Dentro de un edificio abandonado, en un baño, un extraño ruido comienza a salir de un inodoro.
El sonido, persistente, dura algunos minutos, cuando algo emerge de allí. Con cierta dificultad, un pequeño roedor salta desde el borde del inodoro.
Al caer al suelo, camina por el cuarto abandonado hacia la puerta. Al salir de allí, entra en un largo corredor.
De un lado, brillando con fuerza, la luz del sol indicaba la salida del edificio. Del otro, el corredor llevaba al interior del edificio, envuelto en la oscuridad.
Eligiendo un camino, gira hacia el interior de la estructura cuando un leve olor lo envuelve.
Interesado, cambia su ruta, recorriendo el amplio corredor en busca de su origen.
El olor parecía venir del exterior del edificio, pues cuanto más se acercaba a la salida, más fuerte se volvía, pero al llegar cerca de una puerta, percibió que el rastro se desviaba hacia un cuarto.
Aunque estaba cerca de la entrada del edificio, donde el sol brillaba con fuerza, el cuarto, sin ninguna ventana, estaba sumido en la más absoluta oscuridad.
El ratón, al percibir el sonido de una respiración pesada y lenta proveniente de allí, se detuvo.
Por un momento, pensó en retroceder, pero al sentir el dulce aroma que salía de allí, continuó.
Silenciosamente, se dirigía hacia la parte más oscura del lugar, esquivando algunos obstáculos. Al acercarse cada vez más, el olor que lo guiaba comenzaba a confundirlo.
Mientras avanzaba por el lugar, terminó pisando algo húmedo. Al lamerlo, un sabor maravilloso invadió su paladar; era de allí de donde venía el olor.
Pero, aunque estaba esparcido por una gran área, el ratón, ignorándolo, comenzó a buscar su origen.
Caminando sobre aquel charco, al llegar a una herida, la mordió.
La criatura, despertando, intentó aplastarlo.
Al golpear donde estaba el ratón, el suelo, incapaz de soportar la fuerza utilizada, se rompió en varios pedazos, seguido de un fuerte estruendo.
Con una respiración más rápida, aunque aún pesada, mantuvo la mano hundida en el suelo por algunos instantes.
Con dificultad, levantando la mano, la criatura verificaba si lo había matado.
Aprovechando eso, el ratón huyó.
***
Próximo al corazón de una gran ciudad abandonada había una gran planicie. Estaba rodeada por grandes edificios que, incluso frente al avance de la naturaleza, permanecían en pie como recuerdos de una era pasada.
Existían lugares donde había destrucción, pero al observar la ciudad como un todo, era posible notar que, para un lugar olvidado, era sorprendente que aún hubiera tantos edificios en pie.
En el centro de aquella planicie, en un punto más bajo que los alrededores, había una gran laguna. Aunque la vegetación del lugar no superaba la altura de la rodilla de un adulto, era diferente allí.
En sus márgenes, una vegetación de más de dos metros de altura, compuesta por plantas finas y altas, pero que, al estar en gran cantidad, impedía ver a través de ella.
Además de esas plantas, también cerca de la laguna, había otra diferente de todo lo que la rodeaba.
(Me pregunto cómo se formó esto…)
Justo frente a Siete había un extraño árbol.
Aunque podría parecer joven por su tamaño, las marcas en su tronco retorcido indicaban lo contrario. Así como la piel de un anciano que realizó trabajos duros durante años bajo fuertes inclemencias, era bastante arrugada y de apariencia áspera.
Además, había una gran formación de raíces que, en contraste con su pequeña copa, creció sobre el suelo formando una amplia estructura alrededor del árbol.
Las raíces no eran muy diferentes del tronco; también tenían una apariencia desgastada, aunque era posible ver algunas más nuevas debajo de las más viejas, indicando que la planta aún tenía vitalidad y estaba creciendo.
Subiendo a ella, comenzó a caminar.
Aunque ya había visto ese árbol antes, nunca le había prestado atención, pues estaba más interesado en el lago, tratándola como una planta cualquiera, pero al mirarla con más detalle, notó lo diferente que era.
(Parece ser antiguo, muy antiguo, me pregunto si estaba aquí cuando la ciudad aún estaba habitada…)
Siete siempre había vivido en esa ciudad con su familia, al menos desde que tenía memoria, así que sabía que aquel lugar estaba abandonado desde hace mucho tiempo. Por lo que sabía, incluso cuando sus padres llegaron a la ciudad, ya estaba así.
Mientras pensaba, al pisar una de las raíces, la sintió ceder bajo su peso.
Deteniéndose, con una expresión complicada, miró a su alrededor.
Aquel montón de raíces lo incomodaba: si pisaba en el lugar equivocado o resbalaba, terminaría metiendo la pierna en medio de aquel entramado y lastimándose. Como no estaban muy unidas entre sí, había varias grietas entre ellas.
Algunos de esos espacios, por ser tan grandes, parecían pequeños túneles que se adentraban en aquel montón.
Aunque no eran grandes pasajes, podrían fácilmente albergar a un animal pequeño que buscara refugio.
No quería subir a ella, pero no había otro lugar a donde ir además de allí. Eligiendo con cuidado las raíces en las que pisaba, se acercó al tronco.
La copa del árbol era baja, con Siete teniendo que esquivar algunos ramas mientras entraba por debajo de ella. También era pequeña, con todo amontonado muy cerca, pero como buena parte de las hojas ya estaban amarillentas y había algunas ramas completamente expuestas, no transmitía una sensación agobiante.
(Eso debería servir…)
Usando una de las ramas como tendedero improvisado, colgó algunas piezas de ropa.
Al terminar, comenzó a regresar con su hermana.
A lo lejos del lago, Isis estaba sentada sobre una gran roca, secándose al sol. Distraída, observaba a sus hermanos menores trabajar, cuando una fuerte corriente de aire sopló por la planicie.