Capítulo 30
Cuando desperté, estaba acurrucada a pecho de Derek, que me miraba melancólico.
- ¿Cómo estás Bela?- susurró con cuidado.
- Bien.- contesté con voz ronca.
Asintió, aunque no se lo creyó, lo percibí.
Soltó un suspiro cansado, tenía ojeras, no había dormido nada.
- Has estado llorando toda la noche Bela, se sincera, por favor.- suplicó.- No me gusta que me mientas.
- Hay días que estoy bien y otros simplemente no, es normal en el proceso de recuperación emocional de una persona, ayer fue un día de esos.- simplifiqué intentando ocultar el tono triste de mi voz.
- Bela…- murmuró mirándome con los ojos apagados.
- Perdón Derek, pero no sé lo que pasó ayer.- mentí.
Y pude apreciar como sus barreras, sus murallas toda su seguridad, caía frente a mí. Como una bomba. Caía una detrás de otra, dejando a un hombre miedoso e indefenso, a un hombre vulnerable. Sus verdes ojos se aguaron y con manos temblorosas acarició mi rostro.
- Tus ojos… se apagaron Bela. Me dio miedo.- su labio inferior tembló.- Se apagaron como cuando apagas una vela y solo queda oscuridad Bela. No había naranja, solo un marrón frío. No te veía cuando te miraba Bela. No te veía a ti, no veía el calor de tus ojos, veía el frío y la muerte.
- Derek…- susurré.
- No, Bela, tenía miedo, maldita sea, tenía mucho miedo.- las lágrimas rodaron por sus ojos.- No quiero perderte Bela, nunca me lo perdonaría y ayer… ayer parecía que ibas a morir, que te estabas ahogando y yo… Yo no supe que hacer y…
- Derek.- con mi mano acaricié su rostro.- Tú, estuviste a mi lado, eso era lo que necesitaba. Gracias.- formulé con cuidado.
Con mi dedo, quité el labio de entre sus dientes, para que no se lo mordiese. Y sonreí.
- Todo el mundo tiene días malos. Es parte de la vida. Yo no soy menos.
- No me gusta verte mal.- confesó.
- A mí tampoco, créeme. Pero no puedo hacer nada. Es… es un fino hilo del que dependemos. Las emociones, son un pequeño hilo, que tiene nudos, subidas y bajadas, pero eso es lo que nos hacen ser.- intenté calmar el ambiente.- Perdóname.
- No pidas disculpas por algo que no es tu culpa Bela.- espetó sosteniendo mi rostro entre sus manos.
Me incliné un poco y besé sus labios.
Me acurruqué en su pecho y utilicé sus brazos como protección.
Derek entendió que no quería estar sola y desprotegida con ese gesto.
- Hoy nos quedaremos aquí y si quieres mañana también, no voy a permitir que sigamos andando cuando no puedes dormir.- besó mi frente y me abrazó.
- Gracias Derek.
- De nada Bels.- susurró.
Mis ojos estaban rojos de tanto llorar, me sentía rara.
Nos quedamos en silencio hasta que habló.
- ¿Por qué no te cortas el pelo?- inquirió acariciando mis brazos.
- El pelo guarda recuerdos, nunca me he cortado el pelo Derek. El pelo guarda recuerdos, los recuerdos se escapan de la mente y ellos nacen de nuestra cabeza y se aferran a nuestro pelo, lo que significa que al no estar en la mente se pueden olvidar.
>> Algunos recuerdos, en vez de subir por la cabeza y llegar al pelo, bajan y se instalan en el corazón, esos son imposibles de borrar, otros, siguen andando más profundo de nuestro corazón y llegan al centro de todo, a nuestra esencia, a nuestra alma, esos sí que no se pueden borrar, esos son eternos. Porque si me corto el pelo, solo significaría una cosa, que mis recuerdos se irían para siempre.
- Me gusta esa filosofía de los recuerdos.- noté su sonrisa en mi pelo. ¿Crees que algún mechón de pelo tuyo, tendrá mi recuerdo?
