Capítulo 11
Nos fuimos a dormir, debido a lo tarde que era para ponernos en marcha. Heiko se tumbó y yo cobijé bajo mis brazos a Ileana. Derek se sentó a mi lado.
- Bela…- balbuceó Ileana mirándome con sus ojos miel.
- Dime.- susurré acariciando su nariz tal y como hacía Catrina para que me pudiese quedar dormida.
- Gracias por salvarme. Mi mamá te lo agradecerá.
- No hace falta agradecerme nada Ileana. Nunca dejaría a nadie morir. Cuando yo puedo salvarlo.- susurré.
- ¿Él sabe que soy una bruja?- preguntó en un susurro señalando a Derek que roncaba plácidamente.
- Él no sabe nada. Pero no nos va a hacer nada. Porque no lo voy a permitir.- respondí con una suave sonrisa.
- Bela.- me volvió a llamar después de un silencio.- ¿Me puedes contar por qué estás aquí y no en tu castillo? Papá dice que has viajado por todo el mundo. Mi familia quiso ir a las curas del bosque.- bostezó y se acurrucó.
- Claro que sí Ileana. – carraspeé y miré sus grandes ojos.- Te voy a contar cómo es que estoy aquí ahora. Pero yo no tengo castillo. Yo vivo en una cabaña pequeña, bueno vivía.
Sorprendida abrió los ojos.
- ¿Qué pasó con tu cabaña?
- La quemé, para que no quedase rastro de nada mío. Hay gente que me busca Ileana. Gente mala. Buscan a nuestro pueblo.
- ¿Por eso te has ido?- asentí y miré sus ojos.
- Porque voy a buscar la manera de salvaros a todos.
- Cuando nos salvemos todos, tú, ¿podrás venir a casa a cenar con mi familia? Mamá quiere que alguien que no sean los vecinos de la aldea, prueben su pastel de calabaza.
- Con gusto iré Ileana. Y te haré muchos vestidos.
- Yo te enseñaré mi figurita de arcilla que hizo mi papá para ti, para las curas.
- Me encantará verla.- sonreí.
Aunque no estaba segura de si podría hacer todo lo que había prometido, ya que las cartas… las cartas habían predicho otro final para mí.
Ileana sonrió y dejó un beso en mi mejilla.
- Muchas gracias Bela. Por todo.- susurró con una sonrisa.- eres una heroína. Cuando vuelva a mi aldea se lo contaré a mis amigos, que me salvaste, como las superheroínas de los cuentos de la señora Timperton.
Sonreí y besé su frente para seguir acariciando su nariz.
A los minutos, se quedó dormida y yo miré hacia el frente y suspiré. Unas ganas inmensas de llorar me invadieron. Pero me tragué las lágrimas.
Edrea se sentó frente a mí.
- ¿A que no adivinas a quién he visto hoy después de dos años?- inquirió con una nostálgica sonrisa.
- ¿A quién?- pregunté emocionada.
- A una Bela que reía y saltaba. Es curioso, porque tenía tus mismos ojos y tú misma cara. Eres una gran persona Bela.
De pronto noté su mano quitar las lágrimas que habían salido de mis ojos sin mi permiso.
Negué y lo miré con dificultad debido a las lágrimas.
- No soy una buena persona Edrea. Todo el mundo me teme. Se pone alerta al verme.
- Ileana no te tiene miedo.
- Es solo una niña.
- Derek tampoco.
- No sabe lo que soy.- murmuré.
- La señora de la posada tampoco te temió.
- Porque su hijo le habló bien antes de que llegara.
Edrea negó y acarició mi mano.
- Eres una buena persona, eres una magnífica persona llena de cualidades y de valores. Bela, eres una gran…
- No lo digas, no me veo capaz de llevar esa palabra.
- Es la verdad. Bela, hoy te he visto más feliz que nunca. Estoy muy orgulloso de ti Belinda.
Sonreí y estallé en llanto, en un llanto silencioso.
- Siento que no voy a lograrlo.- sollocé.- que no voy a llegar a Drunther.
- Bela, vas a lograrlo.
- Tengo miedo, pánico de que cuando llegue sea demasiado tarde para el pueblo. Que no quede nadie. Me aterra saber que partí demasiado tarde…
- Bela, escúchame. Hécate lo quiso así. No podemos evitar lo que nos va a suceder. Ni tomar atajos o desvíos. Igualmente va a pasar. Esperemos que Hécate nos haya y esté escuchando y nos dé tiempo para salvarlos.
- Me estoy devolviendo una maldita persona débil.
- ¿Por qué dices eso Bela?
- Porque no controlo mis emociones. No controlo lo que mi corazón siente. Antes esto no pasaba, no desde que fallecisteis.
- Es porque estás avanzando Belinda. Tu corazón está sanando, poco a poco.
- Pero el problema es que yo no siento que mi corazón sane. El problema es que siento que me estoy destrozando más Edrea.- lo miré angustiada.- Me cuesta todo el doble y… hoy, cuando he mirado a Ileana, me ha costado horrores no echarme a llorar cuando ha dicho que soy su lugar seguro. Porque siento que no me merezco ese título. Porque siento, que ahora, soy de todo menos segura.
- Bela, escúchame. Eres una grandísima persona. La gente te ha hecho creer lo contrario. Porque la gente dice muchas blasfemias a menudo. Pero no es cierto. Eh, mírame.- ordenó cuando aparté mis ojos de los suyos.- vas a ir a Drunther y vas a decir alegre y con toda esa seriedad de respetable mujer que llevas: Soy Bela la curandera. Y he venido para salvar mi pueblo de Iago. Y vas a conseguir ayuda, o si no, irás allí, en mitad de la corte y maldecirás a cada uno de los reyes. ¿entendido?- asentí.- He dicho, ¿entendido?
- Sí.- espeté intentando sonreír.
- Ahora, sigue llorando Bela. Necesitas tener espacio para las lágrimas nuevas, para cuando el pueblo esté a salvo.
Reí y negué. Así era Edrea. Capaz de hacerme reír con todo.
- Estoy super orgulloso de ti Belinda.
- Gracias.- susurré.
- Buenas noches y descansa. Mañana Ileana volverá a reunirse con su familia.
Edrea desapareció y yo miré a la niña que protegía con mis brazos. Nadie nunca le haría nada a este pequeño ser de luz, juré antes de protegerla con mi magia para siempre.