No me olvides

Capítulo 7

Al despertar estaba en la misma posición, solo que a mi lado, Derek, estaba sentado desayunando una fruta y me dio mi parte.

  • Supongo que tendrás hambre.- musitó con una sonrisa.

Me senté a su lado y desayunamos en silencio.

Cuando terminamos me levanté y me sacudí la falda.

  • A pocos metros hay un lago. Yo ya me he aseado. Te esperaré aquí.- informó.

Me sentía… escuchada. Eran pequeñas cosas que nadie se había parado en preguntarme o en molestarse en hacer por mí.

Por Hécate, este generalucho no me ponía nada fácil.

Llegué al lago y me desnudé. Al entrar en el agua fría mañanera mi piel se erizó. Llevaba un día sin probar el agua, me sentía sucia. Por lo que aproveché y me relajé todo lo que pude.

Lavé mi cabello con mimo, como cuando lo hacía hace años. Él amaba mi cabello. Decía que hacía juego con sus ojos y que nuestros hijos tendrían unos genes preciosos.

Sonreí al recordarlo. Y un escalofrío se implantó en mí, al pensar en él.

Lo extrañaba demasiado. Era curioso. Ni mis padres ni él se habían presentado cuando fallecieron. Los demás lo hicieron. Pero ninguno de ellos llegó.

Al salir del lago me puse un vestido largo de cuerpo corsé y mangas de tul, azul. Me coloqué mis botas y dejé mi cabello mojado suelto.

Regresé dónde Derek me esperaba y lo vi con todo recogido listos para volver a partir.

  • ¿Lista?- preguntó cuando me vio aparecer.
  • Necesito un momento.- musité antes de trepar el árbol más cercano y sentarme en una de sus ramas con mi cuaderno en la mano.

Podía ver todo el paisaje. Faltaba demasiado para llegar al río que dividía los reinos. No podía verlo aún subida a un árbol. Así que antes de bajar suspiré y abrí mi cuaderno para escribir.

Escribir, hacía mucho tiempo que no lo hacía.

Al bajar del árbol Derek estaba apoyado en un árbol. Heiko cargaba la maleta y estaba esperándome.

  • ¿Ya?

Asentí y con mi rostro pétreo caminé en silencio. Derek caminaba a mi lado inquieto.

Me divertía verlo intentando hablar conmigo a pesar de mis distancias. Era un tanto…gracioso.

Así una suave sonrisa tiró de mis labios sin poder evitarlo.

  • Has sonreído.- musitó alegre.
  • No.- respondí con mi rostro pétreo otra vez.
  • Oh, vamos, lo he visto. Estoy seguro de que Heiko también.- con el rabillo del ojo pude ver que él también sonreía.
  • No he sonreído, general.

Negó y siguió sonriendo. Yo lo hice otra vez en silencio. Cuando sonreía, aparecían esas comillas en su boca. Como si su boca fuese una cita.

  • Bela, ¿por qué escribe?- preguntó en un susurro, como si tuviese miedo a hablarme por mi reacción.

Y eso me decepcionó. Que me temiese por mi reacción. Normalmente no era así. Normalmente me gustaba ver el terror en el rostro o voz de la gente que se dirigía a mí o me miraba. Pero de él, de él me decepcionaba.

  • No lo va a entender, general. Su mente es demasiado…cerrada. Creo que no hay cavidad para más información en su mente.- intenté esquivar el tema de una manera más… amable.
  • Oh, créame que sí.
  • ¿Y cómo está tan seguro?- inquirí cruzándome de brazos.
  • He creado una sección que se llama Bela, que está en blanco, así que ahí guardaré toda su información ya que me parece de lo más interesante.- respondió con una sonrisilla.- Así que responda, ¿por qué escribe?

Negué y lo miré. Parecía sincero. Sus palabras parecían sinceras. Él parecía inofensivo. Mi instinto no me puso alerta de él. Tendría que ser por algo.

Así que solté el aire que sin darme cuenta, estaba guardando y lo miré.

  • Porque yo, cuando escribo soy libre, puedo darle voz a mis pensamientos, puedo identificar como de agudo es el dolor que lleva días penetrándome el sueño. Porque yo cuando escribo, sueño y vivo. Recuerdo, abro la herida y dejo que sangre hasta que veo que he derramado mucha de esta y la cierro o lo intento. Y la admiro en silencio y sufro, y grito y me enfado y amo.- respondí mirándolo a los ojos.

Habíamos dejado de andar y Derek me miraba con… ¿lástima? ¿Curiosidad?

  • Espero que eso resuelva sus dudas, general.
  • No sabía que una dama como usted sintiese tanto dolor.
  • Las apariencias engañan, general.
  • ¿Quién le enseñó a escribir?
  • El esposo de la señora que me cuidó. Ellos fueron nobles y sirvieron a uno de los reyes y por ende, sabían escribir y leer. Él me enseñó a hacerlo. Era entretenido perderme entre las hojas de algún libro.

Y recordaba al esposo de Catrina con mucho cariño, gracias a ese hombre pude perfeccionar mi magia y aprender a escribir y a leer. Sin contar que mi magia se volvió perfecta e impoluta.

  • Me alegro por ti, Bela.
  • ¿Qué he dicho de que me tutee?

Una suave risa floreció de su garganta y negó.

  • Esta noche, necesito la respuesta del trato.
  • Esmérese.- respondí volviendo a retomar el camino.

Anduvimos en silencio hasta que oí el murmullo de un laúd, y vi una llamarada en el centro de una colina.

  • ¿Qué es eso?- preguntó Derek.
  • Es una verbena. La verbena del cántico de las aves.- respondí con una sonrisa.

Y sin pensarlo dos veces corrí hacia la aldea que celebraba una de las verbenas más bonitas de todo el año. Siempre había querido venir a esta verbena.

  • ¡Bela espéreme!

Al llegar vi a la gente que bailaba mirarme con temor. Sabían quién era. Por eso negué cuando uno se intentó agachar.

  • ¿Podría asistir a esta verbena?- inquirí mirando al señor que tocaba el laúd.
  • Claro que sí, señora…
  • Me llamo Bela.- contesté antes de que siguiese.
  • Bela, bienvenida a nuestra verbena. – respondió señalando a la gente que nos miraba con respeto.
  • Gracias.- sonreí y al girarme miré a Derek que venía corriendo.- ¿Vamos?
  • ¿A bailar? Bela, tenemos que seguir.
  • Diviértase un poco, ¿ahora quien es adusto?




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