- Sí, creo que sí. Los recuerdos nacen frecuentemente. Por eso es que el pelo crece frecuentemente.
Nos quedamos en silencio. Yo solo podía concentrarme en un nudo que presionaba mi garganta con hacerla vomitar todos mis recuerdos. Y vaya si lo hizo.
- Cuando era pequeña, cuando me ponía filosófica y melancólica. Catrina preparaba una tarta de frambuesas. Catrina amaba las frambuesas. Hacía pasteles de frambuesas, mermelada de frambuesas, helado de frambuesas, todo de frambuesas. Decía, que si mi mente estaba ocupada pensando o filosofando, como decía ella, era porque la barriga estaba vacía y necesitaba comer algo digno. – sonreí.- siempre acababa mala de la barriga por comer tal cantidad de todos sus postres. Su esposo, por el contrario, decía que era porque necesitaba bailar bajo la lluvia. Pero como no había lluvia, cogía un cubo de agua, lo colgaba en un árbol y le hacía agujeros para que el agua cayese como lluvia.
>> Me podía pasar horas y horas debajo del cubo de agua riendo y saltando. Nunca llegué a entender mi fascinación por la lluvia, nunca nadie la entendió. Pero amo la lluvia, leí, que eso tenía un nombre. Pluviofilia. Es bonito. El esposo de Catrina, decía que solo los locos y solitarios podían sentir tal cosa por la lluvia, la gente común y ordinaria, la vería como algo malo. Cuando en verdad era algo bueno. Porque gracias a ella, vivíamos. Así que cuando llovía, estaba todo el día fuera de casa, riendo y saltando, corriendo, ayudando a la gente que no quería salir para no mojarse, hacía yo las cosas y disfrutaba del agua.
Sonreí al pensar en mí.
- Un día, me tumbé en el suelo, recuerdo que ese día el agua era torrencial. Calaba los huesos, pero no me importaba, yo era feliz así. Estuve desde la madrugada tumbada en el jardín de casa de Catrina. Cuando la lluvia se convirtió en granizos. Nunca había visto la nieve.- sonreí, mis ojos brillaron.- ese día, entré a casa y saqué a Catrina, ella me dijo que eran hielos pero en pequeño. Cuando los copos de nieven comenzaron a caer, me senté en el suelo y me quedé mirando como caían. Su esposo, se sentó a mi lado.
>> Me dijo que los copos de nieve eran sueños de las personas fallecidas. Y que cuando se derretían, era porque en su reencarnación, ya los habían cumplido. Me dijo, que esos sueños caían aquí, para que nosotros pudiésemos jugar con la nieve y mientras lo hacíamos, veríamos sus sueños caer, para cumplirse. Estuve todo el día en la nieve. Hice un angelito y un muñeco. Le llamé Kely. Tenía los ojos morados. Por las piedras que había pintado, y tenía unas gafas que había cogido de casa, las gafas de Catrina. Y fue mi amigo durante todo el invierno. Estuve sentada a su lado todos los días, a todas horas. A Kely le contaba mis pensamientos. Necesitaba decirlos. Así que le contaba todo lo que pasaba por mi mente. Un día le dije que por qué mis padres habían muerto y yo no, otro día, le pregunté, si alguno de mis sueños se cumpliría.
- ¿Cuáles eran tus sueños?- inquirió con delicadeza.
- Tener amigos. Ser amada.- sonreí.- Kely, estuvo todo el invierno, cuando el invierno se fue, cada día, vi como se deshacía hasta convertirse en agua. Me dolió mucho. Guardé sus piedras. Las enterré debajo del lugar dónde había estado. Kely, en la primavera de ese año. Me presentó a mi mejor amigo y a ÉL. Nos conocimos en el mismo lugar los tres. En mitad del bosque. Los tres buscábamos lo mismo. Una flor para el día de las madres. Pero solo había una. Así que en vez de que ellos se la quedasen, contaron los pétalos y después nos los repartimos. Al final, cada uno tenía tres pétalos. Para su madre. En mi caso, para Catrina. Después nos hicimos muy amigos. Y ya lo demás es historia.- sonreí.