—Buenas tardes, doctora —Ambos se presentaron ante la Dra. Robinson, especialista en terapia de parejas.
—Díganme, ¿quién fue el de la idea de la terapia?
—Yo, Dra., como ve mi esposa, no se puede mover, por eso la terapia la pedí en casa.
—¿Usted qué opina de mi presencia aquí?
Mariana la quedó viendo por unos segundos, la doctora no era ni joven ni tampoco una anciana le calculaba unos cuarenta o cuarenta y dos años, muy conservada para su edad, rubia cabello peinado con moño hacia atrás vestida una minifalda y una blusa algo escotada y cruzaba las piernas tenía una agenda sobre las piernas y observaba de manera lasciva a Derek, Mariana jamás fue celosa y pensó tal vez lo mejor es que alguien más se fijara en Derek así no sería difícil convencerlo de que su matrimonio no tenía remedio.
—Opino que su presencia es innecesaria, ya que este matrimonio no tiene remedio, pero él no entiende, debería buscarse una mujer que lo entienda y nos divorciemos lo más pronto posible.
En ese momento no midió sus palabras o lo que causaba en ella, de pronto sintió que algo se quebraba dentro de ella y sintió un dolor agudo que la invadía desde cintura para abajo
—¿Se siente bien, señora?
—¡Carajo! El bebé — decía Derek mientras de manera delicada cargaba a su esposa y, cuando la alzó bien, algunas manchas de sangre sobre la cama.
HORAS DESPUÉS EN EL HOSPITAL
—Le advertí que no hiciera esfuerzo o disgustos por la pronta acción de su esposo es que usted no perdió a ese niño. Déjeme decirle que se está aferrando con un guerrero a usted
—Lo siento, doctor
—Permítame ser duro con usted, si lo sintiera dejaría de tomarlo tan a la ligera y tendrá que quedar por lo menos dos meses en lo que pasa el tiempo de peligro, aunque ni eso asegura que su embarazo llegue a término. O siquiera nazca, nada es seguro con el tipo de embarazo que usted lleva, pero haremos todo lo humanamente posible para que ese bebé se logre finalmente, no será fácil ni para usted o para su esposo
—La cuidaré con mi vida, Dr., se lo aseguro.
Cuando el médico se fue, Derek jalo una silla a lado de Mariana y le dijo
—No llevaremos terapia hasta que te encuentres mejor
—No quiero pelear ni hablar nada del tema, por ahora dejaré el tema en paz, por mi bien o el del bebé, solo te pido una cosa
—¿Qué cosa?
—Cuida bien a Bryan, él no podrá quedarse conmigo en el hospital y tú sabes muy bien lo apegado que es a mí, pero también cómo te adora y sé que se portará muy bien si tú se lo pides
—Está bien, ahora voy a verlo, lo dejé con una enfermera.
Encontró a su hijo leyendo un cuento que le dio la enfermera, a su corta edad, gracias a la educación y el apoyo de Mariana, ya sabía leer cuando recién tenía cuatro años.
—¿Qué lees, hijo?
—Trabalenguas, papá, ¿cómo está mi mamá?
—Ya está mejor, pero se quedará unos meses aquí
La cara de Brayan pasó de expectativa a tristeza, su mundo giraba en torno a su madre, quien siempre estaba con él o la mayoría de tiempo
—No pongas esa cara, es por su bien. ¿Quieres ser el hermano mayor o no?
—¡Sí, papi, si quiero!
—Por eso te lo digo, tienes que quedarse un tiempo aquí, pero tú vendrás todos los días a verla y siempre que vengas no olvides decirle lo feliz que estás de tener un hermanito y que seamos una gran familia.
—Sí, papi, yo estoy muy feliz de ser una familia y ser el hermano mayor. Cuando vea a mi mami, se lo diré y le daré muchos besitos y abrazos.
—Ese es mi hijo — acariciándole el cabello, a lo que Bryan estaba feliz porque su padre le demostrara algo de cariño.