Desperté acurrucada a su pecho. El sol se alzaba imponente. Había dormido hasta la madrugada. Bostecé y cuando levanté mis bazos para acariciar su rostro, algo cayó. Miré y vi un osito de tela.
Abracé al peluche y sonreí. Sentía que muchas cadenas se rompían y vi un zapato.
Me sentía pequeña de nuevo. Completamente feliz.
Desayunamos y yo no soltaba a Azzi. Me encantaba. No era como la recordaba. Pero me transmitía la misma seguridad. Mientras recogíamos vi los vendajes en los dedos de Derek.
Sonreí. Se había pasado la tarde y la noche cosiendo un osito para mí.
Nos pusimos en marcha. Heiko caminaba a nuestro lado, Derek tomaba mi mano y con la otra, me aferraba al osito.
Habíamos caminado bastante. Cuando oí algo entre las hojas y frené en seco.
Heiko podía entenderme, estaba entrenado para obedecer y mantenerse a salvo. Para no morir fácilmente. La desventaja, confiaba demasiado en los humanos. Siempre se mantenía cerca de ellos. De mí.
El lobo salió y no me dio tiempo a actuar. Derek me cogió y me alejó. Azzi se me cayó.
No podía volver a perder a Azzi. Otra vez no. Así que cuando cogí al oso y me dispuse a seguir huyendo. Un lobo me mordió la pierna inmovilizándome. Los lobos se movían en manada. Por tanto. Decenas de ellos aparecieron alrededor de mí, rugiendo, amenazantes.
Los lobos no tardaron en atacarme. Pero yo no iba a soltar a Azzi. Así que me hice un ovillo en el suelo y me concentré en el poder que estaba haciendo para que el macho alfa muriese, porque eso significaría que todos se irían atemorizados.
Mordieron mi cadera, mis piernas y mis brazos. Me sentía débil.
Vi como aquel lobo alfa moría frente a mí. Levanté la vista y vi como poco a poco los lobos desaparecían.
Luego vi a Derek.
Tosí sangre del golpe que había recibido. Comencé a ver manchas. Pero yo sabía que iba a estar bien. Azzi estaba conmigo y Derek también.
Me sostuvo entre sus brazos y mis ojos se intentaron cerrar.
Me quedé mirando su rostro angustiado y noté como me dejaba sobre Heiko.
Como pude, estiracé una mano para que él la tomase. Necesitaba su calor. Así que no dudó en aceptarla.
Mis ojos se cerraron en algún punto del camino, pero yo seguía oyendo todo. No tenía la fuerza para abrirlos, eso era todo.
Noté las manos de Derek, bajarme de Heiko con cuidado. Abrí los ojos y lo vi. Estábamos frente al lago.
Noté como me dejaba con cuidado en el césped frío. Vi, como se quitaba la camisa y se arremangaba los pantalones hasta los muslos. Vi como se descalzaba y se metía en el lago. Luego, desapareció de mi campo visual.
Me quedé mirando el lago un rato hasta que pude sentirlo detrás de mí.
Me miró a los ojos y yo pestañeé, en un asentimiento. No podía hablar, no podía.
Con cuidado, sentí sus cálidas manos, desnudarme. Derek se sentó en el bordillo del lago y me sostuvo entre sus piernas, dejada caer sobre él. No encontraba las fuerzas para moverme.
Azzi seguía en mi mano. No la soltaba.
Solté a Azzi y dejé que se quedase a nuestro lado. No quería volver a perderla. Desde mi niñez, me había vuelto muy unida a ese osito y ahora que volvía a tenerlo me sentía bien. Aunque no fuese el mismo. Me transmitía lo mismo, la misma calma, el mismo amor.
Derek con cuidado lavó mi cuerpo y mis heridas. Las heridas dolían.
Mi cabeza estaba escondida en su cuello, no me atrevía a mirarlo, a mirar mis heridas. A mirar mi cuerpo.
Cuando terminó de lavarme el cuerpo, con cuidado, me secó y me tumbó sobre la toalla en la hierba. Me dio a Azzi y me colocó la ropa interior. Después se centró en mis heridas.
Una a una, fue curándolas. Y yo, fui encontrando las fuerzas y fui curándolas con la magia poco a poco. Sin que se diese cuenta.
Todos los vestidos que tenía eran apretados de cintura, cosa que no me ayudaba con la herida que tenía, así que Derek me colocó su camisa. Olía a él, a naturaleza pura.
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Editado: 20.09.2024