No me olvides

Capítulo 10

Levábamos un día andando sin encontrar el lago que separaba los reinos. Derek había vuelto a adornar mi cabello con flores. Me gustaba verlo concentrado en colocar las flores sin que se cayesen.

Llevábamos una hora tumbados en el suelo reponiendo fuerzas.

  • Oye Bela, ¿tú crees que puedes volverte a enamorar de alguien?- preguntó con la voz ronca.
  • No. Pero creo que si puedo volver a querer a alguien. Amar, como el verbo dice, no. Pero querer sí.

Porque yo siempre amaría a Él. Nunca amaría a nadie de la misma manera. Pero a Derek lo quería. Era un buen amigo. Lo que no sabría yo es que la manera en la que nuestros corazones latirían por nosotros sería diferente.

  • Yo creo que sí puedo amar.- espetó Derek tomando mi mano y mirándome a los ojos.- porque creo que ya amo muchas cosas.
  • Me alegra que puedas amar.- contesté franca.

Derek negó y siguió mirándome en silencio hasta que se acercó y se tumbó a mi lado.

  • Bela…

Su oración quedó suspendida por los gritos de una niña.

  • Corre.- musité antes de enderezarme con una agilidad impresionante y correr por el bosque en busca de aquella niña que gritaba.
  • ¡Bela cuidado!- gritó Derek antes de tomar mi mano y señalar a la imponente figura que se erguía enfrente de la infante.

Era un brujo. Lo reconocería hasta con los ojos cerrados. Él utilizaba la magia negra en busca de la resurrección. Reconocía el rito. Sacrificarás a un infante, a un joven adulto y a un anciano y podrás resucitar a alguien.

Sus ojos se posaron en mí y anduve con la cabeza agachada pero erguida.

Oí los gritos de la niña y la risa del asesino antes de llegar. Derek caminaba a mi lado tenso.

Cuando alcé la cabeza el brujo abrió los ojos y se alejó dos pasos.

Giré la cabeza y vi a una niña llena de sangre que se retorcía entre unas cuerdas que la sostenían en el suelo. A su lado el cadáver de un joven adulto y de un anciano reposaban.

  • Llévate a la niña.- le ordené a Derek.
  • Bela…
  • Llévate a la niña.- repetí con tono hostil.

Derek acató por mi tono lo que pretendía y corrió a sacar a la niña de las cuerdas. Cuando comenzó a correr lejos, miré al brujo y lo señalé.

  • Este es mí bosque.- empecé antes de andar hacia él.
  • Señora yo…
  • Este es mí bosque. Estos cadáveres son de mí pueblo y tú, brujo insensato, acabas de matar a gente inocente para devolver a la vida a un difunto. Que el diablo traerá porque esa magia no podemos hacerla nosotros. Esa es magia demoniaca.- lo señalé y el hombre trastabilló y cayó al suelo.
  • Señora, no sabía… perdone yo…
  • ¡Esa magia nunca la enseñamos nosotros los brujos!- bramé y vi como su piel se ponía blanca como la nieve.

Mis ojos estaban ardientes. Llenos de fuego. El naranja brillaba sobre todo.

  • Lo lamento señora, yo no…
  • ¡Cállese!

Abrí mis manos y fuego salió de ellas.

Hechicé al brujo para que no se moviese y me dirigí hacia los cadáveres y les recité la plegaria para después quemarlos.

Al girarme con rostro pétreo mis ojos brillaron aún más por mi furia y caminé hacia él y lo miré desde mi posición. No iba a arrodillarme por un inepto.

  • Ha acabado con vidas inocentes. Vidas que no merecían morir. Pero como veo que usted está de parte del diablo.- una sonrisa cruel apareció en mi rostro.- Le ahorraré el tiempo y lo visitará de inmediato.
  • No, se lo ruego, señora, no, por favor.- suplicó aferrándose a mi vestido.
  • Mors tibi proximus erit, qui populum innocentem necavit. Non teget Hecate, sed affliget tibi Diabolus, ubi desinet anima tua.

(Muerte inmediata será para usted, ser que ha asesinado a personas inocentes. Hécate no le cobijará, si no que el diablo un sufrimiento para usted hará allá dónde su alma vaya a parar.)

  • No se olvide de mi rostro porque siempre le va a acompañar.- murmuré mirándolo fijamente.

Segundos después su cuerpo cayó inerte al suelo y yo lo eché al fuego. Esperé unos minutos hasta que lo apagué y enterré las cenizas cosa que me llevó media hora.

Al regresar por mi camino, no encontraba a Derek, ni a Heiko. A nadie. Tampoco a la pequeña niña.

Caminé por el bosque hasta que oí su voz.

  • ¡Bela estamos aquí arriba!- gritó Derek desde lo alto de un árbol.

La niña estaba con él, a salvo.

  • ¡Pequeña, tienes que saltar y yo te cojo!- le grité a la niña.
  • ¡Tengo miedo!- gritó con los ojos aguados.
  • ¡No tienes que temer, no caerás, lo prometo!

La niña asintió y le eché un hechizo para que al caer, lo hiciese despacio y no se dañasen más sus heridas.

Cuando estuvo en mis brazos la bajé con cuidado. Tenía unas heridas muy feas que tendría que curar con cuidado.

  • ¿Cuántos años tienes…?
  • Soy Ileana, tengo cinco años.- susurró temblando.- ¿Me vas a matar?
  • Soy Bela.- me acerqué a su oreja y susurré.- la curandera.

La niña abrió los ojos y me miró asombrada.

  • No te voy a matar. Voy a llevarte a casa y a curarte esas heridas.
  • ¿De verdad?- asentí.
  • Mi amigo Derek nos va a acompañar.- lo señalé y él sonrió como lo haría un general, intentando aparentar confianza.

La niña asintió y me miró.

  • ¿Puedes andar?- ella negó y asentí.- ¿Alguna vez has montado en las espaldas de una curandera?- susurré.
  • No.- respondió bajito.
  • Pues prepárate.- respondí antes de colocarla en mi espalda.

Derek se acercó y cogió un mantel que había en la maleta, para aferrarla a mí.

  • Vamos a buscar un lago para limpiar tus heridas, Ileana. – informé mientras caminábamos.
  • Oye Ileana, ¿dónde vives?- preguntó Derek.
  • En una aldea.- respondió dejándose caer en mi hombro.
  • ¿Cómo es tu aldea?- inquirí.
  • Está al lado de la aldea que celebró hace poco una verbena. La del cántico de las aves, creo.
  • Oh, entonces no está lejos.- respondí.




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