(no) Puede Ser Amor

Capítulo 12

Amy se miró en el espejo del tocador mientras cepillaba su coleta de caballo. No había tardado mucho en arreglarse para la “cita” que tendría esa noche con Brad y su grupo. Solo metió la mano en el armario y sacó algo con lo que sabía que podía sentirse cómoda, sin tan siquiera contemplarlo con ojo crítico. Pensó que una blusa oscura con estampados, pantalón de vestir negro y zapatillas plateadas, estaría bien. Muy poco le importaba lo que pensara Brad de su aspecto esa noche, a la final no tenía ninguna intención de impresionarlo.

Ya se había maquillado un poco: rubor en las mejillas y mascara de pestañas, cuando empezó a sonar el celular.

Era Brad y ella lo sabía, así que no se molestó en revisar su móvil. Eran casi las ocho y a esa hora él iba a pasar a buscarla para llegar juntos al club. Decidió no contestarle, pues ya iba saliendo.

Amy caminó un par de calles y llegó hasta el auto de Brad. Poco después ya estaba en el interior del lujoso Porsche.

—¿Por qué me pediste que te esperara aquí cuando podía hacerlo frente a tu casa?

—Porque sí —respondió ella lacónica, mientras se ponía el cinturón de seguridad. Luego desvió la mirada hacia la ventanilla.

Los segundos pasaron y ella notó que Brad no encendía el auto. Cuando meneó la cabeza lentamente, descubrió que él la observaba seriamente.

—¿Qué? —dijo Amy incómoda.

—Si sabes para donde vamos, ¿cierto?

—¿A qué viene tu pregunta?

—¿Qué es eso… —Amy veía como Brad la repasaba con la mirada— que traes puesto?

—Ropa. ¿No ves?

—Eso te lo pones para ir a un club de lectura o a la iglesia, pero no para ir a un club nocturno.

—Yo voy a usar lo que quiera cuando quiera, y si no te gusta pues aguántate.

Brad tomó un respiro profundo. No podía permitir que Amy le hiciera perder el control en tan poco tiempo. Después insertó la llave de contacto y arrancó el motor.

No pasaron ni diez minutos cuando ella notó que Brad había detenido el auto frente a un centro comercial.

—¿Llegamos?

—Sí. Bájate —dijo Brad, quitándose el cinturón de seguridad.

Amy lo siguió al interior del centro comercial. Caminó algunos metros hasta que vio a Brad empujar la puerta de cristal de una tienda de ropa para damas.

—¿Qué se supone que haces? —inquirió Amy, mientras veía a Brad apartar un vestido tras otro de un perchero.

—Te busco un vestido —respondió él sin emoción alguna.

—¿Para qué?

Brad le entregó un pedacito de tela negra brillante.

—Pruébate este. Te debe quedar bien.

Amy levantó el vestido y lo miró con escrutinio.

—¿Qué sabes tú de esto?

—Más que tú. De eso estoy seguro.

La mano firme de Brad se posó en su espalda y la empujó decidido hacia el probador.

—Avísame cuando estés lista.

—No me pondré esto. No me cubre nada —protestó Amy desde el interior del cubículo.

Brad no le prestó atención y se fue a buscar una dependiente.

—Señorita, necesito unas sandalias para mi novia. ¿En dónde las puedo encontrar?

La joven amablemente lo llevó hasta el área en donde podría hallarlas.

Pocos minutos después, Brad retornó al cubículo y deslizó dos pares de sandalias por debajo de la puerta.

—Pruébatelas y escoge las que te queden mejor.

Amy seguía dándole vueltas al vestido tratando de entender si había sido diseñado para una mujer o para una niña.

—No me pondré este vestido.

—¡Bendito Dios, Amy! Ponte el estúpido vestido o yo mismo voy a entrar allí y te lo pondré —amenazó furioso.

—No te atreverías —lo desafió.

—¡Ah, no! —Brad golpeó la puerta con el puño revelando su determinación.

Amy sintió un nudo en la garganta.

Luego de un momento…

—Necesito un abrigo.

—¿Un abrigo para qué? —Brad ya no tenía paciencia para caprichos.

—Solo tráelo.

Sin poder evitarlo, Brad puso los ojos en blanco.

Llegaron al club treinta minutos después. Amy se había cambiado el maquillaje, ahora llevaba más delineador, sombra de ojos oscura y los labios rojos carmesí. También se había soltado el cabello. Brad se había encargado de encontrar a alguien en el centro comercial que hiciera todo eso en tiempo record.

Luego de aparcar, un poco lejos de la entrada, ambos descendieron del auto.

—Deja el abrigo en el auto. No lo vas a necesitar allí dentro —dijo Brad.

—Este vestido es demasiado corto para mi gusto. No voy a entrar a ese lugar sin el abrigo.

—Pásame el abrigo —ordenó Brad, extendiendo la mano esperando que ella se lo entregara.

Amy se cruzó de brazos renuente.

—No te lo voy a pasar.

—Si usas mi chaqueta no te vas a sofocar de calor. —Brad comenzó a quitarse la chaqueta—. Entrégame el abrigo para guardarlo en el auto y yo te paso mi chaqueta.

Amy cedió luego de pensarlo por un momento. Brad guardó el abrigo en el auto y se volvió a colocar la chaqueta.

—Dijiste que me la entregarías —le reclamó.

—Te engañé —sonrió triunfante. Luego la reparó desplazándose desde sus sandalias negras a su vestido strapless, y finalmente aterrizó en su cabello cobrizo que alcanzaba sus hombros. Estaba asombrado—. Wao. No te ves tan mal. Hasta provoca presumirte.

Amy estaba de brazos cruzados, se sentía vulnerable bajo el escrutinio de Brad. Se odió por sentirse así. Tiró de la parte baja del vestido para cubrirse lo más que pudo, antes de seguirlo.

Tan pronto como cruzaron el umbral de la puerta, el aire se volvió sofocante. Amy sintió la música ensordecedora vibrar bajo sus pies. Ella no comprendía qué le encontraban de bueno a esa clase de lugares. Las luces de neón destellaban por todos lados y las personas estaban pegadas unas otras. Ella temía acabar estrujada.

La mano de Brad ahora se posaba en su espalda para guiarla hasta la mesa en donde se encontraba el resto del grupo.




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