Edrea se sentó conmigo y me dijo que Derek no tendría que haberlo visto, pero que había estado muy mal lo que hice.
Pero yo seguía enfadada así que seguí cabalgando hasta que me perdí. Y tuve que retroceder y encontrarme a medio camino con un Derek decepcionado.
Un sentimiento de culpabilidad me inundó el pecho, nunca me había sentido así por nadie.
Alzó la vista y sonrió al verme. Luego negó y soltó una amarga risa.
Vi un destello en sus ojos cuando dije su nombre. Mala idea.
Derek se posicionó a mi lado y miré al frente antes de suspirar.
Sus ojos brillaron tanto como las estrellas, y mi corazón se calmó un poco.
Cuando estuvo sentado detrás de mí volvimos a galopar a una gran velocidad. Y Derek se aferró a mi cintura.
Yo me aferraba al cuello de Heiko así que me giré y lo fulminé con la mirada.
Sus manos estaban cálidas y rasposas por los callos y el trabajo. Su aliento en mi oreja hizo que el abrazo de un escalofrío se colase por mi espalda erizando mi piel como un erizo.
Asentí y seguimos en silencio. Solo podía centrarme en sus manos agarradas en mi cintura. Lo que produjo un sentimiento que hasta antaño no había tenido.
Es curioso como un sentimiento que teníamos extinto vuelve a florecer más rápido de lo que lo hizo la primera vez.
Por eso me aterra sentir.
Porque cuando yo sentía. Estaba demasiado viva. Y me aterraba.
Me aterraba y me aterra estar demasiado viva para este mundo tan muerto.
Me tensé y él debió de notarlo, por lo que se alejó un poco y su calor dejó de abrazar mi espalda.
Pero yo no quería hablarlo. Porque probablemente volvería a escupir lanzas de saliva y piedras de cicatrices por la boca.
Así que me mantuve en silencio todo lo que pude hasta que vi que era imposible.
Una calidez se implantó en mi pecho como una losa de diamante. Pesada e imposible de mover.
Cuando cayó la noche nos resguardamos bajo unos árboles y yo me recosté en Heiko. Derek me miró en la distancia con una suave sonrisa.
Aparecieron las comillas en su boca. Sus facciones se dulcificaban. Me… ¿gustaba verlo sonreír?
Sonreí y pude ver a Derek hacer lo mismo.
Rió y su voz ronca resonó por mi corazón, como si fuese una pelota que no parase de botar y botar. Alterándolo.
Me fijé que estaba dejado caer en un tronco en una postura poco cómoda y luego me fijé en que yo tenía espacio de sobra y que él se podía recostar en Heiko, tal y como estaba yo. Así que antes de que mi mente pudiese decir algo, hablé:
Vale mentira, no había tanto espacio. Su imponente figura ocupaba todo.
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Editado: 20.09.2024