No me olvides

Capítulo 8

Al despertar Derek seguía abrazado a mí. Su mano estaba cerrada en un puño sobre la fina tela de mi camisón. Me dolía el cuello horrores. Pero daba igual. Derek estaba bien.

Edrea estaba sentado en el suelo mirándome con una sonrisa.

  • ¿Buena noche?- inquirió antes de que le sacase el dedo corazón.
  • Me duele la espalda horrores Edrea. – murmuré.
  • Yo sabía, sabía que algo había aquí.- nos señaló y negué haciendo una mueca.
  • Anoche pensé que se diluiría en mis brazos hasta quedar en polvo.
  • Bela, la gente. Se deshace continuamente. Es normal. Luego se repone. Tienen que soltar todas las lágrimas. Cosa que hace que piense que tú no haces y está mal.

Suspiré y negué antes de cambiar de tema.

  • ¿Qué tal fue tu verbena?
  • Entretenida, mucha gente muerta y ya.- se encogió de hombros y sonreí.
  • Nunca te gustó ver difuntos y ahora te toca convivir con ellos.- reí bajito.
  • Es lo que hay, para colmo, mi madre se ha empeñado en hacerme un trajecito. Tengo veinticuatro años, no dos.- se quejó.
  • Dile que me gustaría verte con un trajecito verde agua con tirantes y un sombrerito.- bromeé.
  • Ja, ja. Muy graciosa. Le diré que te haga uno a ti.
  • Con gusto me lo pondré.- sonreí y Edrea desapareció y yo me quedé en silencio acariciando el cabello de Derek que seguía profundamente dormido.

Pasó una hora hasta que el generalucho despertó.

Abrió sus ojos y me miró. Una sonrisa adornó su rostro.

  • Buenos días Bela.
  • Buenos días Derek. Tenemos un día atareado. Vamos a salir a la aldea a dar una vuelta.- musité antes de que Derek se volviese a acurrucar en mi pecho.
  • Gracias por escucharme ayer.
  • No des las gracias por eso Derek, es lo mínimo que puedo hacer por mi actitud adusta.

Negó y me abrazó. Me sentía… protegida.

Me sentía escuchada y… ¿querida?

Me levanté apartando mis pensamientos y lo miré señalando la puerta.

  • Tengo que cambiarme.- me encogí de hombros y sonreí.- tardo poco.
  • Tómate tu tiempo Bela, no te preocupes.

Asentí y cuando salió me coloqué un vestido morado, largo, de tul con corsé y mariposas impregnadas en todo el vestido y una abertura en la pierna. Era un vestido precioso. Me lo regaló Él.

Me coloqué mis botas y me recogí el cabello en un moño trenzado que dejaba algunos mechones libres. Cuando salí de la habitación Derek tenía en sus manos una bandeja con comida.

  • La señora de la posada me lo ha ofrecido y me ha obligado a aceptarlo.- dijo a modo de saludo.
  • Yo ya he terminado. Entra tú y te espero aquí.- respondí cogiendo la bandeja.
  • No, pasa y me cambio yo en el baño. – musitó dejándome pasar.

Asentí y me senté en la cama para esperarlo. Mientras tanto, doblé la ropa y la guardé en la maleta. Cuando salió guardé su ropa también y nos sentamos uno frente al otro a desayunar unas tostadas con tomate.

El desayuno se nos pasó rápido. Al terminar salimos de la posada dejando ahí nuestras maletas, ya que mañana en el amanecer partiríamos.

  • ¿A dónde vamos?- preguntó Derek al cabo de un rato.
  • Te llevaré a la colina, mientras tanto, yo, daré una vuelta y ayudaré en lo que pueda.- informé.

Asintió y tomó mi mano. Sentía una corriente eléctrica recorrerme. Un chispazo que revivió mi corazón e hizo que latiese frenético. Como siempre ocurría cuando estaba a su alrededor.

Al llegar a la colina había mucha gente. Él tendría que esperar a que su hermana llegase para poder irse a andar con ella o, quedarse aquí hablando.

  • Gracias por traerme Bela.
  • De nada.- sonreí y me alejé.- nos vemos en el almuerzo.

Caminé por la aldea mirando algo que hacer, cuando decidí ir a la posada a por mi cuaderno.

Me senté en la orilla de un río y comencé a escribir. Estuve toda la mañana escribí hasta que me dolió la mano y tuve que dejar de hacerlo. Así que miré al cielo. Me tumbé en el césped y miré el maravilloso cielo azul del día.

  • Bela.- susurró el mismo niño de ayer.- ¿Podemos acompañarte?- inquirió y yo me levanté y vi a diez niños tras suya.
  • Claro que sí, tumbaros a mi lado.

Los pequeños se tumbaron a mi alrededor y nos quedamos así, en silencio.

  • ¿Te funcionó el amuleto?- le pregunté a los minutos.
  • Sí, gracias.
  • Bela, ¿vendrás esta noche a la fiesta de la aldea?- inquirió una niña.
  • ¿Qué se celebra esta noche aquí?
  • Hoy es 24 de marzo. Hoy se celebra el cumpleaños de los difuntos reyes. – explicó otra niña.
  • El año pasado vimos sus almas caminar hacia el bosque.- comentó emocionado un niño.

Un nudo se formó en mi garganta. De pronto las ganas de llorar me asaltaron. Sabía que era hoy. Pero me negaba a aceptar que fuese tan pronto. Hace años, vine a ver una y me rompí. Sabía cuál era mi papel aquí.

  • Bela…- susurró un niño tomando mi mano.
  • Estoy bien.- mentí.

Porque yo nunca lloraba.

Al llegar la hora del almuerzo un Derek melancólico me recibía.

  • ¿Qué tal te ha ido?- pregunté intentando apartar el malestar que tenía desde esta mañana en el río.
  • Me ha… hablado. Hemos estado hablando y… me ha dicho que todo está perdonado, y qué… cree que puedo cambiar y… enamorarme.- susurró la última palabra como si fuese motivo de avergonzarse.
  • Me alegro de que todo se haya solucionado.- sonreí y me senté en la mesa del comedor para degustar la comida que la señora había preparado.
  • Bela, ¿hoy es un día importante para ti?- preguntó.
  • ¿Por qué?- inquirí intentando no sonar desconfiada.
  • Porque un niño me ha dicho que hoy es un día delicado para ti.
  • No, eso es mentira. Son niños, seguro que se habrán inventado algo.- mentí.
  • Esta noche hay una fiesta. ¿Vamos a ir? Creo que me apetece un poco.
  • Eh, sí claro, iremos.- afirmé con una sonrisa que no me llegó a los ojos.




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