De esta manera el desconcierto inicial le dio paso a un sinfín de emociones, mis cinco sentidos se intensificaron. Juraría que podía oler el sudor que emanaba de sus poros, la fuerte colonia proveniente de su cuello, su picante aliento a menta… Uff
Su cuerpo estaba caliente o quizás era el mío, no lo ´se, pero temblaba, apenas un ligero y esporádico temblor que solo yo podía sentir. Su respiración parecía haberse detenido, el vaivén de su pecho era leve y pausado, lograba escuchar un ligero jadeo, como un suspiro, pero ese era el trasfondo, porque lo que de verdad empavaba mi sentido auditivo era ese jodidamente sensual sonido producido por nuestras bocas unidas, cuando nuestras lenguas se rozaban, cuando nuestros labios se anhelaban, cuando nos mordíamos el uno al otro.
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Editado: 17.09.2019