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Una mecha - 4 - Part 1

En el centro de una ciudad abandonada, donde altos edificios alcanzaban los cielos, al mismo tiempo que un denso bosque templado ocupaba el suelo, una estructura en particular captaba la atención: un rascacielos.

Además de ser más grande que cualquier otro a su alrededor, diversos detalles en sus paredes adornaban la vieja estructura. Con una sorprendente robustez, aunque marcada por el tiempo, permanecía firme, como si cargara una antigua gloria olvidada hace mucho tiempo.

Tenía un formato cuadrado, que se mantenía así hasta cerca de su cima, donde se estrechaba rápidamente. Allí, colgado de algunos cables, un antiguo pararrayos destruido se balanceaba.

Ya en el suelo, donde debería estar el bosque, una gran área desmontada formaba un círculo casi perfecto alrededor de la estructura. En ese espacio, los troncos cortados fueron apilados juntos, separados según su tamaño, mientras que las hojas y arbustos fueron agrupados en cuatro grandes montones y quemados.

Sin embargo, extrañamente, aunque el lugar indicaba una actividad constante, no se oía ningún movimiento allí.

En cambio, reinaba un ambiente tranquilo, con el canto de los pájaros y el susurro de las hojas resonando en el lugar.

Ante esto, observando aquella área, escondidos entre los árboles del bosque, figuras encapuchadas analizaban el lugar con una perceptible tensión en el aire.

Eran cinco, todos vestidos con mantos de colores apagados, algo que les permitía esconderse fácilmente en medio de la vegetación que los rodeaba. Con miradas diligentes y en el más absoluto silencio, dos de ellos observaban el edificio, mientras los otros tres estaban atentos al bosque que los envolvía.

Rompiendo con esto, uno de ellos habló.

“Ya estamos aquí hace varias horas y aún no hemos visto ningún movimiento. ¿No crees que ya es hora de avanzar?”

La hembra, perceptible por su tono de voz, hablaba bajo y de manera un tanto monótona. Girándose hacia un lado, buscaba una respuesta de aquel que parecía ser el líder.

A diferencia de ella, cargaba algo en la espalda envuelto en telas con los mismos colores que su ropa. Era delgado, con un mango largo, pero con una parte más grande en uno de sus extremos.

Él, aún mirando el edificio, permaneció en silencio unos segundos antes de responder.

“…Sí, creo que ya es hora.”

El macho, pensativo, volvió su mirada hacia la cima del edificio.

“Por lo que sabemos, la base de operaciones estaba allí, así que… nos separaremos en dos grupos, uno será contigo y Bernd—”

“Negativo.”

Pero, antes de que terminara, la mujer lo interrumpió fríamente, causando un extraño silencio que reinó por unos segundos. Suspirando, el líder se giró hacia ella con una mirada complicada.

“…Francisca, tú y yo somos los dos más fuertes, es natural que estemos en grupos diferentes.”

Con el mismo tono monótono, ella lo rebatió rápidamente.

“Estás casi correcto en tu división, mi señor, pero tanto yo como Bernd estamos en la misma clase.”

Justo detrás de ese grupo, también escondidos, uno de los tres encapuchados, el de mayor estatura entre ellos, entró un poco temeroso en la conversación.

“…Señ-…Vice-comandante, aunque seamos de la misma clase, tú sigues siendo mucho más fuerte que yo.”

“Considerar pequeñas variaciones dentro de una misma clase es un debate infructuoso, pertenecemos a la misma clase, eso es lo único que importa, tanto en batalla como administrativamente. Entonces puedes liderar perfectamente el grupo dos, mientras yo voy con el grupo uno.”

Aunque hablaba tranquilamente, sus palabras llevaban una voluntad inquebrantable. Algo que hizo que el líder, conociéndola bien, cediera.

“Muy bien… Francisca y yo lideraremos el grupo uno, mientras Bernd y Einhart irán con el grupo dos, con Félix de refuerzo, ¿está bien así?”

Mirando a Francisca, ella asintió levemente con la cabeza mientras hablaba.

“Si es así como lo deseas, mi señor.”

Aún mirándola en silencio, quería decir algo, pero desistió.

“…¿y ustedes tres, entendieron?”

Con la esquina de los ojos, se giró hacia ellos.

“¡Sí!”

Arrodillados, junto con la respuesta, asintieron con la cabeza, pero, al ver esa escena, el líder se sintió incómodo, poniendo la mano detrás de la cabeza.

“…Cuando estemos en el campo, no necesitan quedarse en esa posición, además de innecesario, es incómodo.”

Esperando a que los tres se levantaran, se giró hacia el rascacielos.

“Como irán por abajo, avancen por direcciones diferentes en tres grupos, rodeando la estructura, pero, cuando entren, no se separen mucho de los demás durante la inspección del edificio, ya perdimos un grupo en esta ciudad, no queremos que eso se repita.”

“Sí, señor.”

“Pueden ir, avisen a los demás, comenzaremos en cinco minutos, necesito que envíen algunos para acompañarme.”

Tan pronto como terminó esas palabras, los tres desaparecieron en un segundo, como si nunca hubieran estado allí, dejando a los dos solos.

“…”

“…No hacía falta ser tan insistente, Fran, no voy a morir tan fácilmente…”

Incomodado, el hombre se quejaba mientras la miraba.

“Lamento, pero, hasta que cumplas tus funciones como líder de tu casa, mi señor, no puedo permitir que te rompas ni una uña.”

“…”

Después de unos segundos de silencio, se giró hacia el edificio frente a él, murmurando.

“…por favor, al menos deja de llamarme así, ya te pedí disculpas por aquello.”

Verificando un pequeño reloj de bolsillo muy bien cuidado y con una coloración plateada que brillaba levemente, reflejando la luz del sol, esperaba pacientemente a que el puntero dorado pasara sobre los números romanos, hasta completar la última vuelta.

Tan pronto como el puntero terminó, lo guardó, tirando del hilo de un collar en su cuello hasta sacar un simple silbato que estaba atado a él, soplándolo.

“…”



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En el texto hay: #war, #postapocalíptico, #ciencia ficción

Editado: 04.09.2025

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