La noche empezó con risas y charlas en casa de Claudia, en una pequeña reunión con amigos.
Elian estaba ahí, tan cercano y natural que me hacía olvidar mis inseguridades por momentos.
Entre bromas y miradas cómplices, el ambiente se fue cargando de una electricidad que no podíamos ignorar.
Cuando salimos al balcón para tomar aire fresco, la conversación se volvió más íntima, las palabras sobraban y los silencios hablaban por nosotros.
De repente, él me tomó la mano, acercó su rostro y sin darme tiempo a pensar, sus labios rozaron los míos en un beso suave y cálido.
Mi corazón dio un salto y, aunque mis dudas intentaban hacer ruido, algo en mí decidió dejarse llevar.
Después, nos quedamos mirándonos, sabiendo que nada volvería a ser igual, pero sin necesidad de palabras que lo explicaran.