(no) Puede Ser Amor

Capítulo 30

—Tenemos que hablar de un asunto importante.

—¿De qué se trata? —preguntó Brad, mientras descendía del auto.

Amy, que iba en el asiento del copiloto, se desabrochó el cinturón de seguridad y bajó también del auto para salir al templado clima de esa mañana de verano.

—¿Para cuándo piensas anular este matrimonio? Porque no recuerdo que me hayas dado una fecha —dijo ella, mientras él rodeaba el auto por la parte trasera. Brad no se veía muy entusiasmado por responder a su pregunta.

—¿Podemos hablar de esto en otro momento y en otro lugar? ¿Qué quieres? ¿Que alguien nos escuche?

—La verdad me da igual si alguien nos escucha o no —contestó Amy luego de cerrar la puerta de Porsche. —Así que dime.

—Ahora no —sentenció él mientras caminaba sobre el asfalto del estacionamiento del campus.

Cuando no oyó los pasos de Amy detrás de él, se dio la vuelta y observó que ella seguía de pie cerca del auto, apretando las libretas contra su pecho y con una mirada de disgusto en el rostro.

Brad alzó la mirada a cielo, comenzando a obstinarse.

—¿Y ahora qué? —preguntó él, aproximándose nuevamente hacia ella.

—Nada. —Ahora Amy tenía una mirada indiferente—. Solo me quedaré un momento más acá.

—¿Para qué?

—Es temprano aún. Mi primera clase todavía no comienza.

—¿Quieres molestarme? ¿Para qué fui hoy a buscarte temprano a tu casa? ¿No era porque tenías una clase a primera hora?

—Fuiste a buscarme para que tus amigos nos vieran llegar juntos. No lo hiciste por otra cosa.

—Está bien. Tienes razón. Si ya sabes eso entonces entremos. —Brad le ofreció la mano para que la tomara, pero ella solo la miró con extrañeza—. ¿Por qué no me das la mano?

Amy desplazó la mirada alrededor del estacionamiento.

—No veo la razón para tomarnos de la mano. Aquí nadie nos está viendo.

—¿Por qué contigo todo es un problema? ¿Ahora te ofende que te tome de la mano así como te ofendió aquel estúpido beso en el club?

Amy apretó los labios, inclinando la barbilla hacia abajo, probablemente para ocultar la vergüenza que le producía recordar aquella noche. Moviéndose, intentó pasar por su lado para eludirlo, pero lo que consiguió fue moverse como si estuvieran bailando, pues él le estaba bloqueando el camino.

Brad se tensó, luciendo culpable.

—Hey, lo siento. No debí… yo… perdóname. —Brad buscó su mirada y cuando sus ojos se elevaron hacia él halló frialdad en ellos. —Dime algo.

—Algo —dijo ella con voz plana.

—Está bien. Me lo merezco —expresó Brad sin hallarle gracia a su respuesta. De pronto dejó de mirarla a los ojos y comenzó a mirar por encima de su hombro; una de sus primas se aproximaba a ellos—. Candace viene para acá. Si te ve así se va a dar a cuenta de que algo te pasa. ¿Me puedes dar tu mano? —La voz de Brad sonaba suave pero sus ojos estaban demandando—. Por favor.

Ella tomó su mano, sintiéndose incómoda, luego se dio la vuelta.

—¿Cómo amanecen los recién casados? —llegó preguntando Candace con voz cantarina al tiempo que extendía los brazos para envolverlos en un abrazo. Luego de separarse, miró a Amy con suspicacia—. ¿Estás bien? Te ves…

—¿Cansada? —terminó de decir Amy por ella—. Sí. Es que… llegamos un poco tarde del viaje ayer.

—Pero de seguro la pasaron de maravilla.

—Sí —respondió Brad, lacónico.

Brad seguía sosteniendo la mano de Amy mientras caminaban por el patio del campus, unos pasos más atrás de Candace.

—Vaya, vaya. ¿Se fijaron quien está allí? —anunció Candace.

Los recién casados dirigieron su atención a la pareja que se encontraba a pocos metros de la entrada del edificio. No eran otra más que Sharon y Jason; este último estaba sacudiendo la cabeza, riendo por algo que ella quizá le habría dicho.

Brad se inclinó hacia Amy en su oído.

—¿Qué te parece si la molestamos un poco? —La voz de Brad era baja hasta un susurro.

—¿Qué quieres que haga?

—¿Qué tal si empiezas por cambiar esa carita? —sugirió Brad en un tono que incluso sorprendió a Amy por lo dulce que sonó—. ¿No crees que se merece que le hagamos enfadar un poco después de la vergüenza que nos hizo pasar en la ceremonia? Demostrémosle quien ríe de último.

Ella se lo pensó por un momento y luego asintió lentamente con la cabeza, tratando de reprimir una sonrisa que de todas formas se le terminó escabullendo.

—De acuerdo. ¿Y luego qué?

—Dejemos que Candace se encargue. Es experta en encender fogatas y luego provocar grandes incendios. Nosotros solo tenemos que disfrutar lo que hará.

Luego Candace comenzó encender el fogón.

—Oh, Sharon. Qué feo el show que hiciste el sábado en la boda de Brad y Amy. Lamento tanto que hayas salido con las tablas en la cabeza.




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