No por casualidad

36. Sobre el cielo

Mientras duermo, siento besos en el cuello, los hombros y la espalda. Su cuerpo caliente y musculoso me aprieta más. Sus manos me acarician suavemente. Puedo oler su aroma, su cercanía. Mi cerebro está despierto, pero no puedo abrir los ojos. Pero sus caricias son cada vez más exigentes y dominantes. Apoya el pecho en mi espalda y me da la vuelta con suavidad. Ahora no son sólo sus manos, sino sus labios los que exploran mi cuerpo.
- Bennett... - digo apenas audible, intentando abrir los ojos al brillante sol de la mañana.
- Estás tan guapa cuando duermes...
En cuanto abro los ojos, su rostro se levanta y me mira, admirado. Nos miramos fijamente durante unos segundos y me convenzo de que no estoy soñando. Él está aquí. Es mío. Y me alegra pensar que disfruta de mí tanto como yo de él.
Un instante después, me hunde con avidez un beso ardiente en los labios. Le devuelvo el beso apasionado hundiendo los dedos en su pelo. Me emborracho con él. Estoy borracha. Me rindo completamente a su poder. Se acerca a la mesa y saca un escudo. El minuto que tarda en ponérmelo se alarga demasiado. Sin sus besos, es frío y solitario... pero no me deja esperar mucho. Se cierne sobre mí y me penetra con un fuerte empujón. Mis ojos se oscurecen. Un dulce gemido se escapa de mis labios y lo rodeo con mis brazos, como si temiera que se detuviera. Pero no se detiene. Con cada embestida, me sumerge en un torbellino de placer. Acelera. Gruñe. Y cae en mis brazos. Alcanzamos la cima del placer al mismo tiempo y nos tumbamos abrazados.
- Qué buenos días... - dice sonriendo y se tumba a mi lado, abrazándome.
Le devuelvo la sonrisa y me acomodo cómodamente en su hombro.
De repente, suena el teléfono de Bennett. Exhala cansado y hace una mueca como si no quisiera contestar. Pero se levanta de la cama y se acerca a la mesa donde está el teléfono. Contesta:
- Hola.
Escucha atentamente a la persona que llama y luego habla:
- En realidad, hoy es mi día libre, - pero parece que la persona que llama no está de acuerdo con el deseo de Bennett de descansar hoy.
Sujeta el teléfono, escuchando atentamente. Y noto que su rostro se vuelve serio e incluso preocupado.
- Vale, enseguida voy.
Cuelga el teléfono y vuelve a la cama. Me besa en los labios y me dice:
- Quería pasar el fin de semana contigo, pero, por desgracia, tengo que irme.
- Lo entiendo, - digo con tristeza, porque no quiero dejarle marchar.
- Lo siento, - me vuelve a besar, - puedes quedarte todo el tiempo que quieras. Volveré por la tarde.
- No, prefiero irme a casa.
- Me gustaría que me esperaras en casa... - me dice dulcemente, y me acaricia como un gato.
- Es una oferta tentadora, pero me temo que no podré esperarte. Porque, como ha dicho, lo único que tiene para comer es alcohol. Si como eso, me temo que me desmayaré antes de que vuelvas.
Se ríe y añade:
- Pídete algo.
- Será mejor que me vaya. Nos veremos por la noche.
- ¿Lo prometes? - Sus ojos se oscurecen y su sonrisa se ensancha.
- Aún no lo he decidido, - sonrío juguetona, - veremos cómo te portas.
- Seré muy buena, - se acerca y vuelvo a sentirme excitada por dentro, - o muy mala, - sonríe como un depredador, - ¿qué prefieres?
Vuelve a cernirse sobre mí, y siento que si no paramos ahora, no es probable que salgamos pronto de la cama.
- Aún no lo he decidido, - coqueteo con él, - todavía tengo tiempo de pensarlo hasta esta noche.
Sonríe por la comisura de los labios y ataca los míos con un dulce beso. En mi corazón estallan fuegos artificiales de lo bien que me siento estando con él. Nunca me había sentido tan bien con nadie. Me siente y conoce mi cuerpo mejor que yo. Porque capta todos mis deseos y los satisface de inmediato.
Nos acurrucamos en la cama unos minutos más, queriendo permanecer en nuestro propio mundo el mayor tiempo posible. Luego nos levantamos y nos preparamos. Bennett me lleva a casa y él va a hacer unos recados.
En casa, tengo la oportunidad de pensar en todo lo que me ha pasado últimamente. Mi relación con Bennett está evolucionando rápidamente. Nunca sé qué esperar de él. Pero tiene una forma de sorprenderme y hacer que mi corazón lata más rápido cuando estoy cerca de él. Ahora todo en mi vida se ha desvanecido en el fondo. Él lo ha eclipsado todo. Y si antes me daba miedo sumergirme en una relación así, ahora no puedo evitarlo, porque le necesito como al aire.
Suena el teléfono en algún lugar del pasillo. Lo busco en mi bolso. El nombre de Sam aparece en la pantalla. Cojo el teléfono y contesto:
- Hola.
- Hola, hola, - dice alegremente, - ¿qué haces?
- Acabo de salir de la ducha.
- Genial. Pues prepárate. Llegaré pronto. Iremos a la exposición contigo. Tengo que trabajar en mi artículo.
No quería quedarme en casa. Y Sam no habría estado feliz con mi negativa, porque nunca me dejó sentarme entre cuatro paredes.
- De acuerdo. Necesito media hora, - dije.
- Estupendo. Entonces me voy.
Pongo fin a la conversación y voy a elegir algo de ropa. Me seco el pelo y me maquillo ligeramente. En media hora estoy lista y me dirijo a encontrarme con mi amiga. Bajo en ascensor. Pero cuando se abren las puertas del ascensor, me sorprende ver a un hombre de pie en la planta baja esperando el ascensor. No esperaba ver a Luke Tucker aquí en absoluto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.