(no) Puede Ser Amor

Capítulo 36

Ya era la tercera vez que regresaba esa mañana a golpear la puerta del baño y ella nada que salía.

—¡Amy! Abre la puerta. Necesito el estúpido cepillo de dientes.

—No puedo. Estoy ocupada —gritó ella desde adentro.

—¿Qué tanto es lo que haces allí dentro que te toma una hora diaria? Ya te he dicho que te levantes más temprano si vas a durar tanto. Haces que pierda todo mi tiempo esperando aquí afuera. —Nada. Ninguna cosa oyó decir de ella—. ¡Sal de allí! Todas las mañanas es lo mismo contigo.

—No voy a salir todavía.

Esta vez era con su cabeza que daba pequeños golpecitos a la puerta; se sentía frustrado. Sus mañanas habían dejado de ser las mismas desde que ella vivía allí.

Pero de pronto, una sonrisa maliciosa se extendió por toda su cara y sus ojos brillaron con maldad. Separó su rostro de la puerta alejándose del baño, entró a la habitación, regresando con una llave en la mano.

—Vamos a ver quién fastidia a quien —murmuraba él solo, mientras insertaba la llave en la cerradura con mucho cuidado.

Lo siguiente que hizo fue abrir la puerta e irrumpir en su propio baño.

Amy estaba en la ducha cuando oyó al “intruso” entrar. Se le aceleró el corazón y un escalofrío le recorrió el cuerpo; apenas tuvo tiempo de cubrir su desnudez con los brazos. Lo opaco del cristal no permitía ver más allá de su silueta.  Asomó la cabeza por la puerta de la caja de cristal que estaba en medio del baño y los ojos casi se salieron de las cuencas cuando vio a Brad allí frente al lavamanos con el torso desnudo y en pantalones de pijama gris.

—¡Sal de aquí! —gritó.

Estaba a solas con él en el baño y completamente indefensa; su corazón parecía a punto de detenerse.

Brad chasqueó la lengua.

—¿Qué puede haber detrás de esa puerta que no haya visto antes? He visto mujeres desnudas. Vaya que si —dijo él mientras colocaba pasta en su cepillo de dientes.

—¡Vete ya!

—¿Crees que estoy muriendo por ver tu cuerpo flacucho y traslúcido? ¡Pff! No lo creo.

—¡Bradley sal del baño!

—No puedo. Estoy ocupado —dijo burlón con la boca llena de espuma mientras cepillaba sus dientes.

Amy cerró nuevamente la puerta de cristal escuchándolo reír desde afuera.

—Cruzaste la raya al irrespetar mi privacidad.

—Esto es para enseñarte que no estoy jugando. Y ya sal del baño. Se nos va hacer tarde.

Se enjuagó, se lavó la cara y luego se marchó.

Amy asomó la cabeza de nuevo por la puerta para ver si Brad había salido realmente. Cuando no lo vio por ninguna parte, estiró la mano, tomó una toalla y envolvió su cuerpo en ella. Decidió salir de puntillas aún nerviosa de que pudiera regresar.

—¡Uff! —gruñó, apretando los puños con fuerza—. Cómo lo odio.

Se colocó frente al espejo presionando un envase de plástico para depositar en su mano un líquido espeso que luego pasó por su cabello. Intentó repetir nuevamente el procedimiento pero esta vez el líquido salió muy escasamente; se había terminado la crema. A continuación, tomó el envase para echarlo a la papelera y cuando estuvo a punto de dejarlo caer, notó que dentro de la misma había un par de jeringas que obviamente habían sido utilizadas.

—¡Oh Dios! —expresó ella llevándose las manos a la boca—. Este hombre se droga. ¿Con quién rayos me vine a casar?

***

  • Una pera fresca pequeña
  • Un bizcocho de trigo con medio vaso de crema al 20 por ciento.
  • Un huevo escalfado sobre una tostada, con tres cucharadas de crema.

Amy leía la lista de menús de régimen que Brad tenía pegado en la nevera. De eso era lo que le hablaban las chicas el fin de semana. La lista incluía el menú  para el desayuno, comida, merienda y cena. Todo muy bien organizado para el día.

—Amy. ¿Me estás escuchando?

—¿Uhm? —murmuró ella, distraída.

—Te estoy hablando —dijo Brad irritado.

—¿Quién te prepara esto? —preguntó Amy gesticulando hacia la lista.

—A veces yo mismo, a veces una señora que viene y se encarga. ¿Por qué quieres saber?

«Por un lado bebe y se droga, y por el otro come sano y hace ejercicio», pensó Amy.

—Por nada.

Brad suspiró y se desplomó sobre uno de los taburetes de la cocina.

—Bueno, como te iba diciendo. Tienes que estar de regreso a las seis. Mis papás llegaran a las ocho y quiero que estés lista.

—¿Alguna otra cosa?

—Solo eso. No lo olvides.

—Cómo olvidarlo si ya me lo has repetido más de quinientas mil veces.

—Y hay una razón para eso: No escuchas—.Brad le deslizó un plato de porcelana sobre la isleta—. Desayuna rápido. Ya nos vamos —dijo poniéndose de pie para luego adentrarse en su habitación.

—Si vuelves a entrar al baño de la forma en como lo hiciste hace rato, yo…—Amy no encontraba qué decir. Técnicamente él estaba en su derecho, pues era su apartamento y ella se había tomado más tiempo del que debía—…yo…

—¿Tú qué? —preguntó Brad desde el interior de la habitación ya cansado de sus niñerías.

—Ah…nada —expresó vencida.

A Amy apenas le dio tiempo de darle una mordida al sándwich que Brad le sirvió, pues en menos de un minuto él estaba de regreso con las llaves del auto.

—Ya es hora. Nos vamos. Por cierto, no olvides llevarte la copia de la llave del apartamento.

—Pero no he terminado de desayunar.

—Ah. Qué pena por ti. —Brad apartó el sándwich de su alcance y posó la mano en su espalda para arrastrarla fuera del apartamento.

 

***

Candace y Charlotte estaban caminando de salida desde su última clase antes de reunirse para almorzar con los demás cuando vieron a Amy ir de prisa por el estacionamiento y encontrarse con un rubio que la recibió con un ramo de rosas y un fuerte abrazo. Luego la notaron subiendo en un Toyota Fortuner que él conducía y que rápidamente perdieron de vista.




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