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Ruinas del pasado - 1 - part 4

Siete se mantenía en posición, frente a la criatura. Estaba asustado, muy asustado, con las piernas y las manos temblando bastante, pero aun así, sostenía con firmeza el pequeño cuchillo que llevaba.

A la espera del ataque, permaneció firme en el mismo lugar.

Pero esa espera, que duraba segundos, pronto se convirtió en minutos, y el ataque no llegó.

El humanoide aún caminaba hacia él, pero lo hacía con pasos lentos y perdidos.

(¿Qué?)

Eso no tenía sentido; una cosa como esa no se contendría ni tendría piedad.

Sin entender por qué y con más tiempo para pensar, finalmente logró observar a la criatura con más atención, y fue entonces cuando lo notó.

El humanoide estaba ciego.

El lugar donde estaban era oscuro, ya que el pasillo se encontraba en el interior del edificio, pero no al punto de no poder ver, permitiendo distinguir algunas características. La que más llamaba la atención estaba en su rostro: una terrible herida horizontal que pasaba por encima de donde estarían sus ojos y nariz.

Sintiendo como si un peso enorme se hubiera quitado de sus hombros, Siete casi suspiró de alivio, pero se contuvo por miedo a delatar su posición, enfocándose en la criatura frente a él.

Humanoide, wendigo, vagante o Vagante blanco, flagelo y fantasma; esos eran algunos de los nombres que tenían, había más de una docena de otros, aunque ninguno era capaz de demostrar con exactitud el peligro que representaba.

Monstruo tampoco era una mala opción de nombre para ellos, ya que incluso las bestias más grandes los temían.

A primera vista, al mirarlo, debido a su apariencia delgada y esguia, podría dar la impresión de que era débil, pero eso no era más que una mentira.

Independientemente de su apariencia, con una fuerza monstruosa, eran más que capaces de lanzar a un hombre adulto a metros de distancia, como si fuera un juguete. También eran rápidos, muy rápidos, así que incluso si intentaran correr, no serviría de nada.

De todas las cosas que existían en la ciudad, esta fue de la que su padre más le advirtió que tuviera cuidado, por ser extremadamente agresivos.

No eran comunes de encontrar; por eso, era la primera vez que veía uno.

Pero sabía que no era algo que pudiera enfrentar, ni siquiera usando armas de fuego; era un oponente implacable.

Si no fuera porque ese ser estaba ciego, Siete sabía que habría encontrado su fin allí mismo. Eso lo aterrorizaba.

Pero, aunque poderosos, había algunos hechos extraños sobre ellos.

Sabiendo eso, volviendo su atención al humanoide, comenzó a analizarlo.

No era solo en su rostro; todo su cuerpo estaba cubierto de heridas, algo que se hacía aún más evidente por la diferencia del color del sangre rojo oscuro que corría sobre la piel blanca pálida, sin ningún pelo.

Las heridas no eran normales, como las causadas por un tropiezo o una caída desde un lugar alto; eran indicios de un enfrentamiento, con marcas de garras, mordidas y algunos cortes profundos.

(Quien sea que haya luchado contra el humanoide, lo dejó gravemente herido.)

Pero no era eso lo que más destacaba en él; era su mandíbula superdesarrollada, con dientes puntiagudos que no cabían en su boca, y uno de sus brazos, más pequeño que el otro, parecía haberse formado incorrectamente.

Eso no lo sorprendió; de hecho, ya esperaba algo así. Ese era uno de los hechos extraños sobre los humanoides: sus imperfecciones. Podían tener miembros faltantes, en lugares equivocados, mal desarrollados o superdesarrollados, e incluso más partes de lo normal, como dos cabezas o tres brazos.

Por suerte, la única parte superdesarrollada era la boca, no parecía tener otra mutación de ese tipo.

Mientras analizaba la situación, la criatura dejó de caminar.

Siete, asustándose, endureció los brazos que sostenían el cuchillo.

— Snif Snif —

Moviendo la cabeza hacia los lados, intentaba buscar algún olor.

(¿Puede oler algo?)

Incluso estando tan desfigurado, a diferencia de los ojos, su nariz parecía seguir funcionando, capaz de identificar olores.

(¿Me está siguiendo por mi olor?)

Eso no era posible, o al menos, no debería serlo. Para no llamar la atención, tenían la costumbre de usar hierbas que disfrazaban el olor que tenían en la ropa, ya que eso ayudaba a evitar a los depredadores, así que no debería ser eso.

Mientras se preguntaba, escuchó el sonido de una gota de algo cayendo al suelo, proveniente de su espalda.

Con la visión periférica, notó un pequeño charco rojo formándose debajo de su mochila.

(¡El conejo!)

No era exactamente él, sino el olor de su sangre. Si lo desamarraba, podría intentar escapar usándolo como señuelo; bastaba con arrojarlo lejos en el pasillo para atraer a la criatura mientras se quedaba quieto cerca de una de las paredes del corredor.

El lugar era espacioso, así que la probabilidad de que chocara con él era baja.

Girándose rápidamente para soltarlo y usarlo como distracción, hizo que algunas partes de su mochila, que eran de metal, produjeran un pequeño ruido.

Aunque fue leve, en el ambiente silencioso en el que estaban, fue suficiente para alertar a la criatura, que se agitó un poco.

Ella, que estaba parada intentando encontrarlo, dio un paso más pesado hacia adelante y lo afirmó en el suelo, como si estuviera a punto de tomar impulso, y abrió los brazos.

Al darse cuenta de lo que había hecho, Siete dejó de moverse.

Tras un tiempo, el humanoide, calmándose, fue cambiando de postura; su cuerpo, poco a poco, se volvió menos rígido hasta regresar a la normalidad, intentando encontrar un olor que lo guiara.

Al notar que la criatura se había calmado, volvió su atención al conejo, comenzando a desamarrarlo con más cuidado esta vez.

(Parece que le cuesta encontrarme…)

En un lugar cerrado como aquel, el olor a sangre ya había llenado todo el espacio, dificultando encontrar la fuente exacta.



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En el texto hay: #war, #postapocalíptico, #ciencia ficción

Editado: 21.04.2025

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