Podría decir que mi vida es una comedia romántica… pero mentiría. Lo mío es más una tragicomedia con comentarios pasivo-agresivos de fondo.
Esa mañana, como casi todas, bajé a desayunar y ya estaba mi mamá en la cocina, con ese tono dulce que solo usa para endulzar la puñalada.
—¿Pan integral, Zoe? —preguntó, mientras me miraba de reojo—. Bueno… supongo que uno no hace dieta todos los días, ¿no?
Mi hermana mayor, sentada con su café y su pelo perfecto de comercial de shampoo, sonrió como quien sabe que ya ganó la batalla.
—Ay, mamá, déjala… no todos podemos ser delgadas por naturaleza.
Tomé mi pan, me serví café y me prometí, una vez más, que no iba a dejar que me afectaran. Fallé… una vez más.
Lo bueno es que ese día me esperaba algo mejor que el menú familiar de indirectas: la universidad. Sí, suena raro, pero al menos ahí podía respirar, reírme con Claudia y no sentir que estaba en una competencia de belleza constante.
Claudia, mi mejor amiga desde que ambas nos caímos en el mismo charco en primer año (sí, literal), ya me esperaba en la entrada con una sonrisa y una bolsa de pan de queso.
—Traje refuerzo —me dijo—, porque sé que en tu casa las calorías están más vigiladas que los exámenes finales.
No pude evitar reír. Con Claudia siempre podía hacerlo.
Entramos al aula y, en la prisa por llegar antes de que el profesor empezara, choqué contra alguien. No, no fue un choque normal. Fue el choque: café volando, libros al piso, y un "¡perdón!" dicho al mismo tiempo por los dos.
Levanté la vista y ahí estaba: alto, cabello castaño oscuro ligeramente despeinado, sonrisa de esas que te desordenan el corazón.
—Lo siento, no te vi… ¿estás bien? —preguntó él, con una voz tan tranquila que contrastaba con el caos que acababa de provocar.
Claudia, que nunca pierde oportunidad, me susurró:
—Ay, hija, aquí hay material de novela.
Yo solo asentí mientras intentaba salvar lo que quedaba de mi café… y de mi dignidad.
No sabía entonces que ese “choque” iba a ser el inicio de algo que ni yo, ni él, ni mi colección de inseguridades estábamos preparados para vivir.