Revisión realizada el 11/12/25
En el interior de un edificio abandonado, en un baño, un extraño ruido comienza a sonar proveniente de una de varias cabinas.
El sonido, persistente, dura unos minutos, cuando algo sale de uno de los inodoros, con alguna dificultad, un pequeño roedor salta del borde de este.
Inmediatamente después de caer al suelo, camina por el cuarto abandonado hacia la puerta, llegando a un largo pasillo.
De un lado, brillando con fuerza, la luz del sol indicaba la salida del edificio, mientras que del otro, el pasillo llevaba al interior de la estructura, envuelto en oscuridad.
Mirando hacia ambos lados, elige un camino, dirigiéndose al interior de la estructura, cuando algo lo hace detenerse — un leve y dulce olor que lo envolvió — siguiéndolo con la cabeza, la rata se vuelve hacia la dirección opuesta a la que iba.
Cambiando de ruta, comienza a recorrer el amplio pasillo en busca de su fuente.
Mientras lo seguía, cuanto más cerca de la salida, más fuerte se volvía el olor, al punto de casi sentir su sabor, sin embargo, al llegar cerca de una puerta, percibió que el rastro llevaba al interior de una de las salas.
El cuarto, aunque estaba cerca de la entrada del edificio, donde el sol brillaba con fuerza, sin ninguna ventana, estaba sumido en la más absoluta oscuridad.
En su búsqueda, comenzó a entrar, pero, escuchando algo, se detuvo en la entrada.
“Hhhnnng... Fsssss...”
Sonando allí dentro, una respiración lenta y pesada, ligeramente rasposa, venía de la parte más oscura del lugar. Sintiendo sus pelos erizarse, por un momento, la rata pensó en regresar, sin embargo, sintiendo el dulce aroma que salía de allí, que ya había dominado sus sentidos, no resistió.
Silenciosamente adentró esa oscuridad mientras esquivaba algunos obstáculos, sintiéndose perdido, pues el olor que lo guiaba comenzaba a confundirlo, pero fue cuando pisó algo húmedo.
Sin perder tiempo, lo lamió, sintiendo un sabor maravilloso invadir su paladar; era de donde venía el olor. Sin embargo, aunque estuviera esparcido por una gran área, comenzó a buscar su fuente.
Caminando sobre ese charco, al alcanzar una herida abierta, la mordió.
En respuesta, con un gruñido de dolor, la criatura comenzó a moverse — asustándose, la rata intentó alejarse — cuando una gran mano cayó sobre ella.
El suelo, no soportando la fuerza usada, se quebró en varios pedazos, seguido de un alto estruendo.
La criatura, con una respiración más rápida, aunque aún pesada, mantuvo la mano hundida en el suelo por unos instantes. Con dificultad, levantando la mano, verificó si lo había matado, pero, saltando del agujero, la rata huyó.
***
Cerca del corazón de una ciudad abandonada, rodeada por cientos de edificios, un gran claro interrumpía un paisaje urbano decadente. Con algunos kilómetros de extensión, estaba cubierto por un césped de color verde, que difícilmente superaba la altura de la rodilla, pero que era mecida por las fuertes corrientes que pasaban sin impedimentos allí.
Pero, en el centro del lugar, disonando del entorno, había plantas finas y altas, de color gris ligeramente verdoso, que ocupaban una buena área alrededor de una gran laguna. Sin embargo, aunque altas, no eran las más grandes allí; ocupando ese puesto, había un extraño árbol.
“Me pregunto cómo se formó esto...”
Justo frente a él, Sete lo observaba con algunas piezas de ropa en las manos.
(Parece ser antiguo, muy antiguo.) Contradiciendo su tamaño, las profundas marcas en su tronco mostraban su edad.
Así como la piel de un anciano que realizó funciones duras durante años bajo fuertes inclemencias, era bastante arrugada y de apariencia grosera. Además, había una gran formación de raíces que, disonando de su pequeña copa, creció sobre el suelo formando una amplia estructura alrededor del tronco.
Subiendo a él, Sete comenzó a caminar sobre ese enredo.
(Me pregunto si estaba aquí cuando la ciudad aún estaba habitada...) Sete siempre había vivido en esa ciudad con su familia, al menos desde que recordaba, así que sabía que ese lugar estaba abandonado desde hace mucho tiempo.
Mientras pensaba, al pisar una de las raíces — Crack — sintió que cedía bajo su peso.
Deteniéndose, con una expresión complicada, miró alrededor.
En ese montón de raíces, como no estaban unidas unas a otras, había diversas fisuras entre ellas, con algunos de esos espacios, debido a su tamaño, formando pequeños túneles que adentraban ese montón.
(Tengo que tener cuidado... si resbalo, puedo herir mi pierna...) Caminar allí lo molestaba, pero sabía que no había otro lugar para ir además de allí.
Eligiendo las raíces en las que pisaba, se acercó al tronco, mientras esquivaba algunos ramas, con algunas pocas hojas amarillentas, ya que la copa era baja.
Usando una de las ramas a su alcance, colgó las piezas de ropa que llevaba, antes de volver.
...
Lejos de la laguna, Ísis estaba sentada sobre una gran roca secándose al sol. Con una mirada distante, observa a sus hermanos menores trabajar, cuando una fuerte corriente de aire sopló por la planicie.
Al ser alcanzada por él, rápidamente se encogió, envolviendo los brazos alrededor del cuerpo.
(¡Qué viento frío!) Usando ropa ligera que aún estaba mojada, sintió el viento congelante afligirla, haciéndola encogerse aún más.
Pero, después de unos minutos, cesó.
— ¡Achú!! —
(No quiero enfermarme...)
“Sniff.”
“¡Salud!”
Escuchando la voz de Sete, se volvió hacia él.
“Gracias...”
Deteniéndose a su lado, él comentó:
“Ya colgué tus cosas, creo que se secarán pronto.”
“... Espero que sí....” Frotando las manos en los antebrazos, Ísis intentaba calentarse.
Mientras tanto, volviendo su atención a la laguna, observaba a Mia entrar y salir del medio de la vegetación cargada de hierbas, para guardarlas en las mochilas.