No por casualidad

10. Planes para la noche

Cuando me sentaba en mi puesto de trabajo, lo primero que hacía era preparar el material para la reunión. Todos los sábados teníamos una reunión en la que planificábamos el número de la revista. Se publicaba cada semana el viernes, así que todo tenía que estar listo para entonces. Teníamos unos días para preparar todo el material y enviarlo a la imprenta. Últimamente he trabajado mucho y he intentado dedicar todo mi tiempo libre al trabajo. Tenía mucho material, así que el redactor jefe tuvo que elegir sobre qué escribiríamos la semana siguiente. Creo que si necesitara unas vacaciones, ahora sería el mejor momento, porque he preparado tantos artículos que bastarían para varios números de la revista. Pero ahora mismo, unas vacaciones era lo último que quería, porque mi trabajo me salvaba de la soledad y de pensar en mi ex. Mi trabajo era mi chaleco salvavidas de esta vorágine de recuerdos llamada Josh.
Después de recoger todas mis notas, me dirigí a la sala de conferencias. Varios de mis colegas ya estaban sentados allí, encontré a Sam entre ellos y me senté a su lado. Mientras esperábamos al redactor jefe, todos tuvimos tiempo de charlar y hablar de nuestras cosas.
Sam estaba sentada disgustada e intentaba encontrar algo entre la enorme cantidad de papelitos que tenía.
- ¿Estás enfadada porque no te dije lo de la cita? - pensé que yo era la principal causa de su tristeza.
- ¿Qué? - mi pregunta la hizo levantar la vista de sus papeles, - ¡Ahh, no! No. Es que... no tengo nada de material para Evelyn.
Evelyn era la redactora jefe de la revista. Ella era la que daba los encargos, aprobaba o rechazaba los artículos para su publicación. Era una mujer muy amable, siempre dispuesta a llegar a un acuerdo. Pero, al mismo tiempo, era una jefa responsable y exigente. Se tomaba su trabajo en serio y con responsabilidad. Y decirle que tu columna no estaba lista significaba trabajar bajo su atenta mirada toda la semana, lo que suele interferir con la creatividad de pensamiento al escribir un artículo.
- ¿Nada de nada? - le pregunté a mi amiga, con la esperanza de que al menos tuviera material antiguo.
- Tengo algunos borradores, pero están tan crudos que no estoy segura... ninguna sensación, ninguna gran noticia...
En ese momento, la puerta de la sala de conferencias se abrió y entró una mujer alta y elegante. Su postura y su mirada eran tan seguras e irradiaban autoridad que atrajo la atención de todos a su alrededor. Se detuvo en el centro de la sala y saludó a todos, dejando entrever un poco su sonrisa. Nunca se sentó a la mesa, sino que escuchó los informes de todos los periodistas de pie. Quizá era uno de sus métodos para demostrar quién mandaba. Pero esta costumbre suya no molestaba a nadie, porque prefería un tono amistoso en la comunicación con sus subordinados y nunca mostraba su superioridad hacia los demás.
Entró en el despacho, dejó el bolso en la silla y se fijó en todos los presentes:
- Buenos días... aunque no son nada buenos... - miró alrededor de la oficina, y su expresión dejaba claro que tenía malas noticias, - Acabo de tener una conversación con el director general... los índices de audiencia están bajando, y como consecuencia, las ventas también. Necesitamos urgentemente averiguar cómo recuperar a los antiguos lectores y atraer la atención de los nuevos. Esta semana buscamos las noticias más sensacionales, sólo las más destacadas. Hoy, al final del día, espero ideas y planes de cada uno de vosotros.
Se volvió bruscamente hacia mi amigo y le dijo:
- Sam, - mi amigo dio un respingo de sorpresa, - deja por ahora todo en lo que estés trabajando. Esta noche vas a ir a un baile benéfico. Toda la gente influyente de la ciudad estará allí, y quiero tus ojos y tus oídos en todas partes. A la prensa sólo se le permitirá asistir a la rueda de prensa, y el baile en sí se celebrará sin la mirada de los periodistas. Así que para todos, seréis sólo invitados, así que nada de entrevistas, pero no os olvidéis de vuestro trabajo. Por cierto, te he conseguido dos invitaciones, así que puedes llevarte a otra de nuestras chicas para que te ayude.
Sam apartó la mirada de Evelyn y me miró con una sonrisa. Estaba claro que, sin decir nada, quería ir conmigo. Además, teníamos fama de ser las mejores amigas en la oficina, así que el deseo de Sam no era ninguna sorpresa.
- Por supuesto, quién si no, - dijo Evelyn, apartando la mirada teatralmente, - pero, querida, ¡no olvides por qué vas! Necesito sensaciones.
- No te preocupes, Evelyn, lo conseguiremos», le aseguró su amiga.
Evelyn asintió y continuó dando instrucciones a los demás. Pasaron quince minutos hasta que terminó la reunión y todos empezaron a volver a sus mesas. Estaba un poco disgustada porque no había planeado salir esta noche. Todavía no me había recuperado de los acontecimientos de ayer, y no me importaría pasar la noche con un helado y una comedia romántica.
- ¿Te importa?, - me preguntó Sam tímidamente, - ¿o tenías planes para esta noche?
- Sí, quería que esta velada fuera hogareña, lacrimógena y melodramática, y ahora tengo que ir contigo a este aburrido baile y buscar material para tu artículo, - bromeé fingiendo que me ofendía.
- ¿En serio? ¿Quieres pasar la noche del sábado en casa? Amiga, ¡te pasa algo!
En ese momento, Evelyn se acercó a nosotras:
- Chicas, el baile se celebrará siguiendo un determinado código de vestimenta: ¡sólo vestidos de noche largos! Sam, ¡nada de pantalones! - miró seriamente a mi amiga, - Y además... es un baile de máscaras, así que necesitaréis máscaras...
Antes de que la redactora pudiera continuar, Sam gritó de alegría:
- ¿Un baile de máscaras?
- Sí, Sam, un baile de máscaras, - Evelyn cruzó los brazos sobre el pecho con fastidio, mostrando que no estaba contenta con la intromisión en sus instrucciones, - así que procurad ser femeninas y elegantes. Yo también estaré allí, así que si tienes alguna pregunta, siempre puedes encontrarme. Pero es mejor mantenernos separados para que nadie piense que estamos trabajando allí, y estemos todos juntos. Sólo somos invitados, ¿vale?
- Sí, claro, - exhalé cansada y me dirigí a la puerta.
- Haremos lo que podamos, - añadió Sam con alegría y me siguió a la salida.




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