No me llames Gorda

Capítulo 3

El delicioso olor a frijoles recién hechos, el tomate con cilantro y el agonizante olor a chicharrones crujientes; hacían que mis papilas gustativas se activaran y que mi estómago rugiera como un león furioso.

Yo no había querido pedir nada, no porque no quisiera o porque le estuviera haciendo caso a Millan. Únicamente es que me daba vergüenza...

"¿Pero por qué vergüenza, Tara? Si comer es normal" comer me resulta ser una tortura para alguien como yo.

—¿En serio tu amiga no quiere comer nada? —susurró Francis a Eva que limpiaba sus labios delineados con la servilleta.

Ella negó con la cabeza y tomó la mano del chico para darle un beso en esta.

—Ella se pone así, porque no le gusta comer delante de los demás. —El suave murmuro de la rubia me hizo ponerme alerta y darle una patada por debajo de la mesa.

Eva se quejó y se agachó para tocar su recién rodilla golpeada. Me miró seria y me hizo mala cara.

Yo amo mucho a mi mejor amiga, ella es dulce y muy inteligente, pero a veces puede ser muy hiriente con sus comentarios.

Sin embargo, no solo por eso tiene que burlarse de mi o decir que yo soy una manipuladora. Además de besar a Nicholas cuando teníamos 13 años, aun sabiendo que él todavía me gustaba.

—No es eso, Francis. Es solo que no tengo hambre. —mentí.

—Si quieres te puedo dar un pedacito de estos chicharrones. En serio están riquísimos. —El chico de ojos verdes me sonrío y me pasó la tasa que aún tenía varios trocitos de carne.

Se me hace agua la boca, pero niego una vez más. El guacamole resulta ser más extravagante cuando no puedes comerlo. Creo que así son las relaciones de los amantes.

Entre más comprometido este la persona, resulta más exquisito comérselo a escondidas, aunque después vengan las consecuencias.

El sonido de mi celular vibrar interrumpe mi pequeña conversación con el muchacho de tez blanca. Desbloqueó el móvil y veo el mensaje que no quería ver en nunca en mi vida.

Culo: ¡Ey! Tenemos que vernos. Creo que Alexandra sabe de lo nuestro.

Mi corazón deja de latir por dos segundos. ¡Dios! Me quiero morir.

Me levantó rápido de la mesa y salgó inmediatamente del restaurante.

No han pasado ni tres minutos de haber leído ese mensaje, y ya siento que me quiero vomitar. Mi cabeza da vueltas y mi pulso está como si hubiese hecho un triatlón en cinco minutos.

Miró nuevamente el móvil para verificar que en serio es un mensaje de Eduardo... Oh, esperen. Les tengo que explicar que Eduardo está casado y me lleva once años, y lo tengo agregado como "culo" porque es amigo de mi tía Megan. Ok, ahora que ya saben quién es "Culo"

Me duele el estómago y siento temblar mis piernas ¿Su esposa sabe que soy su amante? ¿Ira a la cárcel por mi culpa? ¡Qué idiota soy!

Mis dedos están helados y me cuesta el doble teclear:

1. Tengo mis dedos muy gordos.
2. Estoy nerviosa.
3. No puedo estar bajo presión porque me pongo tonta y sudo mucho.

Ty: ¿Cómo sabes? Ella te dijo algo. ¡Qué coño te dijo! ¿¿¿¿Le has dicho algo????

Envió el mensaje de texto, cuando en un abrir y cerrar de ojos siento la mano de Eva en mi hombro. Me jala hacia ella, sin decir nada me abraza con fuerza.

No quiero llorar, no quiero ponerme loca como la última vez en que me di cuenta de que mi madre le fue infiel a mi padre.

Eva no me pregunta nada y solo me susurra.

—No te preocupes... sabes que estoy contigo, T. —Su voz me tranquilizó un poco, pero las ganas de llorar parecen no querer irse.

Estar cerca de Eva me hace sentir como un hipopótamo al lado de una pequeña y hermosa mariposa.

Eduardo me responde,

Culo: No me ha dicho nada en concreto, pero me preguntó que por qué anoche te vieron salir de nuestra casa.

Ty: ¿Y qué le dijiste?

Culo: Que andabas buscando a tu tía Megan... Ella se molestó mucho y ahora dice que ira a tu casa a hablar con tu madre.

¡Oh! Joder. Me cago en mí misma.

Le enseño los mensajes a Eva que solo puede cubrirse la boca y mirarme asustada.

Estoy temblando, mis piernas están débiles, y mis axilas sudan al igual o peor que mis manos y pies.

No sé qué le dirá mi mamá a Alexandra.

—¿Qué vamos a hacer? —Niego con la cabeza sin saber que decir.

—¿Pasa algo? —El rostro preocupado de Francis aparece junto a Nicholas que estaba haciendo un mohín como un niño malcriado.

—No, bebito. Solo que Tara tiene que irse y yo también. —Se arrimó peligrosamente al más alto y le susurró algo al oído.

Francis suelta una risita y se estremece. Seguro le dijo que quería cogérselo...o algo así.

Eva tomó mi mano y me jaló, no me puedo despedir de Nicholas, pero a lo lejos solo le lanzó besos.

Como era de esperar mientras corríamos para llegar a mi casa, yo me cansaba muy rápido y Eva parecía tener mucha energía. Tres cuadras corriendo cuando yo me rendí y pare a descansar.

—¿Qué te pareció Francis? —preguntó la rubia dando saltitos con su pequeño top color negro.

Tiene las tetitas tan bonitas que cuando brinca ni se le mueven, y conste que no digo que no tiene tetas.

—No sé. No tuve tiempo para odiarlo o para que me cayera bien. —Le regalo una sonrisa forzada. —no tengo tiempo para estar evaluado cada semana un nuevo chico. Te estas pasando de la raya, Eva. —me sincero sin ningún tipo de remordimiento.

La jovencita se queda anonada, noto en sus ojos dolor. Me arrepiento de lo dicho y trato de remediarlo.

—O sea, me refiero a que estoy preocupada en mis cosas como para ponerte atención.

—Oh, oh. ¡Vaya! ¿Ahora te haces la victima? Ty, no ves que acabo de dejar a mi cita por venir a acompañarte porque andas de puta con un hombre mayor que tú.

¿Alguna vez han sentido que tu corazón se rompe? Eso que sientes que te falta el aire y no es porque hayas estado corriendo.



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En el texto hay: autoestima, amor lgbt, amista odio y amor

Editado: 29.05.2025

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