Cuando la luna ilumina el sideral nocturno, cuando el silencio asfixia a la ciudad, justo cuando las calles dejan de hablar, aquel momento en el que se apagan las luces de los cuartos para poder encender las mentes; éstas son creadoras de realidades fantásticas, de mundo míticos llamados sueños; alguna mezcla de sentimientos, lúcidos recuerdos y miedos perdidos. En aquel momento en el que la paz inunda el mundo, cuando el reloj marca las dos de la mañana; todas las energías se desvían a la cabeza para volverse un portal a otro mundo. Todos duermen placenteramente, aunque, claro, la perfección no existe.
En un cuarto lleno de la medianoche y disfrazado de negro, se encuentra una cama con un pequeño que no logra conciliar el sueño. Intenta cerrar los ojos fuertemente, no sirve. Cuenta centenares de ovejas, no tiene sentido. Se tapa de pies a la cabeza con una sábana, no funciona. Se coloca bocabajo colocando su cara sobre la almohada, no tiene efecto alguno. Obviamente este niño tiene problemas para dormir, pero, ¿cómo no tener problemas para dormir si una mirada silenciosa cae sobre ti?...
El niño siente una presencia que le provoca miedo, a pesar de que no deja de mirar hacia la obscuridad no encuentra nada, pero no deja de sentirla. Este pequeño joven sostiene una sombra en su cabeza. Cuando cierra los ojos siente como la presencia se acerca a él; espera un momento... los abre. No mira nada. Hace esto varias veces, hasta que logra percibir por un extremo del ojo algo moverse, lo hace dudar de su propia visión. Lo más lúgubre de la habitación es el silencio abundante que absorbe los ruidos.
Éste con el miedo que le araña la mente intenta levantarse para ir al cuarto de sus padres, pero no quiere pisar el suelo sin prender la luz antes. El interruptor está al lado de la puerta, lejos de su cama. Sabe que tiene que llegar ahí con la mayor rapidez posible para lograr encenderla.
Observa lentamente su alrededor. Obscuridad y silencio, un perfecto escondite para todo aquello que acecha en las noches. Da un salto con todas sus fuerzas, corre como nunca antes lo ha hecho, en ello siente que algo lo detiene, le jalan su pie izquierdo. Con pataleos llega hasta el interruptor donde enciende la luz. Nada le detenía. Sale de su cuarto. Llega al de sus padre, quienes soñolientamente pero molestos le regañan y lo mandan de nuevo al suyo. El niño tiene miedo de volver, pero no quiere desobedecer a sus papás. Vuelve a su cuarto, pero cuando abre la puerta se da cuenta de que la luz está apagada; no la había dejado así. Intenta prender de nuevo ésta, bruscamente busca en la pared obscura el interruptor, enciende la luz que él no recuerda haber apagado.
Respirando profundamente, cuenta hasta tres antes de apagar su iluminación protectora e ir corriendo a su cama. Baja la palanca del interruptor, la luz se extingue en un santiamén mientras el niño huye a su cama. Continúa con su insomnio que le mantiene media hora imaginando cosas en la total negrura de su cuarto, escuchando el silencio. Cierra los ojos durante un momento, cuando escucha que le susurran al oído: "despierta, él está cerca..." abre sus ojos, pero, únicamente escucha un suspiro lento y adolorido alejándose al rincón de la recámara. Pasan los minutos solitarios sin ningún movimiento o sonido; parpadea lento. Un parpadeo... dos parpadeos... tres parpadeos... antes del cuarto parpadeo mira el espejo, mas ahí en el interior de éste, ve a la negrura moverse, nadie sabe qué puede ser eso, pero se mueve.
El niño entrecierra os ojos hasta que parece dormido pero sigue percibiendo su alrededor, mira fijamente la negrura moviente y como no deja de hacerlo.
Duerme... la noche le afecta para que la luna le llene de fantasías placenteras, sonidos hermosos. Tanto como el de la risa de su hermano menor, de dos años de edad-oh, bello sonido divino- pero entre su sueño, éste recuerda que su hermanito había fallecido en su cuna hace trece meses.
Siente el frío bajarle de la cabeza a los pies, permanece acostado, nervioso. Respira agitadamente.
Pasan minutos sin nada... puro misterio sin nada más. Mientras el chiquillo mira su ventana, la negrura moviente pasa por la pared hasta el piso; dos pequeñas luces brillan que parecen ojos. El niño no se da cuenta de eso. Intenta contar para dormir, comienza... uno... dos... tres... y así sigue hasta llegar al doce, pero antes de decir el trece, oye la risa de su hermanito debajo de su cama para después oír una voz dulce hablar.
-Hermano... ven a jugar conmigo.
Este niño no contesta. Permanece el silencio durante diez segundos estresantes. El silencio le crea una comezón en la frente llamada curiosidad; así que ésta le hace intentar asomarse por el borde de la cama, pero no ve nada. Entonces decide asomarse para ver qué fue aquella voz. Escucha un susurro de voz inocente debajo de su cama que alimenta la duda y se asoma.
Entonces le ciegan dos luces brillantes, mientras algo lo jala debajo de su cama. Grita, pero el silencio se encarga de guardar el grito. En la obscuridad solo se escucha huesos crujiendo, que es sucedido por silencio que es interrumpido por una frase con aquella voz: "él está cerca, viene por ti, está debajo de tu cama; le gustó mi curiosidad... así como la tuya... solo acecha en busca de curiosos".
Al día siguiente, los padres entran a la habitación, notan que su hijo no está, buscan debajo de la cama y lo encuentran... pálido, con los ojos abiertos, completamente negros como si hubieran sido carbonizados y una línea roja de sangre en la garganta. Por coincidencia así se le había encontrado a su hermano menor trece meses antes.