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El pasado que se hace presente - 2 - Part 5.1

Paralizado, Sete observaba aquel océano.

Golpeado por una fuerte corriente de aire, quedó impresionado al ver pequeñas ondulaciones formándose sobre el gas, como si fueran olas.

(Realmente parece agua…)

Aquel lugar lo asustaba, pero, de alguna manera, también era tranquilo. Transmitía cierta paz debido al silencio absoluto, a pesar de ser una área completamente abierta.

“Pega.”

Con la voz monótona de su Padre, fue arrastrado de vuelta a la realidad.

Tenía la mano extendida hacia él, sosteniendo un casco, uno de los que había visto al salir del búnker, con el número 97 en el lateral.

Tomándolo, lo colocó en su cabeza.

En el mismo instante, como si percibiera que estaba siendo usado, algo se activó en su interior. Comenzando a ajustarse a su cuerpo, una pequeña pantalla brillante apareció en su visión, junto con algunos avisos.

(¿Sin aire? ¿Un sistema de mira?)

Además de eso, había varias otras informaciones, pero no entendía para qué servían.

Tan pronto como terminó de ajustarse, asustándolo, apareció una única frase de color verde ocupando toda la pantalla.

— Verificación completa —

(¿Qué?)

Mientras aún intentaba entender lo que estaba pasando, su Padre, que ya llevaba puesto su casco, sacó una cuerda de dentro de su mochila.

Amarrando una punta en su cintura, le entregó la otra a Sete.

“Amárrala en ti también.”

Aún confundido, procesando la secuencia de informaciones que habían aparecido, Sete tardó un poco en tomar la cuerda.

Notándolo, su Padre continuó.

“… En medio de ese gas, la visibilidad es baja. Así, no habrá riesgo de que te separes de mí y te pierdas.”

“¡Espera! ¿Vamos a entrar en medio de eso? ¡¿Dentro de ese océano?!”

Incapaz de creerlo, miraba completamente sorprendido a su padre.

Pero él, con una certeza inquebrantable, confirmó.

“Sí, por eso las máscaras.”

“¡Creí que íbamos a entrenar aquí! ¡Pensé que las máscaras eran por mayor seguridad, ya que estamos cerca de eso!”

Por ser un lugar abierto y rodeado por aquel océano, parecía ideal. Con espacio para disparos a largas distancias y completamente seguro.

Al menos, eso era lo que pensaba.

“No, no era para eso. Aunque pudiéramos disparar aquí, hay un lugar mejor para hacer eso.”

Aunque aún más confundido, Sete tomó la cuerda y la amarró en su cintura.

Terminando, comenzaron a moverse.

(Es pensar que vamos a entrar en medio de eso…)

Era un gas mortal e inodoro que, incluso para quienes escapaban de la muerte, sufrían graves consecuencias por envenenamiento. No era algo nuevo para él, tanto por haberlo visto algunas veces en la ciudad como por conocer los efectos que provocaba en sus víctimas.

Deteniéndose cerca del borde del cráter, estaban junto a un montón de piedras relativamente grande, que llegaba a la cintura de Sete.

Habían sido apiladas cuidadosamente, con las piedras más grandes abajo y las más pequeñas arriba, casi simétricamente.

Allí, su Padre sacó una pequeña brújula de su bolsillo.

Era vieja, con varias marcas sobre el latón, como arañazos y abolladuras, pero aún funcional.

Tomando una dirección, comenzaron a descender los bordes hacia el gas.

(Está haciendo más frío.)

Hundiéndose en medio de aquello, Sete comenzó a sentir la diferencia de temperatura, que caía cada vez más.

Cuando fue completamente envuelto por aquel océano.

Varias horas después, en el fondo de aquel océano, Sete ya estaba quedándose cansado.

(No sirve de nada…)

Mirando hacia arriba, intentaba verificar la posición del sol, pero la masa de gas que lo cubría le impedía ver cualquier cosa.

Sabía que habían caminado bastante, pero no sabía cuánto tiempo llevaban allí, algo que, en aquel lugar, era prácticamente imposible de descubrir.

No había nada que pudiera usar como referencia, ni temporal ni espacial.

Con la visibilidad baja, todo lo que veía era algunos pocos metros adelante; cualquier cosa más allá no eran más que sombras.

Aquello cortaba completamente el sentido de dirección, al punto de pensar que estaban caminando en círculos algunas veces.

Incluso cuando algunos bultos comenzaron a aparecer, haciéndole darse cuenta de que avanzaban.

Al principio eran raros, pero comenzaron a aumentar cada vez más, surgiendo en los más variados formatos, desde troncos de árboles hasta algunos que recordaban a personas.

Estos últimos eran especialmente aterradores, pues muchos parecían estar intentando huir de algo, siempre corriendo en la misma dirección en la que ellos caminaban.

Pero, además de que el gas impedía verlos con detalle, todos parecían muy similares entre sí: personas, árboles y escombros, sin ofrecer mucha distinción.

Sete, mirando a su alrededor por los vidrios ligeramente empañados del casco, sintió un escalofrío.

Era un lugar extraño. Aunque sabía que nada sobreviviría allí, un temor constante lo acompañaba, como si algo pudiera surgir en cualquier momento.

Su Padre, que caminaba justo delante, aunque parecía apenas un bulto, lideraba el camino, siempre mirando hacia adelante, consultando la misma brújula de antes.

En aquel lugar, él era la única fuente de paz para Sete, pues sabía que los estaba llevando al lugar correcto.

Mientras caminaban, después de algún tiempo, el ambiente comenzó a cambiar.

Con la luz del sol volviéndose más fuerte y el frío disminuyendo, emergieron de aquel océano.

(Finalmente…)

Mirando hacia arriba, Sete suspiró aliviado al ver el cielo azul después de tanto tiempo en aquella penumbra.

No había sido una caminata difícil, pues el terreno era muy favorable, permitiéndoles avanzar bastante, pero aquel lugar era incómodo, manteniéndolo en alerta constante.

Sintiéndose más tranquilo, estiró los brazos para aliviar un poco de la tensión en los hombros.



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En el texto hay: #war, #postapocalíptico, #ciencia ficción

Editado: 05.06.2025

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