Al despertar estaba en la misma posición, solo que a mi lado, Derek, estaba sentado desayunando una fruta y me dio mi parte.
Me senté a su lado y desayunamos en silencio.
Cuando terminamos me levanté y me sacudí la falda.
Me sentía… escuchada. Eran pequeñas cosas que nadie se había parado en preguntarme o en molestarse en hacer por mí.
Por Hécate, este generalucho no me ponía nada fácil.
Llegué al lago y me desnudé. Al entrar en el agua fría mañanera mi piel se erizó. Llevaba un día sin probar el agua, me sentía sucia. Por lo que aproveché y me relajé todo lo que pude.
Lavé mi cabello con mimo, como cuando lo hacía hace años. Él amaba mi cabello. Decía que hacía juego con sus ojos y que nuestros hijos tendrían unos genes preciosos.
Sonreí al recordarlo. Y un escalofrío se implantó en mí, al pensar en él.
Lo extrañaba demasiado. Era curioso. Ni mis padres ni él se habían presentado cuando fallecieron. Los demás lo hicieron. Pero ninguno de ellos llegó.
Al salir del lago me puse un vestido largo de cuerpo corsé y mangas de tul, azul. Me coloqué mis botas y dejé mi cabello mojado suelto.
Regresé dónde Derek me esperaba y lo vi con todo recogido listos para volver a partir.
Podía ver todo el paisaje. Faltaba demasiado para llegar al río que dividía los reinos. No podía verlo aún subida a un árbol. Así que antes de bajar suspiré y abrí mi cuaderno para escribir.
Escribir, hacía mucho tiempo que no lo hacía.
Al bajar del árbol Derek estaba apoyado en un árbol. Heiko cargaba la maleta y estaba esperándome.
Asentí y con mi rostro pétreo caminé en silencio. Derek caminaba a mi lado inquieto.
Me divertía verlo intentando hablar conmigo a pesar de mis distancias. Era un tanto…gracioso.
Así una suave sonrisa tiró de mis labios sin poder evitarlo.
Negó y siguió sonriendo. Yo lo hice otra vez en silencio. Cuando sonreía, aparecían esas comillas en su boca. Como si su boca fuese una cita.
Y eso me decepcionó. Que me temiese por mi reacción. Normalmente no era así. Normalmente me gustaba ver el terror en el rostro o voz de la gente que se dirigía a mí o me miraba. Pero de él, de él me decepcionaba.
Negué y lo miré. Parecía sincero. Sus palabras parecían sinceras. Él parecía inofensivo. Mi instinto no me puso alerta de él. Tendría que ser por algo.
Así que solté el aire que sin darme cuenta, estaba guardando y lo miré.
Habíamos dejado de andar y Derek me miraba con… ¿lástima? ¿Curiosidad?
Y recordaba al esposo de Catrina con mucho cariño, gracias a ese hombre pude perfeccionar mi magia y aprender a escribir y a leer. Sin contar que mi magia se volvió perfecta e impoluta.
Una suave risa floreció de su garganta y negó.
Anduvimos en silencio hasta que oí el murmullo de un laúd, y vi una llamarada en el centro de una colina.
Y sin pensarlo dos veces corrí hacia la aldea que celebraba una de las verbenas más bonitas de todo el año. Siempre había querido venir a esta verbena.
Al llegar vi a la gente que bailaba mirarme con temor. Sabían quién era. Por eso negué cuando uno se intentó agachar.
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Editado: 20.09.2024