No por casualidad

38. Miedo

Me doy la vuelta y veo a Bennett buscándome. Nuestras miradas se cruzan y en su rostro aparece una sonrisa depredadora que me vuelve loca. Camina entre la multitud con calma y confianza. Como un depredador que se acerca a su presa. Llama la atención de todos los que le rodean y se acerca. Pero antes de que pueda decir nada, me estrella un beso en los labios. Muy apasionado, pero al mismo tiempo bastante comedido.
Mi cuerpo se siente eléctrico, pero rápidamente recobro el sentido y noto un montón de ojos sorprendidos sobre nosotros. Me alejo un poco de él y me siento incómoda. La gente que nos rodea parece haberse congelado. Algunos se han dado la vuelta, captando mis miradas confusas. Pero la mayoría observaba cada uno de nuestros movimientos. Bennet me rodeó la cintura con los brazos. La atención no le avergonzaba en absoluto.
- Ya no eres un misterioso desconocido, - dijo Sam alegremente, y luego miró a Bennett, - Hola.
- Hola, - respondió, - ¿nos conocemos?
- Tiene usted poca memoria, señor Brown, - replicó ella burlonamente, - Si no fuera por mí, no habría tenido la suerte de bailar con esta señorita en el baile.
- Bennett, este es mi amigo Sam, - decidí intervenir en la conversación.
- Ahora que lo pienso, - le dice Bennet alegremente, - me gustaría darte las gracias por bailar con esta encantadora dama.
Me mira con ternura y yo me derrito ante sus ojos color aciano.
- Voy a buscar una primicia, - dice Sam, - pero parece que nadie en esta sala puede superar tu primicia.
Nos despedimos. Sam se queda y salimos del museo cogidos de la mano. Ahora me doy cuenta de que mi amigo tiene razón y no es ningún secreto que el misterioso desconocido soy yo. Mientras nos dirigimos al aparcamiento, comento con preocupación:
- Mañana habrá nuevos titulares con nuestra participación.
- ¿Te molesta? - pregunta con curiosidad.
- La verdad es que no, sólo que no es habitual sentir tanta atención.
- De todas formas, los periodistas nos habrían visto juntos en algún momento, - su sonrisa se ensancha, - y además, no pude resistirme cuando te vi.
Sus palabras me dejan sin aliento. Le miro y no puedo dejar de admirarle. Es tan fácil para él hacerme sentir feliz. Pero da miedo lo poco que necesito para eso. Sólo tenerlo a mi lado.
Subimos al coche y nos vamos.
- ¿Qué te parecería si esta noche no vamos al restaurante y pedimos algo a casa? - me pregunta.
- No me importa.
- ¿Y pasar la noche en mi casa? - sonríe depredador.
- Puede ser. Pero necesito coger algunas cosas de casa. ¿Quieres venir?
- No hay problema.
Por alguna razón, recuerdo el inesperado encuentro de hoy y decido averiguar más cosas sobre Luke:
- Por cierto, hoy he conocido a su amigo en mi casa.
- ¿Qué amigo? - pregunta.
- Luke... ¿recuerdas, con el que te peleaste en la mascarada?
Era difícil no notar cómo Bennett se tensaba. Su agarre del volante se tensó, y pensé que incluso las venas de su cuello se hicieron más visibles.
- Tucker... - dice en voz baja, apretando los dientes, y empiezo a asustarme por su reacción, - ¿lo has visto en tu casa?
- Sí, - respondo, confusa.
No dice nada más. Saca su teléfono y escribe algo, mirando de vez en cuando a la carretera. Tengo miedo de decir algo, porque si sigue mirando a la carretera y a mí, es poco probable que la cosa acabe bien para ninguno de los dos. Pero al cabo de unos segundos, cuelga el teléfono y habla con tono firme:
- Hoy no podré pasarme por tu casa. Paremos en una tienda y compremos lo que necesitemos.
- Bennett, ¿qué pasa? - Su tensión se me contagió, porque no lo había visto tan serio y concentrado muy a menudo.
- No tienes nada de qué preocuparte.
- Y sin embargo, su reacción hace que me preocupe.
No dice nada durante un rato. Pero yo sigo mirándole, esperando una respuesta.
- Ya has visto que no nos llevamos bien. Y hay ciertas razones para ello. Lo único que necesitas saber es que debes mantenerte lo más lejos posible de él.
- No busco encontrarme con él, - argumento, porque oigo la queja en su voz.
- Pero él está buscando una reunión con usted, - Me mira con extrañeza, su mirada es una combinación de severidad y preocupación.
Intento pensar en todo lo que ha dicho, pero sigo teniendo más preguntas que respuestas.
- ¿Por qué no debería irme a casa? - sigo intentando preguntarle.
- Mis chicos revisarán primero el apartamento y luego podrás irte si quieres.
- ¿Revisarlo? ¿Revisar qué?
- No lo sé. Tal vez dejó un micrófono en alguna parte. No sólo vino a verte a ti.
- Dijo que tenía un amigo viviendo en mi casa, - le explico.
- La gente como él no tiene amigos, - sus palabras me asustan aún más.
- ¿Qué quiere? - pregunto emocionada.
Bennett se queda pensativo un rato y luego habla:
- Aún no lo sé.
Pero le miro y, por muy buen actor que sea, noto que ahora mismo no me está diciendo la verdad. Pero no insisto, porque sé que no va a compartir ningún detalle conmigo.
- Nicky, no tengas miedo, - me coge la mano, - no dejaré que nadie te haga daño.
Su palma está inusualmente fría. Nunca antes había sentido tanto frío de él. Aunque el coche está bastante caliente. Sus palabras me relajan, pero la ansiedad interior sigue asentada en algún lugar profundo y no desaparece.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.