No me olvides

Capítulo 1

Han pasado dos años desde que murieron, mi novio y mi mejor amigo, las dos personas más importantes de mi vida.

Es lacerante recordarlos. Lo bueno, es que Edrea, convive conmigo ya que le rogó a la divinidad, pero Él, no ha dado señales.

Estaba tumbada en la cama cuando Edrea se sentó a mi lado con una sonrisa.

  • Bela, tienes que levantarte.- dijo mientras me inspeccionaba.- Tienes que buscar la cura para poder salir de este infierno.
  • Edrea. ¿Por qué las llamas no me abrazaron a mí también?- pregunté.

Llevaba años con esa pregunta en mi mente, ¿por qué ellos y yo no?

  • Eres…
  • No lo digas, no me veo con el valor de llevar ese nombre, no lo merezco.
  • Bela…
  • Hoy hace dos años que no estás, que Él no está tampoco.- susurré evitando que se notase mi tono tristón.
  • Escúchame Bela, la guardia cada vez está matando a más gente, necesitamos buscar una cura, algo, pero ya. Necesitamos salvarlos.- dijo serio.

Sabía que este tema hacía que saliese de mi cama, porque era así. Las muertes inocentes me enfurecían y hacían que me centrase solo en buscar la salvación del pueblo.

Así que me levanté, caminé por mi pequeña cabaña que estaba a las afueras de Drunther, al lado del bosque y me dirigí a mi armario.

Mi cabaña era pequeña pero acogedora, llena de estantes con especias, velas, libros, grimorios y flores.

Tenía unas tablas que cuando pasabas chirriaban y la puerta estaba llena de runas y de protecciones, al igual que las ventanas y demás puertas de la cabaña.

Mi pequeña cabaña, Sisy, como me gustaba llamarla, era yo. Había dos atrapa-sueños a cada lado de la puerta. La mesa era redonda y pequeña. No necesitaba mucho. Solo lo esencial. En una de las esquinas, había un gran altar que conducía a la única habitación que había, la mía.

Sisy guardaba muchos recuerdos. Mi habitación tenía un pequeño armario lleno de vestidos y ahí, entre la penumbra de este, estaba su capa. La guardaba con cariño.

A menudo me preguntaba si yo volvería a sentir. Si yo volvería a amar.

La cama era pequeña y el colchón estaba en buen estado. Creo que era lo único que no estaba deteriorado. Nunca me gustó la perfección. Sisy era un ejemplo de eso.

Había cosas de todo tipo y desordenadas. Como yo. Como la habitante de ella.

Cogí un vestido beige de escote recto con mangas de casquillo y me coloqué mis botas. Me recogí el pelo en un moño trenzado y coloqué las No me olvides en la misma posición que él lo hizo.

Me miré en mi reflejo y suspiré.

  • Necesito buscar una manera de ocultar mis ojos. – espeté.

Mis ojos eran naranjas y mi pelo era negro. Era un contraste que hacía que mi persona fuese importante.

  • Edrea, necesito que me recuerdes mi agenda.- aunque me la sabía de memoria ya que siempre era la misma.
  • Bela, tienes que curar a media población de uno de los incendios de ayer a las diez de la mañana, luego, tienes que ocultar a los menores de la guardia y tienes que proteger las viviendas de los afectados y reforzar la magia para que no puedan romper el escudo.
  • Gracias.- formulé antes de coger su capa y salir de casa y encontrarme con mi caballo, Heiko.

Era blanquecino y sus ojos eran oscuros. No llevaba montura, nunca me gustó, por el mero hecho de que era una cadena para un animal libre.

  • Heiko.- saludé dándole una zanahoria de desayunar.- vamos amigo, tenemos un día atareado.

Monté en su lomo y trotamos en busca de la población herida. Todos estaban en el círculo de los árboles, en el centro del bosque, en mi lugar. En el lugar dónde curaba.

Al llegar, el frío mañanero golpeó con delicadeza mi rostro. Heiko se quedó a mi lado, cuidándome. Edrea veía a mi lado. Todos podían verlo. Todos eran brujos y él quería que lo vieran.

Yo, iba recta con el rostro inerte y me senté en el cadáver de un tronco cortado. Miré la fila que se expandía y asentí.

  • Querida…
  • Bela, a secas.- ordené.- si queréis algo formal, Bela la curandera. Pero solo podrá ser nombrado aquí, en mi bosque.
  • Si señora.- murmuraron al unísono.
  • Que comiencen las curas.- ordené.

Un niño de unos dos años caminó con los ojos llorosos y con la mano llena de sangre. Sus ojos eran azules, parecían el mismo océano y su cabello era oscuro, como la noche. Como los ojos de Él.

  • ¿Qué le ha pasado?- espeté alzando la voz.

Venía sin acompañante. Esto no podía ser verdad.

  • Bela, sus padres fallecieron en el incendio.- susurró una dulce voz. Catrina. La señora que me cuidó.
  • ¿Yo que dije sobre los infantes?- musité enfurecida.
  • Deben de salvarse primero.- respondieron al unísono.
  • ¿¡Entonces por qué este pequeño tiene heridas y la mirada así!?- pregunté histérica.- ¡Los menores no pueden ver nada de lo que ocurra en los incendios!

Me volví a fijar en el pequeño que me miraba asustado.

  • Tranquilo pythonissam. Vas a estar bien.- susurré antes de mirarlo fijamente a los ojos y acariciar con la cura su mano herida.

Poco a poco su piel se recompuso y solo quedó una pequeña marca.

Yo tenía una similar, así que para que el niño no se asustase al verla, se la mostré.

  • Mira pythonissam, no tienes de qué temer, es casi la misma. Significa que fuimos valientes y fuertes.- le susurré con una suave sonrisa.
  • Bela la curandera…
  • Dime solo Bela pythonissam.
  • Bela, mis padres…
  • Cierra los ojos y concéntrate en sus voces.- pedí posando mis pulgares sobre sus párpados.
  • Sí…
  • Ignis in mente tua evanescet et a tuis memoriis, parentes tui in campo florum, et obliviscere me non sunt apud Hécta sub pallio suo curando. Ignis in te abibit et facies eorum combusta oblivisceris, risus eorum et voces tantum recordaberis, quae te tam beatum fecerunt ut vivant et rideant et somniant.




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