rostro. Para colmo tenía a una grandísima persona a mi lado. Derek.
Me sentía bien a su lado.
Había pasado un mes desde que nos besamos por primera vez. Éramos una especie de pareja. Sí, eso, de pareja. Formábamos una bonita pareja.
Derek acariciaba mi mano mientras yo descansaba sobre su pecho.
Llevaba días repitiendo lo mismo. Yo sonreí.
Levanté la cabeza y él se inclinó y me besó. Acaricie su rostro y volví a besarlo. Sus manos acariciaron mi espalda. Yo me quedé tumbada boca abajo en su pecho y cerré los ojos.
Sonreí y me concentré en sus caricias.
Mis ojos se cerraban solos. Estaba cansada y Derek era capaz de tranquilizarme para dormir. Llevaba días rara. Algo raro se implantaba en mi pecho por la noche como una losa que me impedía descansar. Por lo que aprovechaba cada trocito del día para hacerlo.
Edrea apareció en mi sueño. Estaba preocupado y me quería avisar de algo. Me dijo que le habían prohibido acercarse o presentarse a mí. Así que le lloré.
Derek me acunó en sus brazos hasta que me tranquilicé y cuando lo hice. Me besó.
Y lo creí. Confié ciegamente en él. En lo que me decía.
Un pálpito se implantó en mi pecho. No supe que era. No conocía algún fármaco que me ayudase a retirarlo. Era una incógnita.
Derek me escuchó llorar, hasta que cerré los ojos aferrada a él.
Besó mis labios y me acurrucó en su pecho mientras acariciaba mi piel.
Era una especie de calma que establecían sus caricias. Era mi tranquilizante preferido.
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Editado: 20.09.2024