No me olvides

Capítulo 15

Desperté antes que Derek y aproveché para curar la herida con magia. Me tapé con una sábana, el frío se colaba por la ventana y yo estaba en paños menores todavía.

Me quedé despierta un rato hasta que Edrea apareció.

  • ¿Cómo estás?- susurró.
  • Mejor, la herida ya está curada.- sonreí.

Asintió y me miró con lástima.

  • Oye Edrea, ¿puedes hacerme un favor?- asintió.- necesito que busques a la familia de la señora de esta casa. Y los lleves a la hoguera. Dentro de media hora estaré allí.
  • Bela, ¿qué vas a hacer?
  • Cumplir una promesa.- respondí.

Edrea asintió y desapareció. Con ello Derek que roncaba, se despertó y me miró alerta.

  • ¿Cómo estás? Maldita sea, no me he fijado en tu herida esta noche, me he quedado dormido.- susurró antes de, con cuidado quitar la sábana y ver la herida curada.- Pero… ¿cómo?
  • Mis genes me permiten curarme rápido, la herida no era muy fea.- me encogí de hombros.
  • Voy a quitarte el hilo.- informó antes de, con cuidado, retirar el hilo negro de mi piel.
  • Gracias.- musité antes de erguirme y dirigirme al baño.

Me coloqué uno de mis vestidos y mis botas y al salir con Derek de la mano fuimos a desayunar.

La señora, que se llamaba Jada, comenzó a contarnos un poco como era la aldea y sus costumbres.

  • Jada, yo hoy iré a dar una vuelta por la aldea, necesito hacer una cosa.- informé y la señora asintió.
  • Yo podré ayudarla en lo que desee.- se ofreció Derek.
  • Me agrada saber que puede ayudarme. Necesito ayuda para transportar las No me olvides. El sol cambia y las marchita.
  • Le ayudaré.- prometió Derek.

Al terminar de desayunar anduve hacia la hoguera. Allí, Edrea me esperaba con un señor y dos muchachos idénticos a él.

  • Edrea.- saludé.

El padre se giró y me vio con odio. Sus hijos se escondieron tras él.

  • Espero que valga la pena Belinda.- asentí y él desapareció.
  • Señor.- saludé.- pequeños.
  • Señora…
  • Dígame Bela, a secas. Bela.
  • Bela.- se corrigió.- su consejero nos dijo que nos estaba buscando.
  • Aquí nos mataron.- susurró uno de los gemelos.

Mi corazón se retorció de dolor. Todo por mi culpa.

  • Lo lamento.- confesé.
  • Usted nunca salvó nuestra aldea.- me reprochó el padre.
  • Lo sé y…
  • No creo que sea digna de ahora mismo prometer algo, o, ¿a qué ha venido si no es a eso?
  • Vengo a hablar con vosotros, para que podáis ver a Jada.

Al padre se le aguaron los ojos y los niños me miraron aterrados.

  • No es bienvenida en esta aldea Bela.- musitó el padre.- no venga a salvar algo que rompió. Mis hijos le temen. Todo el mundo le teme.
  • Quiero explicar lo que sucedió.- confesé.- si me permite una pequeña charla, señor.
  • En la colina.- musitó.

Asentí y anduvimos hacia la colina, cuando llegamos, los pequeños se sentaron al lado de su padre, enfrente de mí y yo los miré seria.

  • Hace ya seis años, fui aldea por aldea protegiéndola. Protegiéndola de los generales y de los comunes mortales. Conjuré y bendecía cada aldea. Era una niña que tenía más poder del que podía gestionar. Siempre ha sido así. Maté a mucha gente señor. Y no hablo solo de quemar. Con mis propias manos. Maté a gente e hice cosas muy feas con mis propias manos. Como castigo propio, metí las manos en fuego. Maté a brujos traicioneros y a mortales comunes que se querían meter de por medio. Todo, porque nos habían vendido a la guardia de Drunther, e Iago venía detrás de nosotros. Para matarnos.

Suspiré y miré a los pequeños con lástima.

  • Cuando llegué a esta aldea, la magia me había debilitado. No podía conjurar lo mismo aunque lo intenté innumerables veces, no pude evitar que entrasen mortales comunes.
  • ¿Cuál fue el hechizo?- preguntó uno de los niños.
  • En las demás aldeas, prohibí la entrada de cualquier general o común mortal, si este no tenía buenas intenciones en el fondo de su alma. En esta aldea, solo pude prohibir la entrada de generales. Me debilité demasiado y no pude terminar el hechizo. Era una niña ilusa señor. Así que me marché y me prometí venir a reparar el daño cuando tuviese más fuerza. Pero me comenzaron a perseguir la guardia y mi pueblo se incendió, y nunca pude salir hasta ahora. Me arrepiento de lo que hice, de no poder venir antes. Así que he rehecho el hechizo aquí. Maté a los mortales comunes, solo habitan brujos. Lamento mi tardanza señor. Solo quiero cumplir mi promesa, que ustedes volváis a ver a Jada y yo seguir mi camino para buscar nuestra salvación. Iago nos está asesinando.
  • Nos mataron señora…- suspiró el hombre con lágrimas rodando sus mejillas.- ¡Nos mataron por curar a mi vecino de la muerte! ¡Mis hijos solo tenían tres años! ¡Tenían que vivir! ¡Yo tenía que vivir con ellos! ¡Teníamos que ser una familia! ¿¡No lo entiende!? ¡Una familia!- sollozó.

Pero yo no me inmuté, solo lo miré con mi rostro pétreo aunque me costó hablar.

  • No señor, no lo entiendo, y discúlpeme si no lo hago. Pero yo nunca tuve una familia y no sé lo que es. Yo nunca me permití ese sentimiento. Porque nunca llegué a tenerlo entre mis manos señor. Así que disculpe esa falta de conocimiento.- dije con rabia.

Los pequeños me miraron llorosos y yo solo me levanté.

  • Esta tarde, aquí, vendrá su esposa, Jada. Ella necesita despedirse de vosotros. Solo quería que os reencontrarais. Lamento si me equivoqué, como he dicho, no sé nada de las familias. Espero haber obrado bien. Edrea estará con vosotros mientras tanto.
  • ¿De verdad se quemó las manos gratuitamente?- inquirió uno de los niños.

Así que les enseñé mis manos llenas de cicatrices.

  • El sufrimiento, se paga con sufrimiento. No usé magia, dejé que el fuego me abrazase y no me curé las heridas con magia, lo hice como un común mortal, con tiempo. Estuve un año sin mover las manos.
  • ¿Por qué?- susurró el otro niño.
  • Nunca me gustó matar a la gente, pequeño. Pero es lo que tengo que hacer cuando juegan con nosotros. Me volví una destripadora. Una asesina. Y cada aldea me tiene que pagar un precio por el hechizo, esta aldea no podía pagármelo con comunes mortales, así que los maté. El pago es la paz. Cada aldea tiene que prosperar y vivir en paz. O el hechizo será retirado. Me quemé las manos, porque odiaba a mi mente.
  • ¿Por qué dices eso?- inquirió el padre confuso.
  • Porqué cuando haces algo mal y quieres olvidarlo, la mente lo repetirá una y otra y otra y otra y otra vez, hasta que te duela pensarlo. Hasta que te odies. Y yo me odié y la única solución que vi en ese momento, fue cortarme la cabeza. Pero los brujos me necesitaban, así que quemé mis manos y… mis pies.




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