(no) Puede Ser Amor

Capítulo 15

—¿Sientes mucho dolor? —preguntó el hombre de mediana edad  que minutos antes los había recibido en su consultorio con un estetoscopio alrededor del cuello.

—No —respondió Amy automáticamente.

Ella permanecía sentada sobre una camilla cuando el doctor hizo un poco de presión en su rodilla; Amy no pudo evitar encogerse de dolor.

—A mí me parece que sientes mucho dolor y eso que apenas la toqué —señaló el  doctor, tras sentarse en su escritorio—. ¿Cuándo te lastimaste?

Amy sintió una aglomeración de vergüenza y humillación al recordar el desagradable momento en el que se había producido su accidente.

—El domingo.

Amy respondió con la mirada baja clavando aún más el aguijón de culpabilidad en Brad.

—¿Y hasta ahora vienes aquí?

—Le dije ese mismo día que debía ver a un médico pero no quiso hacerme caso.

Amy rodó los ojos ante la acusación de Brad.

—Debiste haber escuchado a tu novio —dijo el doctor, luego bajó la mirada para hacer algunas anotaciones—. Supongo que presentas inestabilidad al caminar.

—Sí. Por eso la traje —añadió Brad justo cuando ella abría la boca para responder.

Amy estrechó los ojos, fulminándolo con la mirada y  la apartó el tiempo suficiente como para prestar atención al doctor.

—Necesito realizarte una resonancia magnética para ver las imágenes de los huesos y tejidos de tu rodilla —dijo el médico, poniéndose de pie.

Amy asintió.

Los consultorios médicos no eran el lugar favorito de Amy, siempre sentía el temor de que algo malo podrían encontrar y ese temor estaba escrito en cada rasgo de su cara en ese instante.

Pasaron al menos veinticinco minutos cuando la puerta del consultorio se abrió y el doctor apareció tras ella con radiografía en mano, seguida de Amy.

—De acuerdo al informe del radiólogo tienes un esguince —dijo el doctor, después de sentarse nuevamente a su mesa. Luego escribió algo en su ordenador—. No es muy grave. Primero te recetaré algunos medicamentos para controlar el dolor y la inflamación. También vas a necesitar un descanso de dos semanas y una rodillera para proporcionar estabilidad y confianza en la rodilla. —Brad extendió la mano para tomar la hoja de papel que le estaba tendiendo el doctor—. Nos veremos en la próxima cita. Pueden pedírsela a mi secretaria en la salida.

Ambos le dieron las gracias  y pidieron una nueva cita con su asistente.

Una vez que llegaron al aparcamiento y entraron al coche, Brad hizo una pausa antes de introducir la llave. Notaba a Amy preocupada y al mismo tiempo enfadada.

Ella sujetó el cinturón de seguridad por encima de su hombro, se cruzó de brazos y desvió la mirada hacia su lado de la ventanilla.

—Oye… lo siento. No sé qué más decir —dijo Brad sentido.

—No digas nada mejor —expresó ella, sin mirarlo a los ojos. Brad se llevó la mano a la nuca dejando caer la cabeza contra el asiento. Luego continuó después de volverse hacia él—: No puedo faltar a clases y mucho menos al trabajo.

—Solo será por un par de semanas.

—No puedo retrasarme en clases. Se me acumularán todas las tareas. Y si falto dos semanas al trabajo no me lo van a remunerar —replicó desolada.

—Si lo harán. Tienes un justificativo médico —repuso él.

—No lo harán. Llevo poco tiempo trabajando allí. Con los problemas que me has causado, capaz y me echan.

—Entonces te ayudaré a encontrar un nuevo trabajo. Eso estaba dentro del trato ¿no?

—Yo ya no tengo tratos contigo.

—Por Dios Amy. No me dejas ayudarte.

—No necesito tu ayuda.

—Sí la necesitas. Y lo sabes.

—No guardaré ningún reposo. El doctor dijo que la lesión no era tan grave, así que…

—Así que nada —la interrumpió y su tono sonó inflexible—. Deja de actuar como una niña y haz lo que te recomendó el médico.

—Tú no entiendes.

—Si te entiendo. Estás molesta, frustrada, pero debes cuidarte. —Amy lanzó un suspiro desalentador y él agregó—: A menos que… yo vaya por ti a tu casa todos los días mientras dure el reposo. Así podrás ir a la universidad y no tendrás que caminar tanto.

—No lo creo.

—Está bien. Si tienes a alguien más que pueda hacerlo…

—No.

—Como quieras.

En silencio, continuaron su recorrido, tras parar de camino en una tienda para comprar el ajustable de rodilla.

—¿Qué hacemos aquí? —preguntó Amy después de mirar a través del parabrisas la mansión de dos pisos que relucía gracias a su blanquísima fachada.

—Pasaré a buscar unos papeles. Tardaré solo un minuto. Luego te llevo a tu trabajo —respondió Brad, al tiempo que descendía del auto.

—Okey —dijo ella confiando en que él haya percibido que no le quedaba mucha paciencia para estar esperándolo por mucho tiempo.

Solo pasaron cinco minutos después de que Brad se marchó. De pronto el tecleo de unas uñas contra la ventanilla provocó que Amy se sacudiera, y no precisamente porque la mujer al otro lado del cristal fuera aterradora sino más bien porque la había tomado por sorpresa.

Amy bajó la ventanilla y le sonrió a la elegante mujer.

—¿Eres amiga de Brad? —preguntó la dama en tono amable.

—Ah… —Sus ojos se movieron por el camino donde Brad había desaparecido hacía unos minutos—. Sí. Algo así.

—¿Y en dónde está él?

—Entró a la casa para buscar unos papeles.

La mujer le extendió la mano.

—Soy Michelle James la madre del maleducado que te dejó esperando en el auto.

Amy comenzó a reir al tiempo que apretaba su mano.

—Yo soy Amy Allen. Un gusto conocerla.

Los años habían sido amables con Michelle James. Andaba ya cerca de los cincuenta, pero la mujer, castaña y de ojos marrones, aún conservaba una figura esbelta a pesar de haber tenido dos hijos.

Amy la percibió como una mujer cálida, dulce y familiar. Por un momento dudó que fuera la madre de ese cretino.




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