No por casualidad

40. Un mal presentimiento

El despertador no deja de recordarme que es hora de levantarse. Salgo del cálido abrazo de Bennett y apago la intrusa melodía. Admiro el cuerpo perfecto de mi amante, durmiendo tan dulcemente, sin reaccionar siquiera a la fuente del sonido. Mi corazón se aprieta con un dolor placentero, provocándome una sonrisa. Me pongo su camiseta, que me recuerda la pasión de ayer. Me dirijo a la cocina, esperando encontrar al menos café, pero me sorprende encontrar un montón de comida en la mesa. Miro en la nevera y no puedo creer que siga despierta. Está lleno de fruta y verdura fresca, productos lácteos y muchas otras cosas.
Bennett debió de pedirlos anoche con la cena que no llegamos a comer. Retiro los congelados de la mesa y preparo el desayuno. Luego me dirijo a la ducha y, cuando salgo, me topo con un pecho fuerte y una sonrisa arrogante.
- Oh, - me quedo helada de sorpresa.
- Te tengo, - dice depredador y me estrecha entre sus brazos hasta que me crujen los huesos. Me da un beso ardiente que me hace caer fuera de la realidad.
- A partir de ahora no dejaré que salgas de mi piso, - bromea, enredando un mechón de mi pelo en su dedo.
- ¿Por qué? - sonrío.
- Porque empiezo a acostumbrarme a las noches apasionadas y las mañanas perfectas, - me da un beso corto.
Sus palabras me hacen sonreír despreocupada, le cojo de la mano y le conduzco a la cocina.
- Vamos a desayunar, que tenemos que irnos pronto, - me siento en una silla y empiezo a desayunar.
Bennet está de pie en el umbral, apoyado relajadamente en la puerta y cruzando los brazos sobre el pecho. Sus ojos y su encantadora sonrisa me distraen de mi desayuno. Le miro y él se queda callado, sonriendo. No soporto su silencio y le pregunto:
- ¿Qué?
Se acerca, se inclina sobre mí y me dice:
- ¡Eres perfecta!
De nuevo, sus palabras me encienden. Se sienta a mi lado y empieza a comer, elogiándome. Yo me quedo radiante, escuchando sus cumplidos.
Me miro al espejo y suspiro decepcionada. Llevo la ropa de ayer, que es perfecta para la exposición, pero resultará extraña entre el estricto código de vestimenta de la oficina.
- ¿Puedes llevarme a casa? - pregunto mientras Bennett consulta su teléfono.
- ¿Por qué?
- Quiero cambiarme, - respondo, - no tardaré.
Él mira su teléfono pensativo y luego contesta:
- Sí, vamos. Pero voy contigo.
- ¿Ocurre algo?
- Todo va bien, solo que no quiero estar sola ni un segundo, - me besa y sale por la puerta.
Le sigo y nos dirigimos al coche. Pero la preocupación en su voz me desconcierta y me doy cuenta de que no todo va tan bien como me dice.
Bennett conduce con destreza y llegamos rápidamente a mi edificio. Cuando tomamos el ascensor y llegamos a la planta correcta, nos dirigimos a la puerta. Me cambio rápidamente de ropa mientras él espera en el salón. Cuando salgo del dormitorio, veo a Bennett de pie, tenso, junto a la ventana, mirando a lo lejos.
- Vamos, - digo y cojo el bolso, temiendo llegar tarde al trabajo.
- Es un mal barrio... te quedarás conmigo una temporada.
- Es un barrio normal... el centro de la ciudad... - digo confusa.
- Nicky, es lo correcto. Estarás más segura conmigo, - se da la vuelta y se dirige a la salida.
Le cojo del brazo cuando pasa. No puedo controlar mis emociones por la tensión y la excitación:
- ¿Puedes explicarme por fin qué está pasando?
- Te lo explicaré, - su rostro serio se tensa aún más, - pero no ahora. Hablaremos por la noche.
- Vale, - suspiro decepcionada y le sigo.
Mientras vamos en el coche, nadie se atreve a romper el silencio. Me deprime lo desconocido. Todo es tan confuso. Bennett sigue hablando del peligro que corro, pero no dice nada concreto. Este Luke es extraño... ¿Qué es lo que él y Bennett no comparten? ¿Y es realmente tan peligroso? Supongo que no vale la pena comprobarlo, porque desde el momento en que lo conocí, no ha sido más que desagradable.
Me detengo frente al despacho y abro la puerta. Pero un suave toque me detiene:
- Nicky, te prometo que te lo contaré todo, - me asegura, calmando mi resentimiento.
- De acuerdo, - respondo.
- ¿A qué hora te recojo?
- A las seis, - digo, e intento salir del coche de nuevo, pero la mano de Bennett no me suelta.
- Señorita Smith, ¿no se olvida de algo?, - dice juguetón.
Me sorprende lo rápido que puede cambiar de humor, pero no puedo enfadarme cuando me habla así. Su voz juguetona me hace sonreír.
- Me parece bien, - le dirijo la mirada.
- Entonces tendré que recordártelo, - me besa suavemente, enviando una descarga a través de mis labios húmedos. Vuelvo a elevarme sobre el suelo, olvidándome de todos los problemas.
- Ahora me acuerdo, - respondo sonriendo y salgo del coche.
- Nos vemos por la noche, - me dice y se marcha.
- Adiós, - le sigo con la mirada.
Un mal presentimiento me araña el pecho. ¿Será la primera fase de la paranoia? Aparto los malos pensamientos, me doy la vuelta y me dirijo hacia el alto edificio de oficinas.




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