No por casualidad

21. Jardín

El jardín era precioso y el aire aún estaba fresco por la lluvia que había caído por la noche. Diferentes voces de pájaros se entrelazaban en una hermosa melodía. Parecía que había demasiados, pero no me molestaba, sino que me fascinaba.
Al adentrarme un poco más en el jardín, vi a un hombre con un traje de negocios gris que estaba de pie, en silencio, mirando algo. Al acercarme, reconocí al dueño de la casa. Estaba de pie, pensativo, en la orilla del lago, mirando el sol que se ponía en el horizonte. Al parecer, al oír mis pasos, se volvió hacia mí y sonrió un poco:
- Me alegro de verla, señorita Smith.
- Buenas tardes, - me acerqué a él y me puse a su lado, mirando el sol, que fascinaba con sus rayos anaranjados.
- ¿Qué le parece mi jardín?
- Es impresionante. Es muy bonito, - respondí con sinceridad.
- Es un lugar estupendo para vivir tus últimos años. Pero aún mejor, para ver crecer a tus hijos y nietos.
En ese momento se despertó el periodista que hay en mí. Era el momento adecuado para hacer una pregunta que probablemente interese a mucha gente. Reuniendo todo mi coraje en un puño, me atreví desesperadamente a preguntar:
- ¿Tiene hijos?
El hombre no contestó durante varios segundos, estaba claro que el tema le resultaba difícil, y yo ya me había arrepentido diez veces de haberlo preguntado. Pero mi curiosidad periodística no me permitía decir una palabra, por miedo a asustar al interlocutor. Así que esperé su respuesta, que finalmente me dio:
- No sé lo que significa ser padre. Aunque siempre he soñado con serlo.
Su franqueza me asombró. Este hombre había permanecido en silencio durante muchos años, no había hablado con la prensa, y ahora se sinceraba conmigo. Lo veía en su rostro, en su mirada reflexiva. Me sentí dividida en dos deseos, uno de sentir lástima por este hombre desesperado y no tocar sus «viejas heridas», y el otro de aprender todo lo posible.
- Nunca es tarde, - elegí en broma la primera opción, sabiendo que lo más probable es que mis colegas me despidieran, porque ningún periodista se perdería un momento así.
El hombre se rió:
- Señorita Smith, tengo casi sesenta años, ¿cree que estoy preparado para cambiar pañales y dar de comer a un bebé entre reunión y reunión de trabajo?
- ¿Por qué no?, - seguí bromeando, notando cómo el humor de mi interlocutor cambiaba a mejor, - hoy en día muchas jóvenes están dispuestas a casarse con un hombre que les dobla la edad. Y hay muchas de ellas en su entorno.
- Por desgracia, es cierto. Pero comprendemos cuáles son los objetivos de esas chicas, - me miró atentamente, - y es bueno que tú no seas una de ellas.
Sus palabras me impactaron:
- ¿Por qué dices eso? ¿Quizá soy la típica chica rica?
- Créeme, veo a esas chicas a menudo, así que sé cómo se comportan. Tú no eres así. Además, fui yo quien te invitó y, según recuerdo, intentaste rechazar nuestro encuentro.
Nuestra conversación fue fácil y relajada. Me relajé y nuestra conversación parecía la de unos buenos amigos.
- ¿Puedo hacerte una pregunta? - me molestaba mi curiosidad innata.
- Sí, por supuesto.
- ¿Por qué me ha elegido para la entrevista?
Ladeó la cabeza, luego volvió la vista a la puesta de sol, intentando no encontrarse con mis ojos, y contestó:
- Me recomendaron a usted como periodista experimentado y honesto.
No podía creer aquella tontería. No sólo todos sus gestos sugerían que ocultaba la verdad. Pero decir semejante cosa... era evidente que no sabía nada de mi trabajo y que apenas entendía de periodismo. Al parecer, para él, toda la prensa es igual. Después de todo, ¿quién podría recomendar a un periodista que escribe consejos para amas de casa y chicas confundidas con sus relaciones?
Pero decidí no mostrarle que había descubierto esta mentira. No vale la pena discutir con él ahora, ya que nuestra entrevista podría terminar incluso antes de empezar. Pero por mí misma, decidí que encontraría la respuesta a mi pregunta.
- Ya veo, - respondí brevemente.
- Empieza a hacer frío, - no quería continuar con este tema, así que sugirió, -¿Quizá deberíamos entrar y tomar un té? Tengo un té tibetano muy sabroso y saludable.
- No me negaré.
Y caminamos hacia la mansión, hablando del jardín y de la arquitectura de la mansión por el camino.




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