madre cerca de mi oído me da ganas de decirle que se calle.
O sea, no entiendo por qué coño las madres se molestan tanto en joder y joder la vida, ¿acaso son así de infelices? Toqué el botón de mi móvil y lo dejé al lado mío por si Nicholas me respondía.
—Es que así son los jóvenes de hoy en día. Parece como si no les gustara convivir con la familia —dijo mi tía Sadie que no paraba de mover sus manos sin saber qué agarrar de la mesa.
—Yo cuando tenía la edad de Tara salía a comer con mis amigas y hasta tenía novio.
¡Joder! ¿Por qué mi tía Megan no se callaba la boca?
—Sí, yo también. A esa edad tuve mi primera vez. —Soltó una risita traviesa, lo que me hizo querer salir corriendo e irme a vomitar, pero no lo hice porque pensarían que me he vuelto una anoréxica. ¿Se imaginan? Una gorda anoréxica. Sería algo así como cuando Nora la de Hush Hush llamó a Marcie cerda anoréxica.
—Yo no sé qué piensa esta niña de la vida. Solo se la pasa con el celular viendo memes, viendo series y quién sabe si hasta verá pornografía.
Esperen... ¿Mi tía Sadie acababa de decir que veo pornografía?
No pude evitar fruncir el ceño y mirarla mal. Odiaba que me dijeran ese tipo de cosas solo porque me la pasaba encerrada en mi cuarto. ¿Acaso todos necesitamos sexo?
—¡Ay Dios! ¿Por qué no comemos y ya? —Me crucé de brazos irritada por esa estúpida conversación.
Los ojos miel de mi tía Megan me miraron maliciosamente y me preguntó mientras se servía un poco de Coca-Cola:
—¿Cuánto peso has bajado, cariño? Yo te veo igual de rellenita que el año pasado. —Sí, esa estúpida mujer sigue jode y jode con mi maldito peso.
No hay nada más horrible que alguien te diga que te ves gorda o fea cuando andas con el periodo. Cuando andamos con ese montón de sangre saliendo de nuestros cuerpos nos sentimos como un elefante.
Te salen espinillas, te ves gorda, te sientes triste y odias al mundo, incluso hasta a la vecina que se compró un nuevo carro. Es ahí donde me pregunto por qué mierda no soy la hija de Barack Obama.
—Sigo igual de gorda —le respondí de una manera seca, sin siquiera mírala. Obviamente ella sintió mi tono de voz cargado de rabia y desprecio.
—Hablando de peso y esas cosas. Deberías de apresurarte que a las 3 de la tarde tienes cita con la señorita Fox. Así que cómete eso rápido para que agarres un Uber —me dijo mi madre empezando a almorzar.
Después de veinte minutos almorzando me levanté y me fui para la cita con mi nutricionista; ya saben de quién hablo, de la perfecta Millan.
"Nada de chicharrones, Tara." Fueron las palabras de mi nutricionista que había quedado furiosa cuando le cerré la puerta.
Siempre era hora y media de sesión, pero hoy por ser la última la alargamos a dos horas.
Tomé el autobús con Nicholas hasta llegar a aquella dichosa chicharronera. No le haría caso a esa doctora loca.
Apuesto que ahorita ustedes están ansiosas de conocer a Francis, el chico que me llamó "sexy" mientras tonteaba con mi mejor amiga, pero lamento informarles que no es guapo. De hecho, es un tipo bastante feo y demasiado narizón. Su nariz es gigante, GIGANTE.
Seguro cuando besa a alguna chica se escapa de sacarle un ojo. ¡Demonios!
—Hola, bebé. —La sonrisa de Eva se hizo enorme al ver que su nueva conquista había regresado a la mesa. La rubia me miró y me presentó—. Mira, pequeño, ella es Tara. Tara él es Francis.
¿Pequeño? Claro que no, si ese tipo es de mi tamaño, y yo no soy nada pequeña. Por lo menos debe de andar en 1.82.
El muchacho de cabello negro me regaló una dulce sonrisa y se acercó a darme un beso. Aquella acción me tomó desprevenida y lo único que pude hacer fue quedarme sin moverme con cara de culo, esa cara que usas para ver a las personas que se creen graciosas y lo que hacen es caer mal.
—Es un placer. —La voz ronca de Francis me dejó helada. Era sexy, se los juro. Es que no era de hombre macho con pelos en el pecho, sino una voz suave pero firme.
Un acento rico, una voz para nada normal. Como si tuviera una jodida voz de cantante español.
No le dije nada y solo miré a Nicho que miraba hacia afuera. ¿Será que mi amigo se siente intimidado por ese grandulón de mierda?
—Él es Nicholas, y es informático —presenté al pelinegro que, como siempre, era ignorado.
Nicholas estiró la mano para tomar con firmeza la de Francis. Ambos se miraron, pero ninguno sonrió. Era como ver a dos toros en celo pelando por la vaca. Eso me hizo reír y negar con la cabeza.