No me olvides

Capítulo 4

Derek se había mantenido en silencio toda la media hora hasta que vimos una aldea.

  • ¿Tendremos que pasar ahí la noche?- preguntó mirándome con el ceño fruncido.
  • Sí, o usted, común general, ¿no puede doblegarse?

Derek me miró con una suave sonrisa y siguió caminando.

  • Nunca había conocido a una dama tan adusta como tú.
  • Eso es porque no soy como ninguna otra dama, general.- reproché.

La aldea era cálida. Estaba llena de vegetación y niños correteaban por todo el prado.

Bajé de Heiko y caminé dejándolo libre.

  • ¿No va a atarlo?- inquirió señalando con la cabeza a Heiko.
  • Heiko es libre de hacer lo que quiera.

Asintió y seguimos caminando. Muchos niños me reconocían, lo sabía.

  • Señora…
  • ¿Tienes agua pequeño?- pregunté haciendo énfasis con la palabra agua.
  • Oh, sí Bela, ven, mi madre estará muy alegre de que te hospedes en casa.- respondió tomando mi mano.

Los ancianos se espantaron al verme, al ver que mi mano era tomada por un niño, la gente que no me conocía pensaba que le pasaría alguna enfermedad, que estaba enferma. Sin embargo, la gente que lo hacía, se espantaban porque yo solo podía sonreír con los menores, ya que me era imposible no compadecerme de ellos.

  • ¿A dónde vamos?
  • A nuestro alojamiento durante esta noche, general.- respondí.
  • No sabía que se llamase Bela.- musitó mirándome con sus profundos ojos.
  • Veo que lo ha descubierto general. – ironicé.
  • No me suena de verla por la ciudad.
  • Soy pueblerina. No soy una noble.- informé.
  • Es raro, parece una.

Lo miré con mi rostro pétreo y seguí andando.

  • Bela, madre quería ir a visitarla, padre no ha podido andar desde el incendio y necesitaba una cura.- susurró el niño con el ceño fruncido.
  • Curaré a tu padre pequeño. Solo, no digas nada de mi presencia en la aldea.
  • Lo prometo.- murmuró.

Al llegar a la cabaña una señora joven salió con unos harapos y un cesto en la cintura.

  • Oh, señora…
  • Necesitábamos agua y hospedarnos señora, si no es una molestia claro.- la corté.
  • Oh, sí, claro, pase.
  • ¿Dónde está su marido?- cuestioné mirándola sin emoción.
  • En sus aposentos, acompáñeme.
  • General. Necesito que vaya al bosque a por unas flores. Es cuestión de tradición honrar a la familia con ellas.- mentí.
  • ¿Cuáles necesitas?
  • Romero y eucalipto.

Asintió y salió de casa. Con eso Edrea apareció.

  • Sigo pensando lo mismo.- dijo antes de mirar a la familia y asentir.- buenas noches.
  • Bela, ¿usted puede curarlo?- preguntó la madre.
  • Puedo con la más recóndita enfermedad señora.

Al llegar, un señor tumbado en una cama, con rostro pálido me recibía.

Cuando oyó la puerta se intentó levantar.

  • No hace falta señor. Túmbese.- pedí y obedeció.

Me fijé en su pierna mal curada y miré a la señora.

  • Necesito salivia. Así no le dolerá tanto la pierna.

La señora desapareció y yo me senté a los pies de la cama y tomé una de sus piernas y posé mis manos en su rasposa piel. Ejercí un masaje ya que tenía los músculos tan tensos que parecían romperse poco a poco y después miré la salivia.

  • Por favor señora, un vaso de agua.

Cogí la salivia y recité:

  • Cum hac salivia infusionem faciam ut eam accipias et dolor tuus decrescet. Poterit redire ad communem vitam et iterum ad laborem, sed semper occultans quod ego eram qui sanavit eum.

(Con esta salivia haré una infusión para que pueda tomarla y su dolor disminuya. Podrá volver a hacer vida normal y volverá a asistir al trabajo, pero siempre ocultando que fui yo la que le curó.)

Cuando terminé me levanté y eché los trozos de salivia en un saquito y lo sellé con magia. Después eché el saquito al vaso y esperé hasta vi como la salivia salía.

  • Ten, su fármaco.
  • Gracias Bela, se lo estaré infinitamente agradecido.- dijo el señor antes de inclinarse.
  • Con que podamos hospedarnos mi acompañante y yo esta noche será suficiente.
  • Prepararé su habitación.

Asentí y al salir el pequeño tomó mi mano y me sacó de casa.

  • Bela, en mi aldea hay mucha gente que necesita ser curada por ti. Pero no pueden moverse tan lejos.- explicó mirándome suplicante.- ¿Puedes curarlos?
  • Pequeño, si la gente se entera que estoy aquí correremos un gran riesgo.
  • ¿No puedes ocultarte o…?
  • Veré lo que puedo hacer.- respondí acariciando su cabello.

Porque quería curarlos, pero no iba a poner en riesgo esta aldea. Porque los guardias vendrían y no podría hacer nada.

***

Cuando regresó Derek con el romero y el eucalipto, me dio las plantas y yo se las di a la señora. Eran buenas para la cocina y servían mucho.

  • Tenga, como muestra de gratitud.- respondí.

La señora asintió y nos condujo a la habitación.

  • Solo tengo una habitación disponible Bela, lo lamento, he intentado cambiar todo pero…
  • No se preocupe señora, será suficiente.

Porque yo no dormiría, ya que Derek podría atacar y yo no darme cuenta. No pasaría ese riesgo.

Cuando lo miré estaba dejado caer en la puerta con una sonrisa.

  • Con que, Bela,- dijo lento, como si saborease mi nombre.- ¿No me va a contar nada más de usted?
  • No es necesario. Ahora, salga que me voy a cambiar general.

Cerré la puerta y me cambié el vestido por otro del mismo estilo, pero de diferente color, este era azul cielo. Recogí mi pelo en un moño trenzado y al abrir la puerta lo encontré en la misma posición.

  • ¿Y bien?
  • Mi lado el derecho.- contesté tajante.
  • Borde.
  • Entrometido.- contraataqué.
  • No sería tan entrometido si me contase algo de su vida, usted sabe todo de la mía.
  • Ahí se equivoca, no sé nada de su vida y no quiero saber nada de su vida.




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